domingo, 31 de enero de 2021

MIS VIVENCIAS EN NAVALAVACA. FRANCIS GARRIDO GARRIDO.

 


"Fue allá por el año 1967, recién llegada de Valencia a mi tierra, Villamanrique, donde duré poco tiempo. 

Mi infancia fue un poco ajetreada pero tengo que decir que fue muy bonita, de lo que hoy ya no existe.

Por problemas de trabajo de mis padres, al poco tiempo marché otra vez con toda mi familia a una finca cerca de Torrenueva llamada Navalavaca...


Mi padre siempre ha sido un buen vaquero, pasando después a mayoral y no es porque fuera mi padre pero en su profesión era uno de los pocos vaqueros buenos que había. Contando con algunos vaqueros más, nos fuimos allí por esa profesión tan bonita. En esa finca, Navalavaca, así se llama todavía, estuve unos años maravillosos. Había unas 14 familias de trabajadores cada uno en su oficio. La finca era grande porque de ella dependían, de los mismos dueños, otras cortijadas. A 2 km. más o menos estaba la casa principal de los jefes llamados don José Lipperheide y Doña Liz, eran alemanes, ya fallecieron.


La casa principal, se llamaba "el Hotel", de donde tengo muy buenos recuerdos. Allí había una capilla donde hice mi primera comunión. 


Todos los domingos teníamos misa, se desplazaba desde Torrenueva Don Andrés el cura conocido vulgarmente como "Berenjena", él no se enfadaba por el mote.

También recuerdo el Domingo de Pascua al salir de misa que para todos los niños nos escondían huevos de chocolate entre las marañas, de todos los tamaños, y nosotros teníamos que buscarlos y nos divertíamos mucho.

Otra anécdota que recuerdo muy bien fue cuando aprendimos a nadar, mi hermana y yo, pero lo importante no fue aprender sino cómo lo hicimos. Nos atábamos una cuerda a la cintura y yo me tiraba a la piscina y si me hundía  mi hermana tiraba de mí y viceversa y así logramos aprender a nadar las dos. La piscina era redonda pero muy honda, unos 3 metros.

También fue allí donde aprendí a montar en bicicleta, que por cierto, la primera vez, desde el cortijo "el Hotel"que está en un alto y había una cuesta. Bajábamos también mi hermana y yo otra vez, que por cierto siempre éramos muy decididas con la bicicleta y no me pude hacer de ella y me tragué vulgarmente como se dice todas las marañas, gracias a Dios no me pasó nada solo arañazos de ahí me viene saber montar; todo lo que nos proponíamos lo conseguíamos.

Por otra parte también tengo que decir que teníamos colegio allí también  y fuimos mientras hubo en la finca. También contábamos con el maestro ,como entonces lo llamábamos, ahora somos más finos y decimos profesor. Era Don José de Torrenueva, tambien conocido como "Machichaco". Cuando se fue marchando gente la cerraron, y entonces mi padre tenía una moto marca Bultaco, era grande y nos llevaba a otra finca llamada el Carrascalillo, que era también enorme, la habitaban muchas familias, y con su moto nos llevaba a mi hermana y mi hermano mayor y yo, los 4 con mi padre, habrá quien no lo crea pero fue así. Luego ya cuando mi hermano el pequeño empezó tambien a la escuela que ahora también dicen colegio, por entonces era escuela, mi hermana en la bicicleta llevaba a mi hermano mayor y yo al pequeño en la bicicleta, por esos caminos de Dios que eran unos 4 o 5 km y muy mal camino y alrededor vacas que aunque eran mansas causaban respeto para unos niños como éramos por aquellos entonces. Pasábamos por otra cortijada de la misma finca y allí vivía un matrimonio, que ese cortijo se llamaba Retamar.  De esta pareja que éramos todos como familia, os diré que ella se llamaba Miguela y recuerdo perfectamente cómo fuimos todos los niños de las familias a coger a ese cortijo aceituna y las olivas estaban en un cerro y la señora Miguela nos animaba y voceaba diciéndonos: "Aceituneros del pío, pío, cuánta aceituna habéis cogío", y nosotros todos contestábamos: "Miguela, fanega y media y mucho frío". Y así pasábamos los días de aceituna.

 Fuimos a la escuela pero no todo el curso, perdíamos mucha escuela por ayudar todos a nuestros mayores, pero sí que al final del curso nos examinábamos.


Otro recuerdo muy bonito de mis padres es el siguiente,  mi padre por ser un buen vaquero enseñó a un cabestro muy bien, se llamaba Presidente y aún con su enfermedad eso no lo ha olvidado. Le pregunto y me contesta que se llamaba Presidente. Me dio alegría que el pobre lo recordara. Mi madre siempre colaborando en lo que podía como todas las mujeres allí, matanzas, haciendo "aloja" es decir, arrope, carne de membrillo, conserva de tomate, etc...


También recuerdo que mi madre criaba los gorrinos, que ahora que somos más finos decimos cerdos, y un día se le escapó uno y yo por ayudarle a meterlo en la zahurdilla que se decía, me caí y me rompí la "chequezuela", vamos la rodilla. Aún tengo la "resma", tuve que estar un mes en el sanatorio del Cristo ingresada en Valdepeñas. Entonces no estaba el hospital hecho y no existían las escayolas y me tuvieron tanto tiempo allí por eso. Cuando me dieron el alta me pusieron una venda de zinc, aún lo recuerdo para que se me curara, desde el tobillo hasta por encima de la rodilla.

Tengo que decir que tuve una bonita infancia, muy feliz , allí con mi familia. A pesar de no ir a la escuela todo el tiempo, por estar cuidando al niño de la maestra y otros ratos en la escuela, porque vivía allí en el Carrascalillo y lo llevaba todo a la vez.

Todo esto lo hacía con tan solo 9 años y 10 que tenía yo y estoy muy orgullosa de tener a mis padres desde entonces hasta hoy"

Es a ellos a los que dedico lo aquí escrito.

Francis.


domingo, 24 de enero de 2021

LAS ERMITAS DE VILLAMANRIQUE EN LA VISITA DE LA ORDEN DE SANTIAGO EN EL 1719.

 


Conforme van pasado los años cada pueblo del Campo de Montiel ha visto lo mismo desaparecer antiguas ermitas, que levantar otras sobre el solar de las ya derruidas y otras que se erigieron en momentos propicios ya entrado el siglo XX por esa necesidad, ancestral, de la devoción. Con carácter mariano unas, otras dedicadas a santos o santas, todas ellas nos remiten a cultos del  pasado. Hoy bien arregladas, representan no solo un lugar de reunión para romerías, son la meta de esos paseos que nos impone el día, pero sobre todo son parte de la historia, se crea o no, por ello rescato este interesante artículo donde se habla de ellas. La Orden de Santiago durante siglos fue la dueña de estos pueblos y eran los visitadores los responsables de que las posesiones estuvieran bien cuidadas. Entendamos que gracias a estas visitas, a estos "inspectores", contamos con datos fundamentales del estado de aquellos edificios que la Orden poseyó en el Campo.

Ahora nos queda ir buscando su trazo, la labilidad del tiempo con las piedras, hace que en muchas ocasiones solo cimientos veamos, otras pueden que mantengan aún sillares, dinteles, algunos puede que trasladados de su lugar de origen formen parte hoy de una vivienda, de un banco o duerman en el olvido,  pero intentemos entre todos de localizar dónde estuvieron. Por lo menos imaginemos cómo fueron.

A partir del intenso trabajo de José Javier Barranquero "Las ermitas del Campo de Montiel según la visita de 1719" extraigo los siguientes datos relacionados con Villamanrique:

"...poseía tres, consagradas respectivamente a San Sebastián, Nuestra Señora de la Concepción y Ntra. Sra. de los Dolores...

Entre esta visita y las Relaciones Topográficas de Felipe II (1575)se habían perdido dos ermitas.

"Villamanrique, por su parte, tuvo cinco, pero dos de ellas estaban en esos momentos en ruinas. Se trata de los edificios que en su día estuvieron dedicados a San Cristóbal y a San Miguel, y que "se allaron de solar y algunos zimienttos y pedazos de murios (sic.), señales de que alli estubieron", siendo informados los visitadores que "de muchos años a esta partte estan destruidas"

De las tres existentes en el año 1719, solo una estaba en el interior del pueblo; las otras, extramuros.

"...de las tres que había en Villamanrique, sólo la de Nuestra Señora de los Dolores formaba parte del casco urbano, localizándose "por baxo de la plaza della"..."

También nos hemos encontrado con un caso en la que la ubicación del edificio, dificultaba la celebración de las actividades litúrgicas, tal como ocurría con la ermita de Nuestra Señora de la Concepción...En este sentido, el mayordomo de su cofradía compareció antes los visitadores y afirmó que la hermandad:

"se sirve en dicha ermita y en la parrochial"

y, además, precisó que"por la estraviada questa de la villa la ermita solo se zelebra en ella la festividad de Conzepcion y las demas y missas savatinas que se dizen por el capellan en la parrochial"

En relación con los altares:

"...la ermita de San Sebastián solo poseía una talla del titular..."

Y dentro de las que poseían varios altares estarían las otras dos.

Al analizar las imágenes que albergaban las ermitas, leémos:

"Ntra. Sra. de la Concepción, en el altar mayor: talla de Virgen con el Niño Jesús.

En la epístola: talla de Santa Lucía y en el evangelio: talla de San Antonio.


En la ermita de Ntra. Sra. de los Dolores: 

En el retablo del altar mayor: Ntra. Sra. de los Dolores, Ntra. Sra. de la Concepción y el Niño Jesús. Cristo crucificado de pequeño tamaño y otras dos imágenes de la Virgen sin identificar.

En las paredes de la ermita: Cinco lienzos "de pintura ordinaria de diferenttes santtos"

Dentro de la tipología arquitectónica, el autor destaca que eran edificios sencillos, salvo algunos que eran de fábrica más homogénea, es decir, de un solo material, entre las que estarían las de Ntra. Sra. de la Concepción y Ntra. Sra. de los Dolores. Esta última además: se cubría con una techumbre "de cuartones de pino y bobedillas"

En el apartado de otros elementos, concretamente las rejerías, era la de San Sebastián la que contaba con ellas.


Pero al acabar de leer este interesante artículo me quedo con ganas de saber más e indago en otros libros:

En las Relaciones Topográficas de Felipe II" (año 1575), una de las  fuentes más antiguas con la que contamos, no contestan en lo referente a ermitas los de Villamanrique, sin embargo en Torre de Juan Abad, dicen los siguiente:

"...y que hay otras dos ermitas de San Pedro y San Miguel donde os tiene devoción y van en procesión a ellas..."

Sabemos que San Pedro se ubicaba en un altozano a cierta distancia del pueblo, recordemos que la ermita de la Virgen de la Vega está bastante lejos. Pensemos pues que o Torre de Juan Abad tenía su propia ermita de San Miguel o quizás compartiera devoción con la de Villamanrique. Lo quisiera creer ya que por tradición oral, en el llamado Campo de San Miguel, se dice que estuvo ubicada esta ermita, a una distancia intermedia, curiosamente, de varios pueblos, Almedina, Puebla del Príncipe, Torre de Juan Abad y Villamanrique.


En "Villamanrique. Tierra de Historia y de Poetas" de Villar Esparza y Zamora Moreno" podemos leer:

En el año 1749 el Catastro del Marqués de la Ensenada registra lo siguiente:

"...En Villamanrique había una ermita con advocación a San Miguel que estaba" El lugar también era conocido como Cantón del Horno...El segundo horno, llamado "el Nuevo" se hallaba situado en la calle Grande (hoy Jerónimo Frías)...a la parte de debajo de la ermita del señor San Miguel, no linda con nadie por estar en un cantón..."


"En las Descripciones del cardenal Lorenzana (1778)

"...dentro del recinto de la villa "hay tres ermitas con los títulos de Nuestra Señora de Gracia y de la Dolores, siendo la tercera de San Miguel Arcángel, que es la más célebre, y se está construyendo otra del señor San Cristóbal...en la cumbre de la sierra que se llama de San Cristóbal hubo una ermita de este Santo que se halla demolida. El titular de la iglesia es el Sr. San Andrés"


Aquí, me permito, traeros literalmente lo que escribió Madoz:

"...la ermita de San Sebastián sin construir; la de San Miguel, en la calle Grande, arruinada; en las afueras en diferentes puntos las de Ntra. Sra. de Gracia, San Miguel del Campo, San Cristóbal, todas en el mismo estado, y al N. el cementerio..."


Vayamos ahora a otro gran Diccionario, el de Hervás (1899)

"...Tenía ademas este pueblo Pósito, casa ayuntamiento y las ermitas de S. Miguel del Campo, S. Cristóbal, de la que hablaremos después y Ntra. Sra. de Gracia, hoy todo arruinado...

San Cristóbal. En la cúspide de la sierra de Villamanrique estaba esta ermita, fuerte en otro tiempo para defensa de sus vecinos y atalaya del extenso campo, que desde ella se descubre. No lejos de ella y sobre el camino Hercúleo, que cruza el término de este pueblo de O. á E., existe un emplazamiento de campamento romano sobre una altura naturalmente fortificada y al abrigo de toda sorpresa..."

Pero aún podemos encontrar otros datos que nos amplian el sentido devocional de este pueblo, Hervás cita la iglesia que se halla dentro del castillo de Montizón. Aunque no se trate de una ermita, me permito dejarlo aquí.

"...tenía iglesia con las imágenes del Desenclavamiento de la Cruz y Ntra. Sra. del Rosario..."

Y esto viene a cuento, volviendo al artículo de Barranquero, porque las devociones nos remiten a la pasión de Cristo y a la Virgen. Devociones que a lo largo de los siglos se han ido manteniendo.

Y ahora necesitaría saber cuándo se construyeron las dos ermitas que vemos en la actualidad, San Isidro, en la cúspide de la sierra de San Cristóbal y la que se encuentra en las afueras, carretera a Montizón, San Cristóbal. Y el porqué se perdió la titularidad de la de San Cristóbal, aunque es bien sabido que siempre hubo ermitas que cambiaron su advocación. Lo que nos puede dar a entender que la actual de San Isidro es más antigua y lógicamente construida sobre los cimientos de la anterior o quizás cerca. Solo hay que ascender hasta ella para perderse entre los campos que abarca este singular paraje.


Fotografías de Miguel Felguera Felguera, de su pueblo.

Dedicado a él, puesto que aún nadie ha sabido superarle en sacar el mejor enfoque de Villamanrique.


domingo, 17 de enero de 2021

ASCENSIÓN AL PICO SAN CRISTÓBAL (VILLAMANRIQUE) DESDE PUEBLA DEL PRÍNCIPE.

 


"Hay tantos caminos...Y en el medio
me despistas el alma"

Antonio Maldonado Muñoz.

La ruta de hoy podría comenzar en distintos puntos, equidistantes, quiero imaginar, de ese pico que es emblema de Villamanrique.
En una mañana de agosto, antes de que el sol pidiera lo que le pertenece, me situé en la fuente que acompaña a la ruta de Don Quijote, en Puebla del Príncipe.
De nuevo caballero y caminante se confunden en las mismas vicisitudes.




Pero no tomaré el camino a la ermita de Mairena, coincidente con la ruta señalizada. A la derecha escogeré otro que en suave pendiente me permitirá un valioso atajo antes de que el sol aplaque las fuerzas.
¿Sabes que también apareces en los mapas como camino de Andalucía? No eres el único con ese nombre.




En ese empeño de ser botánica, no cuesta soñar, seguiré dejando imágenes de las flores que me salgan al paso.




Olvidaba deciros que no he sentido necesidad de desviarme, siempre en línea recta, atenta a las señales, dejaré que ellas me conduzcan a mi destino.




Veré parras que se abrazan con encinas, simbióticas estructuras que irrumpen llanamente en el sendero.




Y sauces donde las orillas alguna vez fueron colmadas de agua.




Los viñedos nos recuerdan la importancia de su producción en otros tiempos.




Pasaré por la huerta de Manuel a quien conocí y no olvido.




Os muestro cómo sigo sin desviarme.




Al caminante solitario a veces, quizás con demasiada frecuencia, nos asaltan aquellas citas que resuenan en nuestra memoria con el ánimo de hablarnos para que el camino termine siendo más profundo.

"Nunca tengas miedo de alzar la voz por la honestidad, la verdad y la compasión contra la injusticia, la mentira y la codicia. Si gente de todo el mundo hiciera esto, cambiaría la tierra"

Willian Faulkner.




Al fondo, siempre encalado, el cortijo de Ángeles.
La fuente de los Navarros se encuentra muy cerca.




LLego a un cruce de caminos, a la carta, un abanico de posibilidades para adentrarse en las sierras que circundan a Villamanrique.
Por ejemplo, podríamos ir por el Camino de los Coches hasta confluir con la Vereda de los Serranos; llegar hasta otro vértice geodésico, Cerro Gordo (992 m.) A la fuente del Membrillo, un rincón apacible. Otro vértice, el de Zahora (995), dentro de un coto privado. Al Dañador, río que se extiende por Jaén pero que nace en el término de Villamanrique...




Pero hoy vengo a ver San Cristóbal, voy dirección al pueblo, por un camino que ahora es carretera.



A veces haré un alto en el camino para rebuscar en las umbrías los árboles que parecen desafiar al desapacible verano.



Ya veo la ermita de San Isidro.




El Campo de Montiel se extiende por el horizonte.



La bellísima iglesia renacentista de San Andrés será ese hito-vigía que hará del camino una pléyade de siluetas diversas.



Ya será siempre ascender y la cámara, enamorada del pueblo, solo querrá ver la estampa de Villamanrique, su suave derrame por una tierra rica en olivos y cereal.



"En la cúspide de la sierra de Villamanrique estaba esta ermita, fuerte en otro tiempo para defensa de sus vecinos y atalaya del extenso campo, que desde ella se descubre. No lejos de ella y sobre el camino hercúleo, que cruza el término de este pueblo de O. á E., existe un emplazamiento de campamento romano sobre una altura naturalmente fortificada y al abrigo de toda sorpresa"
Diccionario de Hervás. (1899).




Me asomo a su ventana para rendir pleitesía al protector de cosechas.




Mientras, repaso con la mirada las sierras y me pregunto por los colores que tendrán en invierno, por las flores que enjalbergarán sus lomas en primavera, por los rastros de hojas que alfombrarán los intersticios de sus roquedos en otoño. Y me digo el porqué no acercarme cuando las estaciones se dejen caer por sus luces y sombras.



"Tiene esta villa trescientas y cincuenta casas y habrá cuatrocientos vecinos y eran los treinta moriscos del reino de Granada...La gente de esta villa es antes pobre que rica, su trato y granjería es de labrar y criar..."
Relaciones Topográficas de Felipe II.




"Casa, quédate en mi cabeza
como esa palabra fácil,
necesaria como el aire
y, a la vez, casi infantil.
Tan llena de quien fui,
de quienes ya no están, 
de tanto vivido en tu seno..."

Antonio Maldonado Muñoz.




Tras subir a algunos vértices de este nuestro Campo, he de decir que el de San Cristóbal es uno de los más montañeros.



Si existe un camino que te lleve a él directo, lo ignoro, iré buscando cima todo el rato, intentando esquivar pedreros e imaginando que estoy en otro lugar, semejante, e igualmente fascinante.




La aventura es el germen de la inquietud.




Sí, la aventura, en sus múltiples expresiones.




Flores en los roquedos.




Flores en agosto, la clavelina.




El horizonte va creciéndose y yo sin saber nunca los nombres.
Luego los añado pero no sé situarlos. Collado de la Horca, La Retuerta, Dehesa Nueva...




De alguna forma sobrevuelo con la mirada los altibajos de una sierra inexplorada.




Ya estoy cerca, el sol va apremiando.




Qué sorpresa encontrarte aquí cuando tu prefieres la sombra de robles y encinas.
Tus nombres: Lágrimas de la Virgen, tembladeras, bailarinas, pendientes, Briza maxima.




Mi bastón, el que siempre pide hacerse la fotografía de rigor, tiembla ante la emoción.




Una vez más la cámara más enamorada que nunca de Villamanrique duda entre plasmar su imagen o la de San Cristóbal.




Coronados tus 1.074 m. nos quedamos varados en tu esfinge y nos decidimos, por segundos, a planear como un esmerejón que busca presa.



Haré una primera incursión por tu ladera en un intento de bajar directamente hacia ti y complicar la vuelta, pero retrocederé, no es tiempo de dejarse caer sin previsión.




Así que de vuelta a tu figura, la despedida y un aliento de fuerza que sumado a todos aquellos que antes hice me dan esperanza, porque la montaña tiene eso y mucho más.




Y yo que me pierdo hasta en una página en blanco, voy sintiendo que el calor me atosiga y complica la vuelta.




Al final retomo a mi San Isidro, a ese faro del Campo de Montiel que guió, estoy segura, a tantos arrieros en busca de suerte y trabajo.
Y en ese contaje de horas que puede durar una ruta, hago cuentas y me salen unas cuatro horas, nada más y nada menos, hasta este mismo punto.




"¿En qué sueño me soñaste? Dímelo

mientras despiertas en un mundo

donde yo no exista y tú no estés muerta"

Antonio Maldonado Muñoz.

(Poemas de su nuevo libro "Luminiscentes")


Agosto 2020.


Dedicado a María, de Puebla del Príncipe, enfermera en la UCI del Hospital General Universitario de Ciudad Real, por su enorme profesionalidad y su incansable labor. Gracias.



sábado, 9 de enero de 2021

UN CUENTO PARA RECORDAR LA PRIMERA NEVADA DEL 2021 EN PUEBLA DEL PRÍNCIPE.


 Al abrir las páginas en blanco, níveas, me seduce la idea de aportar palabras a esta tarde de paseo en que el culmen de la soledad revelaba una mnemotecnia que creía olvidada, así que dejé paso a la añoranza que se empeña en tomar forma de paraguas, fiel acompañante, en esas aventuras que hoy enlazo con la sensación de que tendrán una continuación. Así lo espero.



En un primer momento pensó que había caído en la luna. 




Pero tras la conmoción  pronto se dio cuenta que no solo las palabras escapaban de su mango sino que era en la ruta del famoso don Quijote donde había aparcado.




Al pronto lo observé desde la lejana y espumosa blancura como un punto verde, de aliento inequívoco como de primer despunte de una planta en un desierto lunar, en una próxima primavera o en un deseo de recuperar la paz.




Orientándose, desde donde las corrientes dejan hálitos fríos, se dejó caer entre espumas de sal y azúcar centrándose en el camino.




Afirmo que se centró.
El camino, el de Peñas Blancas, se creció entre pilas de nombres que ahora eran centímetros de blanca nieve.



Arriba, tras la penosa cuesta que divide el horizonte, una de sus varillas rompió a llorar, la pesada nieve como la culpa que no te atreves a soltar, dejó maltrecha su estructura. Así que tullido determinó que su camino seguiría hacia Mairena.




La cruz de Jorge exhalaba entre las retamas exhaustas un espectro de pérdidas fugitivas a la búsqueda del hábito de volar.



Le sorprendieron los escaramujos tristes, atrapados en su cutícula de roja aflicción.



Recaló en que cada vez más la soledad vestida de blanco comenzaba no solo a crecer desde abajo, a multiplicarse. Vio como los cielos pedían ser narradores de interminables naufragios. La niebla caía a raudales y el cielo y la tierra fueron uno solo.



Los olivos cargados de hombros impresionaban por la ficción que trataban de crear. ¿Venían hacia él?



Escogió desviarse hacia Mairena, otro día dirigiría sus pasos hacia el camino de Aníbal, hacia sus intercalados robles de hojas aserradas, hacia los límites con Jaén donde se abrazan las provincias.




Y en Mairena, arroyo, paraje, ermita, huertas...la fuente que se secó en julio ahora tiritaba de frío. Creo que oyó como de sus tripas algo se removía como un sonido de arranque de motor apagado, creyó que latía la sangre por sus canales, creyó que pronto emergería ese agua que ya bebían los romanos, aunque fuese de otro remanso pero no de otro lugar.




Y allí donde los recios muros afrentan a la nieve, la ermita, desde tiempos inmemoriales con otro uso, con otro nombre, acrecentaba la inmensa soledad que destila el invierno.



Nadie se encontró en el camino.



Salvo los pies descalzos de los gigantes álamos que guardan la ermita.



Y resolví en cruzar, ahora viajera, pues mi paraguas decidió darme voz y voto, la nívea ternura que cubría la tierra. Así simulé que otros tantos viajeros hollaron la nieve en busca de sí mismos.



Ahora los asientos eran ocupados por las vacilaciones que el invierno exhala cuando se crece.



Y aquí confluyeron...:
"Dice la esperanza: Un día
la verás, si bien esperas.
Dice la desesperanza:
Sólo tu amargura es ella.
Late, corazón...No todo
se lo ha tragado la tierra"
Antonio Machado.




La hora marcaba el momento de regresar hacia el pueblo.



Algo me animaba. Recordaba la primavera que vendría y a la vez las primaveras pasadas.



Pensé en que toda esta agua vendría a rellenar los anhelos del campo.



Fue a la altura del Pilarillo cuando la cámara hizo que el paisaje se trasfigurara. Como si hubiera retrocedido años, desconocidos por mí.



Ya había conseguido difuminar la silueta de Puebla del Príncipe.



Y el óculo de la casa del Médico se rellenaba de nieve para tapiar los recuerdos.



Era Enrique Lecanda Alonso, el médico, que allá por los años 30-40 pasaba consulta en la habitación de la izquierda.
¿Cuántas nevadas viste pasar?



Ya en el pueblo, callejeando, di con tu plaza revestida aún con adornos navideños.



E intenté historiar los sonidos que cada niño en puertas, plazas, callejones, patios...revolvían con la magia de crear un muñeco de nieve. Te juro que los oí aunque no los veía.



Como si quisiera, en el mismo intervalo, que ni la navidad ni la nieve escaparan, comencé a recitar los versos de Unamuno:
"Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños, yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta, achícame, por piedad; vuélveme a la edad aquella en que vivir es soñar..."




Y todo, en un momento, se desvaneció en el tiempo. Los nombres, los lugares, las inquietudes...Regresé a mi calle, en mi pueblo, allí en Jaén, cuando siendo niña vi por primera vez la nieve. Y pensé en que la magia es una llama que hemos de mantener encendida.






A mi hijo y a mi familia a los que ya hace más de un año que no veo.

7 de enero del 2021.