lunes, 13 de abril de 2020

EL CEMENTERIO VIEJO. POZO DE LA SERNA.




Me habían levantado el día, literalmente todo estaba patas arriba, así no había quién lograse su empresa, la mía, tristemente, y no quería reconocerlo, ya estaba bien hundida en el fango donde se entierran los sueños rotos. 
Me iba haciendo vieja a pasos agigantados.




Así que en cierta mañana, confundida con otras cientos de mañanas, ¿acaso no eran todas iguales?, me lancé en busca de mi futura residencia, la última en la tierra.



Salí de Pozo de la Serna en busca de la Vereda de los Serranos que tantas veces recorrió mi padre con el hato de ovejas, y me hallé, como sin quererlo, en el interior del cementerio viejo. Tendría más o menos mi edad, la mía era incierta, en esos momentos tan delicados donde confundes tu vida con la de otros.
El viejo ciprés, una sombra burlona de ciprés, estaba agostado como los líquenes en un olmo enfermo. 
La hierba me llegaba hasta los tobillos, acariciaban con ligeros pinchazos mis medias viejas, con costuras imprecisas, la visión del ojo derecho más perdida que una noche sin luna.




Aquí, me señalé a mí misma, hablándome con la ternura que lo hacía mi madre, estuvo la tumba de la maestra Dª Eugenia. Yo no pude ir a la escuela, los niños éramos adultos para el trabajo y niños en la vejez. La cultura la aprendías de refilón, la recogías al vuelo, observando como granaba la espiga. Nunca tuve un libro que llevarme a la mano, no sé de tactos, ni olores, dicen que recién comprados su aroma es como el mejor café. Sé como tirar de un mulo, de recoger alpacas, de mover la cal, de limpiar establos, de ordeñar las cabras...De aguardar a que las trenzas de mi pelo fueran lo bastante largas para tocar unas monedas, solo tocar.
Sentía envidia de los niños que sí habían acariciado la madera de haya de un pupitre, lo mío era, mientras tanto, hacer rabiar a los gatos y trabajar las más de las veces y es que no era niña ni los domingos.



 Eras tú el templo al que yo acudía las tardes de asueto, me escapaba como un ganso tras la lluvia y me amparaba en tus formas de templo chiquito, de ermita que alojara un Niño Jesús.



Ahora vacío, alojó los restos de Dª María también maestra, con el cañón fondeando cada cielo, proyecté arreglarte con las manos febrilmente curtidas, con el ojo que me quedaba sano tratando de delinear las formas que te faltaban. Acaso si ya ningún cuerpo te albergaba por qué el mío no podría ser el siguiente.



Y es que rayando el sol sobre la mezcla de líneas del infinito podrías servirme hasta de mesa, de silla, de cama recién arreglada, con un jarrón de recién cortadas lilas, con una colcha de punto, en fin, con todas aquellas cosas que a una le habían ido negando porque nada estaba en el catálogo que nunca tuvo mi exigua familia.



Mi tio fue uno de los que hicieron el sueño eterno de la maestra, me lo decía, a trompicones, junto a un vaso colmado de vino, él si no trabajaba en la obra lo hacía en la bebida, en las dos faenaba con soltura.



Busco cada tarde fragmentos que se escapan de su sitio, si recompongo el mausoleo podré habitarlo, a quién le importará si una vieja demenciada se pasea entre lo que queda de la tarde como si buscase alfileres en pajas de nadie.



Ya casi me pertenece un espacio, por lo menos mi sombra ha sido adoptada por el silencio desintegrador que voltea a vivos con muertos.



Nadie debería dejar abierta su puerta, puede colarse una niña que es ya demasiado vieja o una vieja que nunca fue niña, puede intentar tomar prestado un espacio que no es suyo, elucubrar con los deseos que le conducen a un entierro que será sin duelo.
Y todo esto es a resultas de porque tras una vida despreciable, también se merece una un lugar que sea digno para poder por fin descansar como Dios manda.

Fotografías de Rosa Cruz.

Relato de ficción cuando se acerca el Día del Libro. Con él inicio una serie de entregas tratando de dignificar las vidas de gentes sencillas, las que habitan en nuestros recuerdos comunes.
Muchas de ellas, ahora mismo, mueren solas.


10 comentarios:

  1. Bello y cautivador relato, Rosa. La belleza de tus palabras pueden ser homenaje a tantos como en estos días se están yendo sin siquiera un adiós.

    Un abrazo

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    1. La tristeza hiere doblemente, cuando te acompaña y cuando te lleva por delante. Muchas gracias.

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  2. Precioso homenaje a esas almas. Has creado una atmósfera muy parecida a la que hizo ser tan especiales a esas personas que, con tanta sabiduría, te aprecian tanto.

    Un abrazo

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    1. El aprecio es mutuo, lo que perdemos no es recuperable; lo que aquí podemos hacer, es mucho.
      Muchas gracias.

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  3. Con este relato en primera persona logras la empatía del lector, la cercanía de esa niña que nunca ejerció como tal. Después de leerlo te embarga una sensación extraña, mestiza entre la compasión, la ternura y la incapacidad de frenar los desmanes de la injusticia. Ahora parece - a mí me lo parece - que no podremos seguir viviendo en paz si no la conocemos, si no hablamos con ella, si no la estrechamos en nuestros brazos. Si no la abrigamos con nuestra amistad. Es la magia de la ficción, ponernos en el lugar de ese personaje mágico, sencillo pero a la vez trascendente, que ya siempre estará junto a nosotros. Un relato, en definitiva, propio de una escritora consolidada y solvente entre tanta literatura mediocre como la que nos rodea. Un relato de magnífica factura, Rosa. Enhorabuena.

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    1. Están ahí, siempre han estado ahí, quizás el problema es que no nos hemos dado cuenta antes, las malditas prisas. Ahora las vemos y comenzamos a comprender, a querer, a apreciar, a escuchar, por fin tenemos tiempo. Pero un muro se levanta entre nosotros y la soledad, quizás la misma que alumbró cada día desde su tierna infancia, irrumpe eliminando lo único que nos queda, las cercanas despedidas.
      Aunque me repita, no soy escritora, solo observo y aprendo. Muchas gracias.

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  4. Otro palo tocado que nos lleva lo más profundo del corazón, un bonito homenaje a nuestros seres queridos, muy especial a todas estas personas que como bien dices se van solas sin poder darles una última caricia un último beso un último abrazo, estas personas tienen que tener el cielo ganado como tú,por acordarte de ellos triste pero muy bonito menaje un abrazo.

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    1. En muchas cosas estoy a "años luz de ti" pues sabes de cariño y cuidados hacia tus mayores, gracias Paqui.

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  5. No sé si es lo correcto, pero me ha provocado una sensación entrañable. ¡¡¡Rosa, Me ha encantado!!!

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    1. Lo entrañable es provocar sensaciones que creíamos perdidas y que, sin embargo, aún estaban con nosotros. Muchas gracias.

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