"Una vez más voy a tratar de describir esos recuerdos de mi infancia porque hay ocasiones en que la intuición nos dice que merece la pena ensalzar esos momentos y lazos de amistad con quienes se cruzaron en el caminar de nuestras vidas y por ende sirva de agradecimiento a aquellas personas que dejaron huella entre nosotros, bien por sabiduría o por el recto proceder de sus actos, ya dice el refrán: "De bien nacidos es ser agradecidos"
Los relatos que a continuación describo, desde mi humilde saber, comprenden varias etapas que en resumen son: la escuela, la navidad, el Mayo florido, la comunión, la cátedra ambulante y el carnet de conducir, todos ellos son vivencias personales vividas y que guardo con mucha añoranza, cariño y respeto dentro de mi corazón.
"La escuela"
Los niños de mi edad, allá por la década de los 50, no teníamos colegios, se llamaban escuelas y solo había dos; tampoco se les llamaba profesores, se les decía Maestros, y en verdad que lo eran.
Solo había una escuela de niños y otra de niñas, y por aquel entonces no había clases mixtas, y nos separaban. La escuela de niñas estaba en la parte superior del edificio que albergaba el ayuntamiento y en la parte inferior la de los niños.
La escuela era una sala grande donde había una mesa grande rectangular que era para el Maestro y en el frente a la pared presidía un crucifijo, y al lado una pizarra de grandes dimensiones con las tizas y el borrador.
En el periodo invernal, la mesa de la maestra tenía una tarima de madera y un brasero con picón y de vez en cuando la maestra citaba a una niña: "Pilar, dale vuelta al brasero", a la vez que servía de excusa para calentarse, al rato citaba a otra niña y así íbamos rotando para calentarnos.
Algunas niñas, pero particularmente los niños, llevaban desde las casas a la escuela una lata donde estaba la lumbre y la llevaban sujeta con un alambre y así poderse calentar en la escuela, como veréis, era una calefacción natural sin apenas contaminación y de economía precaria. Próxima a la mesa de la maestra, había 4 mesas y 4 sillas, cuyo destino era para las niñas más adelantadas, el resto nos sentábamos en unos sillones de madera con una tabla ancha para poder escribir y en los pies del sillón había un hueco para dejar el cabá, esto era una especie de maleta pequeña que contenía un cuaderno, un lápiz, un borrador y un plumier con seis pinceles, una pluma y un tintero (el que podía), no había mochilas ni bolsos y para lecturas y escrituras, las cartillas con el número 1-2-3, un catecismo y una enciclopedia.
Al inicio, por la mañana, entrábamos de uno en uno con mucho respeto, dábamos los buenos días a Dña Juana, a Dña. Julia... y nos colocábamos cada cual en sus sitio, al oír "¡silencio!" la maestra rezaba tres avemarías a la Virgen y las niñas le contestábamos. Seguidamente iniciábamos la faena, a las más atrasadas se les ponía una muestra de una hoja, otras hacían dictados, otras hacían cuentas de las cuatro reglas, (sumar, restar, multiplicar y dividir), como no había primer curso ni segundo ni tercero, todos hacíamos las tareas juntos, supervisados siempre por la maestra.
Todos teníamos una cartilla de escolaridad de Enseñanza Primaria donde se anotaban las puntuaciones de los diversos conceptos, que comprendían: Materias instrumentales como Lectura, Escritura, Dibujo y Cálculo; otras materias formativas como Religión, Geografía e Historia, Lengua, Matemáticas, Formación del espíritu nacional y Educación física; otras materias complementarias como Ciencias naturales, trabajos manuales, prácticas de taller, Formación para el hogar y también materias de hábitos, deberes, puntualidad y aseo.
Tras cuatro años de asistencia entre el 54 al 57 yo había logrado el Certificado de Estudios Primarios.
Colgado en una pared estaba un mapa donde nos enseñaban los ríos, los mares, las islas, los golfos, montañas, provincias etc., de esta forma poco a poco adquiríamos estos conocimientos básicos.
"La Navidad"
Era una fecha entrañable, todas las fiestas eran bienvenidas, pero al llegar la navidad la escuela tenía más actividad y trabajábamos en equipo, haciendo un Belén con sus adornos, telas, figuras, razón por la que teníamos que aprender a coser, y por las tardes nos enseñaban a hacer dobladillos, vainica y festón.
Ni que decir tiene que aprendimos a cantar villancicos y formando grupos cada uno llevaba un instrumento musical, pandereta, castañuelas, platillos, zambomba etc., nos ponían en fila dando una vuelta a la escuela, al llegar al belén cantábamos villancicos, algunos de creación propia y a propósito recuerdo el siguiente:
"En voz baja:
Venid todos calladitos
Venid todos sin hablar
Que hay un Niño dormidito
Le podemos despertar
Salía la música y en voz fuerte:
Ya ha abierto sus ojos
Ya mueve sus manos
Y al Rey de los Cielos
Todos le cantamos"
En alguna ocasión se hizo un belén viviente, ataviados con ropas apropiadas, en la escuela que se ubicaba donde hoy conocemos por el Cartucho, y otro año en el Salón de Pedro, frente a la carnicería de Pedrito.
Otra fiesta importante era la de las "Flores del mes de Mayo", durante todo el mes todas las tardes nos llevaban en fila de 2 en 2 desde la escuela a la iglesia, vestidas de uniforme blanco y una corona como una diadema de fabricación artesanal casera, con alambre y unas flores blancas de papel de seda, allí rezábamos a la Virgen y cantábamos "CON FLORES A MARÍA" al igual que el rosario, de manera que todas las niñas sabíamos los misterios y las letanías.
He de advertir que entonces la escuela no era obligatoria e iba el que podía, debido a la necesidad y el trabajo de nuestros padres y había que colaborar con ellos en las faenas del campo y las recolecciones, ayudar en las faenas de la casa y aprender a cocinar, barrer, fregar, limpiar, enjalbegar, coser etc., aunque nuestros padres se sacrificaban en compensación buscaban la enseñanza en algunas personas particulares que, sin titulación, daban clases, estas eran muy queridas y reconocidas, como lo fueron la hermana Bárbara, la Tomasita y el Sr. Menda, daban clases por el anochecer al regresar de las faenas del campo y el pago consistía en una carga de leña por mes y por cada niño. De estas situaciones los niños de mi generación íbamos aprendiendo lo básico.
"La Comunión"
Otra fecha importante era la preparación para hacer la Primera Comunión, ningún padre quería que sus hijos se quedaran sin hacer la comunión, desde la escuela se dirigía y se disponía todo lo necesario. La preparación religiosa corría a cargo de los maestros y de la familia, y con el catecismo aprendimos a comunicarnos con nuestro Padre Celestial.
La catequesis consistía en ir a misa y terminada esta en cada capilla de la iglesia un catequista nos enseñaba el Padrenuestro y el Credo, cuando lo sabíamos cambiábamos a otra capilla, allí era la Salve y el Señor Mío, cambiábamos a otra con el Yo pecador y los mandamientos etc., de manera que así aprendíamos a rezar, respetar y querer a las personas mayores.
La víspera al día de la comunión teníamos que llevar a la escuela cada uno, una taza y un plato, porque después de la misa nos daban en la escuela un chocolate y un bizcocho y una estampa recordatorio del Ángel de la Guarda, con la fecha de nuestra Primera Comunión.
El recorrido era de la escuela a la iglesia, en fila, y como había mucha necesidad y pocos ingresos, los que podían llevaban un vestido blanco largo y el que no, con el uniforme de la escuela. Tras el ágape recibido nos dirigíamos a nuestras casas y después de la comida en familia, nos volvían a arreglar y acompañados de nuestros padres visitábamos a los tíos y demás familia, tras el cordial saludo nos daban una gratificación, cada uno con lo que podía, una peseta, un duro etc., y nosotros les dábamos una estampa recordatorio. Era un día grande para todos.
"La Cátedra"
Otro gran acontecimiento fue la llegada de la Cátedra Ambulante de la Sección Femenina, fue allá por los años 51 o 52. Venían dos caravanas, una dedicada a vivienda, donde guisaban, comían y dormían, y la otra era para uso de las clases de aprendizaje. Fueron unas mujeres dignas de admiración porque de forma gratuita nos enseñaban un poco de todo, comportamiento, consejos médicos, gimnasia y a las mayores cursos de corte y confección, cocina, manualidades y hasta baile de jotas. Se distribuían el trabajo bajo la supervisión de una directora y una médico y otras dos chicas más para realizar las enseñanzas prácticas. Enseñaban a bailar, a tocar castañuelas y daba envidia poder participar de forma que, a mí, "se me saltaba la hiel" por todo ello, porque no todas podíamos asistir y yo quería aprender más. La enseñanza consistía en cursos de corte y confección, curtir pieles, cocinar, hacer dulces, postres, manualidades y consejos médicos de pediatría para el cuidado de los hijos.
Fue una época que dejó huella en nuestras vidas, por cuanto tuvimos ocasión de aprender, como colofón de todo ello daban un diploma de asistencia y aprendizaje, estuvieron bastante tiempo entre nosotras y tras su ida, volvieron a visitarnos a los diez años.
Su despedida fue un gran acontecimiento, acudió todo el pueblo y nuestros ojos se llenaron de lágrimas y gratitud y entonábamos algunas coplas como estas que reproduzco:
"Dios les de mucha salud
Y les conserve el talento
Nosotras también pusimos
Todo nuestro entendimiento.
Exposición de labores
Al final se han presentado
Que con amor y cariño
las jóvenes trabajaron
Adiós Cátedra Ambulante
Y bendita sea tu obra
Que en nuestro recuerdo queda
Grabada vuestra memoria"
"El carnet de conducir"
Con el transcurso del tiempo una va haciéndose mayor y con ello surgen nuevos intereses de cara a forjarse un porvenir o poder trasladarse en busca de un empleo, y es por eso que ya nos adentramos en la década de los 70 y consecuencia de todo ello, tener el carnet de conducir era un gran oportunidad para lograr los objetivos mencionados.
Para lograr el permiso del carnet de conducir, había que tener dieciocho años, un examen de test, un servicio social y un examen práctico.
El servicio social consistía en hacer una canastilla, que así se le denominaba, confeccionando 12 picos de felpa para bebés, se nos enviaba la tela ya cortada y había que confeccionarlo, después se enviaba por correo y la Sección Femenina los repartía entre los hospicios para niños huérfanos o abandonados. Conjuntamente con este trabajo nos enviaban un libro con la vida de José Antonio Primo de Rivera y debíamos hacer un cuestionario contestando algunas preguntas sobre su vida.
Resumiendo, si todo estaba realizado y correcto, pasábamos primero el examen teórico de test de señales; segundo, el cumplimiento de los servicios sociales y en tercer lugar, superados los dos primeros, se procedía al examen práctico con el coche en el parque de Valdepeñas, si se superaba este último ya estaba uno aprobado y por tanto con el carnet en el bolsillo.
Ni que decir tiene que hubo quien repitió los exámenes pero yo tuve la gran suerte de aprobar a la primera. Las autoescuelas que venían por la zona eran Calahorra y Buendía.
Todo cuanto os cuento costó mucho sacrificio y esfuerzo. A partir de entonces fueron muchos los que logramos este título o permiso, otros tuvieron que repetir fortuna, pero como dice el refrán: "El que no las unce no las vuelca" había que insistir y no decaer.
Con todo ello finalizo estas historias de recuerdos, sin olvidar que eran tiempos difíciles para todos, pero con tesón, paciencia y mucho amor logramos superarnos y ser buenas personas.
Sirvan estos recuerdos como homenaje a todos aquellos maestros que nos ilustraron con su leal saber y entender, me dejaré alguno, pero no podían faltar: Doña Julia, Doña Juana, D. Alfonso Coronado, D. Ricardo, D. Melchor, D. Juan, D. Antonio Caminero, Doña Pepita y de otra generación, Doña Prudencia y Doña Casi, a todos ellos ¡gracias!
Acompaño algunas fotografías de estos recuerdos, por aquello de que una imagen vale más que mil palabras"
Paca Jiménez Muñoz.
Villamanrique.
La autora, Paca Jiménez Muñoz.