jueves, 25 de marzo de 2021

"NOVIAZGOS Y BODAS DE ANTAÑO" PACA JIMÉNEZ MUÑOZ.

 



Tratar de plasmar tiempos pasados de 50 años atrás, no es tarea fácil, es ardua tarea porque ahora se aglutinan en mi memoria vivencias, anécdotas, historias y recuerdos de época pasada, a los que hay que ordenar, para relatar cómo sucedían los noviazgos y cómo eran las bodas de las décadas de los 60-70 y hasta los 80.

Así mismo quiero decirles que el único interés es entretenerles y trasladar estos ritos y costumbres a las generaciones posteriores, para que no se pierda la tradición y sirva de aprovechamiento cultural de cuanto sucedía en mi pueblo.

Para situarnos en el tiempo, hay que remontarse a los años de 1960 y posteriores, y qué mejor que una poesía para saborear cómo se vivía por entonces, por eso al final en un anexo les pongo esta poesía que titulo” La sencillez de mi pueblo”

Y ahora sí que les explico cómo comenzábamos la noviez: Las chicas ya adolescentes no teníamos otras salidas de la casa, sino eran las imprescindibles para hacer las compras o ir a por agua a la fuente. Solíamos hacer las faenas del hogar que no eran pocas, barrer, fregar, cocinar, coser, lavar, planchar, enjalbegar etc. etc., con esa edad para conocer a alguien solo teníamos la salida por la noche, a eso de entre dos luces, anocheciendo, íbamos a la fuente de la plaza a por agua , y esa era la hora propicia para darse uno a conocer, porque los chicos ya habían regresado de sus faenas agrícolas y se ponían en pandillas de 5 o 6 muchachos en las esquinas. Solían hacerlo en las esquinas por donde sabían que teníamos que pasar, y ya sabían quienes les gustaba sin más conocimiento que el sentido de la vista, ellos esperaban y nosotras con nuestro cántaro de agua, de manera que se arrimaba el chico y te daba las buenas tardes a la vez que te pedía salir con él, normalmente a la primera se daban calabazas, es decir, no lo consentías porque había que hacerse merecer, pero ellos también se organizaban, de manera que subíamos a la fuente con uno y bajabas con otro, así un día y otro hasta que le dabas un sí, y podrían pasarse hasta dos o tres meses, la razón era que había que conocer las intenciones y a las personas, y finalmente una se decidía con el que más le gustaba, este era el primer paso.

El segundo paso a dar era hacerlo saber a tus padres, que ese era mucho más serio, porque éramos tan tímidas que no nos atrevíamos a decírselo a nuestras madres, pero ellas no eran tontas y veían el trapicheo, por eso no te dejaban ir a por agua, y te decían “deja el cántaro y mañana por la mañana traerás el agua”, y "a misa tampoco te arregles que no irás a misa"

Aquello eran palabras mayores y el respeto era absoluto, así que con paciencia y humildad nos acostumbrábamos y la obediencia era debida.

Esto que os cuento es de mi época, porque las de más atrás, fue mucho peor, más férrea la disciplina, y creo que por esta razón las jóvenes se casaban antes, para tener más libertad de salir y entrar a nuestro antojo.

La noviez se consolidaba con el paso del tiempo y así se iban formalizando las relaciones, de manera que los domingos por la tarde nos dejaban salir a la puerta de la calle, uno enfrente del otro y charlábamos amistosamente, por las noches salíamos por la ventana por un tiempo de media hora, no más, solía ocurrir que si la ventana estaba alta había que ingeniárselas para estar algo más cómodo y se ponían un alza con ladrillos, piedras o alguna silla y cuando era invierno había que abrigarse bien poniéndose los jóvenes la pelliza, cuestiones estas por las que había que ir pensando en acelerar la boda. Otro detalle era que el novio se ponía a rondar en la misma ventana y se esforzaba en toser para ser oído por la novia que acudía a charlar, había además un ritual que cumplir, si se acercaba alguien a casa de la novia, el novio tenía que retirarse de la ventana e igualmente si se acercaba algún familiar, por lo general tío, abuela, etc. hacían un paripé tosiendo para que el novio se retirara de la ventana, y cuando se metía en la casa volvía el novio a la ventana y allí dale que te pego charlando y haciendo planes.

¡Cómo pasan los años y las vueltas que da la vida! ¿Verdad?

La noviez siempre fue muy disciplinada. Por lo general las iniciativas y planes de boda surgían después de venir de la mili el novio, entonces el Servicio Militar era obligatorio y parecía dar más sensatez y preparación para formar una familia, de manera que los novios hablábamos de boda “para el año que viene” y la época propicia era el mes de agosto o septiembre, porque era cuando los padres recogían las cosechas y el novio era el encargado de decirle a su madre: “ Madre vaya usted a hablar con mis suegros para fijar la fecha del mes en que nos casamos, a ver que le dicen “. Si daban el visto bueno, seguían hablando, y si no a esperar a otro año, si había acuerdo, se iniciaban los trámites de preparación y arreglo de la boda, era “ la petición de mano “de forma que la novia ofrecía una pequeña invitación y nos juntábamos la familia más íntima, los justos, y con ello se dejaba entrar al novio por primera vez a la casa de la novia, la costumbre es que el novio le hacía un regalo que consistía en dinero y de este dinero la novia tenía que comprarle al novio “la mudá”, la camisa y la corbata, la madre ya se encargaba de comprarle el traje a su hijo.

Hasta aquí un relato de cómo sucedían los noviazgos, ahora continuamos con las costumbres de la preparación de la boda, y para ello había que encontrar casa que habitualmente era de alquiler, porque tener una casa en propiedad había que hacerlo con mucho tiempo, y ello significaba mucho dinero del que carecíamos, por tanto hablando la familia se decidía ver casas en alquiler y al final decidir la más apropiada, claro está que había que limpiarla, pintarla y dotarla de muebles, y para ello la comitiva era, la novia con su madre y la suegra (el novio permanecía en su trabajo y faenas del campo). Solíamos salir a escoger los muebles y todo de acuerdo con las fuerzas económicas de ambas familias, por lo general el novio pagaba el comodín de la alcoba y la novia los demás muebles.

Una vez concluido lo de los muebles había que preparar las ropas y demás enseres de la casa como era la cama, para ello había que preparar lana para el colchón y la almohada, y para ello hablábamos con los ganaderos y les encargábamos la tasa, que consistía en tres arrobas y media de lana, para quienes les interese saber, la arroba eran unos once kilos y medio.

Cuando los ganaderos nos comunicaban que ya tenían la lana, nos daban los vellones para lavarlos y para ello nos íbamos las amigas, primas, cuñadas, al Estrecho de Cobastiga, y la madre de la novia que tambien nos acompañaba se encargaba de dirigir y preparar la comida que consistía en un caldo de patatas, ¡poca cosa! ¿verdad? , pero riquísimo y todo ello con una gran alegría que parecía una gran fiesta.

Una vez que la lana estaba limpia y seca, por las trasnochadas nos juntábamos las vecinas y alguna amiga para abrir la lana, porque había que dejarla como el algodón.



Ya tenemos la casa limpia y pintada, los muebles en su sitio y falta la ropa, pero antes había que plancharla, esto se llamaba “el Ajuar” y todo era impecable, bonito y con un decoro extraordinario, el planchado se hacía en una habitación y en todo alrededor se ponían sillas en cuyos respaldos se colocaban las toallas, los mandiles, las sabanas bajeras, todo muy adornado con sus festones y sus letras bordadas. Tambien poníamos unos tableros a un lado de la habitación para ir colocando las sabanas de diario bordadas y adornadas, los juegos finos como el de la boda, tremendamente bordados a mano con unos calados preciosos y se conservaban como legado para nuestros hijos y nietos. Cuando estaba todo el ajuar planchado y expuesto con mucho esmero, se invitaba a la familia y a los invitados y sus mujeres para que fueran a verlo y de allí salían los comentarios de “pues a fulana le han dado tantas sábanas, mantelerías, toallas, mandiles y tantos equipos…” (el equipo consistía en la ropa interior) De todo ello había que dejar buena nota, es decir, apuntado y a esto se le llamaba “la Hijuela”, que se hacía por escrito y se firmaba por los padres de la novia y del novio. 

Seguidamente había que preparar para el convite del día de la boda y aquí ¡sí que hay tomate!, trabajo para dar y tomar, el novio una semana antes tenía que traer dos cargas de jarones (jaras, troncos y chaparros), para la lumbre para guisar las comidas, lo habitual era que las bodas se celebraran en la casa del novio por tener más amplitud y reunía mejores condiciones, aunque con posterioridad ya se disponía de unos salones que se alquilaban para estos eventos, como fueron los salones de la Higiénica ( fábrica de hielo y gaseosas) y los salones de Pedro López en la carretera de Andalucía, que disponían de amplios salones y de cocina de guisar para tales menesteres, lo que aliviaba la dura tarea de las cocineras.

También había que preparar la loza de platos y vasos para las comidas del día de la boda y entonces salíamos con una canasta cada familia a casa de sus invitados, a ver que nos daban y se decía “a ver que nos dais", nunca hubo problemas, cada cual daba según su tenencia y nos decían, “pues toma doce platos, seis fuentes, dos cazos, alguna bandeja..."y así casa por casa, claro está que llevábamos una libreta donde apuntábamos lo que nos prestaban para después devolverlo. Además teníamos que señalar con pintura en el reverso de los enseres y apuntarlo en la cartilla para que no hubiese equivocación. Todo ello lo trasladábamos al salón y ahora tambien había que dotar el salón de sillas y tablones, seguíamos pidiendo las sillas y los tablones, nos los dejaban los carpinteros del pueblo, por consiguiente había que devolverlos bien limpios.

Resueltos estos asuntos que no eran de poca monta, nos trasladamos a la preparación de la boda, que esto sí que era de gran envergadura por lo que suponía de dedicación y organización, siempre con la sencillez y precariedad que todo suponía.

Las bodas para las familias del novio y novia duraban tres días, o sea, la víspera para los preparativos, el día de la boda y el día posterior para desmontar y limpiar.

Para dejar constancia de este día inmortal se solicitaba la presencia de un fotógrafo y por aquellos entonces solo había uno en el pueblo, que se llamaba Juanito "el Sacristán", y cuando este emigró a Madrid, nos quedamos sin fotógrafo, a lo sumo había caso excepción alguna cámara de fotos particular con un carrete de 12 o 24 fotografías de las denominadas kodak y cuando no, pues a aguantarse, y esperar alguna ocasión en que apareciera un fotógrafo y entonces se aprovechaba para volver a ponerse los trajes y dejar constancia de la boda.

El día de la boda consistía en la ceremonia eclesiástica a las nueve de la mañana, a la que por cierto las madres de novio y novia no asistían por estar pendientes de la organización de los invitados y preparativos, eso sí, te recibían a la puerta del salón, eran las primeras y allí te daban el abrazo más tierno y entrañable con lágrimas como puños de ver la felicidad de sus hijos, además las madres no necesitaban un vestido para ese día, ni unos zapatos, solo preparaban una bata limpia y un mandil porque la tarea era de gran esfuerzo y sacrificio, nunca se quejaban y lo hacían con tanto cariño y humildad, para que todo quedara bien, todo por sus hijos para que pasaran un día feliz.

Acto seguido a la Santa misa, se ofrecía un desayuno que se componía de un plato con una jícara de chocolate, un bizcocho blanco y un par de soletillas y después se pasaban unas bandejas con unas copillas muy pequeñas, entonces no había vasitos como los que ahora dicen los jóvenes, chupitos, y se llenaban unas botellas de cristal, que decíamos de "pitorro", y te servían anís y mistela. Hago notar que las jícaras eran una tacillas estrechas y altas que las alquilaba Pascuala "la Trapera" previo abono ya convenido y luego se devolvían limpias.

Terminado el desayuno, los novios en la mesa principal recibían la ¡Enhorabuena! y se depositaba el regalo por parte de los invitados que siempre era dinero en una bandeja, así de sencillo y fácil porque entonces no había sobres como en la actualidad, salvo raras excepciones, a la vez que el padrino agasajaba a los invitados dándoles un puro para fumar y compartir a modo de hoguera por la felicidad de la pareja.

En otras bodas el desayuno, cuando los medios eran más escasos, y las familias no podían llegar a más, solo se ofrecía el chocolate y churros. Los churros se encargaban a los churreros o buñoleros del pueblo. Que yo recuerde estaban "el hermano Ambrestuta" y "el hermano Traqueteo", que los preparaban de forma envidiable.

Pasada la mañana, había un rato de relajación para los novios que se marchaban a su nueva casa en donde descansar un rato y contar el dinero recaudado de los invitados, mientras que los asistentes se despojaban en sus casas del traje y se cambiaban de ropa y recogían los cubiertos y la servilleta para la comida, en el caso de los enamorados, aún no casados y ya novios, la mujer se encargaba de llevar los cubiertos de la pareja y la servilleta que era una obra de arte porque estaban bordadas a mano, y así trascurría la mañana hasta reponer fuerzas. 

Nos disponemos a la comida del mediodía, para ello hay que decir que los ingredientes de las viandas había que prepararlos el día anterior y tenerlos a disposición para tomar tiempo y que todo estuviera sabroso, para ello se contaba con una cocinera ya experta en estos menesteres, no por lo que de cultura gastronómica hubiese estudiado, sino por lo bien dispuesta y experta sabiduría popular que tenía en su haber. No puedo dejar pasar de mencionar a la señora Juana "la Chicharra", ya fallecida y Dios la tenga en su gloria, no hizo ningún curso de cocina, ni asignatura de cálculo, pero "con uñas y dientes" se lanzaba a todo para llevar el pan a sus hijos. Ahora que se recuerda el día de la mujer trabajadora, ¡esta sí que tenía que celebrarlo! A ella se le entregaba una lista con cuantas personas o comensales había que darles de comer, cien, doscientos etc. y ella nos entregaba otra nota con las reses que se precisaban, gallinas, fideos, garbanzos, arroz, chocolate...en fin todo lo que hacía falta y ella lo preparaba la víspera por la noche y no pegaban ojo durante la noche tanto la cocinera como las madres porque había que echarlo en ollas.

La comida del mediodía se componía de: cocido de los conocidos de "tres vuelcos": sopa, garbanzos con verdura y carne; era un plato que se decía, "resucitaba a los muertos", y se servía un plato de sopa de fideos, después garbanzos con todas sus viandas de carne, y a continuación otro plato con una salsa de picadillo de huevo con almendras que era un manjar de los dioses, y de postre una ensalada de melón que se servía en fuentes para cuatro personas.

Hay un recuerdo muy entrañable que no puedo pasar por alto, y es que el día de la boda al mediodía se reunían en la puerta del convite un grupo de diez o quince personas, pobres, cada uno con un cazo, o una olla, o un bote o una lata del tomate, pidiendo para poder comer ese día, y a los que se les llenaba el envase. Eran pobres, sí, pero con una humildad y una educación sobrada, eran trabajadores pero no había trabajo y muchos tuvieron que emigrar, eran buena gente y como dice el dicho “el hambre agudiza el ingenio", muchos de ellos emigraron a Valencia, a Palma de Mallorca o al País Vasco, y allí prosperaron, incluso alguno llegó a sacar carrera u obtener puestos de responsabilidad por ser buena gente.

Terminada la comida la gente se marchaba a cambiarse de ropa y arreglarse para el baile, que empezaba una vez recogidos los restos de la comida y finalizaba con la cena, o sea toda la tarde.



La música estaba compuesta por gente del pueblo que se habían organizado en grupos o charanga popular, y solían ser al menos de tres o cuatro personas, son célebres "el hermano Atanasio el Bizcochero", "Tiznajo", Juanito "el de la Sindical", Francisco "el de Evaristo", "el Cojete", Francisco “el Pitodoble”, Víctor "Virutas"etc...todos ellos dominaban con gran maestría los instrumentos musicales, acordeón, bandurria, flauta, guitarra, batería, etc. y alguno se denominaban “los bárbaros del ritmo, los paletos"etc. Eran agradables y la gente se dirigía a ellos pidiéndoles tal o cual canción, así durante toda la tarde, de tanto pedir surgió la anécdota en uno de los chascarrillos que cantaban que decía: "No hay oficio más cabrón que el de tocar la guitarra, sentadito en un rincón y todo el mundo le manda”. Estas comparsas o rondallas, se fueron renovando con gente más joven y formaron una estudiantina, es el caso de los hermanos Coronado Jiménez, Juanito, Pepillo, Pedrín, Pedro Romero, Agustín "el de la Pura", etc. En mi boda, por cierto tuvimos que avisar a un grupo de Cózar que entre otros lo componían "El Rasca", Vicente Manillas, Matías etc. que igualmente lo hacían de bien.

Cuando se aproximaba el anochecer, se paraba la música y se hacía un recorrido con los músicos por el pueblo y toda la comparsa detrás acompañando a los novios y la gente salía a las esquinas para ver la comitiva y tras este paseo volvíamos al salón que ya estaba preparado para la cena, cada cual escogía su sitio y se iniciaba la cena, y aquí tengo que mencionar a los camareros encargados de atender a los comensales, que siempre eran los hermanos de las dos familias o familiares muy allegados que prestaban sus servicios de forma ordenada y con gran destreza se pasaban los platos unos a otros, en cadena hasta llegar a las mesas.

La cena se componía de un plato de arroz con carne, que no tenía desperdicio y un segundo plato de carne en asado, ¡todo un manjar! como veréis a pesar de todo y en aquellos tiempos nadie decía que tenía azúcar o colesterol, solo había hambre y mucho trabajo. Hago un inciso para decir que la víspera de la boda por la noche se daba la despedida de soltero y en ello se aprovechaba toda la casquería de las reses, cadenetas, asaduras, hígado, callos, sangre frita etc. media arroba de vino.

Trascurrido el día de la boda al día siguiente toda la familia se disponía a limpiar, fregar y repartir lo que se había pedido con las cestas que explicaba anteriormente, también se aprovechaba para comer en familia y hermandad, se estaba tanto para lo bueno como para lo malo, pero siempre muy unidos, felices y contentos, como veréis no tiene nada que ver con lo de hoy en día.

En este tercer día se aprovechaba por los novios para visitar a las familias, de manera que nos poníamos el segundo traje de gala, bien vestidos y arreglados porque había que ser agradecidos con los invitados y se les ofrecía nuestra nueva casa y ellos a cambio nos ofrecían una pequeña invitación que consistía en unas galletas de vainilla y una copilla de mistela. La mistela no faltaba en estas ocasiones y se vendía a granel por litros.

Hasta aquí es cuanto puedo contaros sobre la noviez y las bodas de aquella época, casi todas eran iguales y de esta forma se empezaba a formar la nueva familia, dando pasos cortos pero seguros, y empezar a vivir los primeros pasos del matrimonio, que dicho sea tambien en el matrimonio no todo es de color rosa , siempre ha habido y habrá altos y bajos, pero cuando hay amor en el corazón, todo se sabe superar,  porque el amor no son esas tonterías de juventud, el verdadero amor es cuando las personas miran siempre en la misma dirección y os lo digo yo que llevo casada cincuenta y dos años, y añado “ con el mismo”, y que no nos falte, porque realmente cuando se valora es a la vejez, que es cuando llega la soledad, pero esto es "harina de otro costal" y merece un capítulo aparte.

Os acompaño unas fotografías para que sirva de recuerdo de cuanto aquí relato, por aquello de que una imagen vale más que mil palabras. Con gran afecto. Paca Jiménez Muñoz.


Anexo:




sábado, 20 de marzo de 2021

UN BOSQUEJO DE RUTAS EN ALMEDINA.

 

Recuerdo que en un cierto momento en un incierto año, nos reunimos un grupo de amigos y barajamos las diversas posibilidades que tenía Almedina en cuestiones de senderismo. 

La primera, puesto que ya se veía establecido, era el recorrido por los azulejos que muestran la valiosa obra del gran Yáñez, solo que había que puntualizar que le faltaba ese orden que, quizás amparándonos en unas simples flechas, harían al caminante más cómoda la visita, no se perdería ninguna. A la par le llevaría ese paseo por el laberinto de calles que da renombre al pueblo y con el aliciente de que cualquier estación viste hermosa su arquitectura con semejante pinacoteca al aire libre.

Sus miradores, a los que bien acompañados con paneles en los que se incluyera el nombre de cerros, sinuosos arroyos, pueblos y, por qué no, una ilustrativa ave rapaz que con airoso vuelo se deja ver con frecuencia por estos lares. Como contrapunto la visita a su ermita de los Remedios y a la iglesia; la primera, fácil de admirar pues tiene por costumbre su cuidadora de dejarla abierta al visitante.

A estas obras se les puede añadir la fachada de la casa del catedrático Fray Juan Muñoz de la Cueva, la de Yáñez y el conjunto armónico que encierra un ayuntamiento donde cabe cultura, gobierno, asociaciones, correos y sanidad. 

Pero ¿y los caminos?, fíjese el lector que descendiendo por cualquiera de sus arboladas cuestas se llega al punto neurálgico de su bellísima fuente de Carlos V, solo sentarse y dejarse llevar por el sonoro estruendo de su inagotable caudal da para descansos sin prisas. Si le añadimos un recorrido en busca del agua que mana en sus otras dos fuentes, vimos, entonces, que todas las rutas se podrían entrelazar. Añadiendo miradores cercanos al agua, cuevas que tras verjas nos permiten elucubrar sobre qué esconden.

Todo esto queda enormemente engalanado cuando atisba agosto y el pueblo vuelve a sus orígenes moros y de noche endulza tierra, agua y cielo embarrancando sueños con realidades.

Pero hay una senda que para mí, y entonces la expliqué, es la que más encanto conserva. Desde el apeadero del Quijote, cruzando la carretera a Infantes, y acompañados de muros, llegar hasta su pequeño puente romano, la Cabricería al lado, y seguir camino adelante entre los tajones de huertas hasta la cantera romana, devolver pasos y ascender al vértice geodésico y desde allí dejarse perder por los montículos de tierra roja, que parecen salidos de otro lugar incierto, lejano, y retornar al pueblo. Ruta que algún día os mostraré.

Pero la lista se fue llenando de "títulos":La senda que lleva al arroyo de la Alameda, los Baños de Brochales, la ascensión al Gollizno, ese paraje tan espectacular que se llama Barranco Hondo, las Cuerdas, las norias que destacan alrededor de la carretera a Montiel, los distintos caminos viejos que unen los pueblos entre sí.

Paseando por esa salida tan bella y atípica de Almedina, entre diversos árboles y césped, todo muy bien cuidado que nos lleva a la carretera a Santa Cruz, poco transitada, nos conduce hasta el desvío de San Cristóbal, paraje precioso donde relajarse y pasar horas gracias al frescor que ofrecen sus pinos.

Recordé un camino que algo intricado me llevó, hacía tiempo, hasta la histórica Torres, pasando antes por la enorme encina del Toconar. Camino delicioso donde los halla.

O la senda que alcanzando el Guadalén nos llevaría hasta ese cruce de caminos que representa el romano "Charco el Gitano"

Nos perdimos en posibilidades y seguro que dejamos muchas en el cajón del olvido. Pero...Fue una auténtica sorpresa el sábado pasado poder contemplar lo que allí se está haciendo, desconozco desde cuando pero el bosquejo de lo que ahora hay me parece que dará qué hablar. Sin duda Almedina seguirá destacando en esa lista de ser uno de los pueblos más bellos de la provincia.

Como una imagen vale más que mil palabras, enmudezco y dejo paso a lo que es ahora. 

Esperemos que cuando todo esté concluido tengamos una razón más para pasear por Almedina.



























Marzo 2021.

A Esther, por lo que hizo y dejó en Almedina, gracias.

viernes, 12 de marzo de 2021

"HISTORIAS DE LAS LAVANDERAS Y LAVADEROS DE MI PUEBLO" PACA JIMÉNEZ MUÑOZ.

 



Historias  de las lavanderas y lavaderos de mi pueblo

Villamanrique es un pueblo, del Campo de Montiel, pequeño y bonito, con mucha historia y solera, por eso yo les cuento la historia de lavaderos y lavanderas.

Lo que les voy a explicar, a tiempo que sucedió, allá por los años 55 -60.

Siendo yo muy niña recuerdo que en mi pueblo escaseaba el agua, no había red de agua corriente en las viviendas ni tampoco red de alcantarillado, solo había una Fuente en la Plaza principal del pueblo, con dos caños a los que les bautizamos como “el caño Gordo” y el otro “el Ruin”

Había  tambien dos pilares denominados El Pilar Viejo, que  tenían dos caños, un caño normal y el otro un caño con un chorro diminuto. Y otro pilar era el llamado del Pilarillo, este tambien tenía dos caños pero eran de pena, dos chorros diminutos y uno a veces se cortaba y no salía agua, de manera que cuando queríamos llenar el cántaro de agua, había que pedir la vez para saber cuándo te tocaba, de forma que al día podíamos llenar unos tres cántaros de agua.

Villamanrique por entonces contaba con mayor población que ahora, había más habitantes y se necesitaba el agua a diario, tanto para beber como para las faenas del hogar.

 Como el líquido preciado era tan escaso, de tanto ajetreo de idas y venidas, las mujeres acudíamos a los lavaderos y allí nos defendíamos mejor para el lavado de las ropas, su tendido y secado.

Los  lavaderos eran muy apreciados y concurridos por todas las mujeres y empiezo mi relato  por el lavadero de los Pozos de Peña Gorda, que están al pie de la Sierra. 

A pocos metros de la ermita de San Isidro estaba el Pozo de Tremedal que era muy pequeño y casi de uso familiar; otro era el de las Melgas de igual uso familiar, otro era  el Pozo de Román, a este sí que íbamos mucha gente a lavar , y otro era el Pozo de la hermana Dolores, que era un pozo muy vistoso, de gran amplitud. Todos los pozos anteriores carecían de brocal, pero este  último, alrededor del anillo del pozo, tenía como unos dos metros de empedrado y al terminar el anillo, una caseta de piedra con su techumbre y una puerta, ese era el lugar más concurrido sobre todo si llovía o había tormentas, porque nos podíamos guarecer  y refugiar de la lluvia.

He de decir que para poder ir a los pozos, había que ir el día anterior a por la llave a casa de los dueños, y luego por la noche del día de la faena, había que volverla a depositar a sus dueños y pagar, siendo el importe a satisfacer de “Dos Pesetas”, por lavar todo el día, y nos preguntaban quienes habíamos estado respondiéndoles pues: "La Carmen, La Pepa, La María y la Ramona",estas ya sabían que tenían que ir a pagar. Esta cantinela era igual para todos los pozos.

Siguiendo con la ruta llegamos a los Pozos de la Alegría, los dueños vivían en el cortijo que tenían junto al pozo, de manera que nos ahorrábamos tener que pedir la llave. De este pozo recuerdo que era un agua como no había otra, era de un sabor anisado y comentábamos que con esa agua, sol y jabón del que hacían nuestras madres en las casas  con sosa y aceite (y aún se continua haciendo), se quedaban las ropas como las estrellas. Aquí se encontraba este pozo en el que había una caña que era como un túnel, una bóveda de unos cinco metros y allí entrábamos y al final de esta había un caño de teja precioso, era un agua muy preciada  para las legumbres y allí subíamos, al pie de la sierra, las más jovencitas y mozuelas  con nuestro cántaro para luego cocer los garbanzos y demás legumbres, y además nos lavábamos la cara porque te daba un brillo en el cutis, que resplandecía como el sol.

Siguiendo la sierra, al poniente, nos encontrábamos con el cortijillo de las Chispas, cuyos propietarios eran D. José Guijarro y Doña Catalina. Era una finca de recreo y estaba habitada siempre por un matrimonio que carecía de medios y allí se recogían y no pagaban nada de alquiler solo a cambio de lavar las ropas del propietario y tener limpio el cortijo. Era pequeño, contaba con una habitación y una cocina con una chimenea y al lado de esta, un chinero para dejar los platos.

Este pozo tenía unas puertas parecidas a una ventana, y no necesitábamos soga para sacar el agua, pues siempre estaba lleno y con los cubos y las manos sacábamos la que se necesitaba. De este mismo pozo salía un arroyo, (aunque de los arroyos os contaré más adelante), y así mismo había unas hormas de piedra para tender la ropa, que quedaban hermosísimas, y debajo había un navajo de agua que siempre estaba lleno.

Ahora pasamos a la Noria del Hermano Chinitas, que se encuentra en el camino de la fontana, entre olivos. Este lavadero era una noria, no era un pozo, por eso era distinto a los demás, su dueño hizo un aljibe cuadrado y  todo su alrededor revestido  de piedra  y cemento, acondicionado para dejar los cubos, y en ese aljibe se recogían todas esas aguas sobrantes que se derramaban. Aquí sí que volveríamos al mismo sistema de petición de llaves y devolución de las mismas y  su pago.

Seguimos con la misma dirección de poniente y nos trasladamos al Cortijo del Hermano Pinocho, se trataba de un matrimonio mayores de edad y que vivían en este cortijo o más bien refugio porque se encontraba muy deteriorado, y recuerdo cuánto frío debieron pasar sus moradores porque yo pasé más de lo que se os pueda figurar entre otras razones era, que yo solía ir con más frecuencia allí. Era un lavadero al que iba cuatro días seguidos a lavar y se pasaba mucho frío en invierno y muchos calores en verano. Recuerdo que la hermana Pinocha se asomaba a la puerta y me decía: “Muchacha ven y te das un calentón, que te vas a quedar tinfana”, y  me insistían tantas veces que no podía resistir la tentación de darme el calentón del fuego  que desprendía la hoguera  prendida  en la chimenea, y mientras me calentaba me decía: "Os voy a leer la carta de mi nieto que se fue a la Guardia Civil" y al que ellos habían criado, dicho nieto se llama Juli y la carta la leía una y otra vez. Os cuento esto porque tanto tiempo pasaba con ellos que parecíamos que éramos familia, yo les quería mucho al igual que ellos a mí.

Este pozo que aún existe, era un pozo abundante y allí nos juntábamos ocho o diez mujeres lavando todo el día, y a pesar de ello no se notaba bajar de nivel. Los cubos eran de cinc, no había llegado todavía el plástico y a veces ocurría que se rompía la soga o se te escapaba de las manos y allá que te va el cubo al pozo, "¿y ahora qué hacemos?" pues la solución era echar las abarrederas de las ánimas, o las de San Antonio. Las primeras estaban en casa de  Ambrosio, y las segundas en casa de la hermana Antonia la Monja, claro está que había que dar una limosna para la iglesia, para los pobres o para misas.

Os explico cómo eran las abarrederas, consistían en un aro de hierro y una cruz cruzando el aro, y una anilla grande donde se ataba la soga, y alrededor del aro unos trozos de cadenas y en cada cadena unos ganchos que al echarlos al agua y llegar al fondo, engarzaría  con los cubos u otros objetos perdidos. A la vez que se echaba la abarredera se decía la petición más o menos así: "Ánimas benditas que se enganche mi cubo" y a veces salían dos y tres cubos engarzados de gente que los había perdido, de aquí viene el dicho de “eres peor que las abarrederas de las ánimas”. Esta apreciación es muy utilizada cuando quedan las últimas sobras de comida, y con el fin de apurarlo todo.

Ahora aprovecho para deciros cómo se lavaba la ropa, La piedra era una losa llana y hermosa y alrededor hacíamos un rondo de piedras pequeñas sobre la tierra para evitar que la ropa diera con la tierra, se le daba un” ojo de jabón”  a toda la ropa blanca y la íbamos dejando sobre aquellas piedras y cuando ya estaba toda enjabonada se echaba el remojo y empezábamos otra vez a restregar y zapatear, otro buen ojo de jabón y a la horma y después tender, con jabón se  regaba unas tres veces y después vuelta a quitar ese ojo y lo que estaba bien  se ondeaba con un agua de azulete y a tender en las matas de los chaparros para secarse, y la que al sol no había quitado las manchas, otra vez jabón y al sol. Ni que decir tiene que cuando se terminaba la faena  había que fregar los cubos para volver a echar la ropa ya limpia. La limpieza de los cubos era muy curiosa porque se hacía con un puñado de hierbas secas y un puñado de tierra del suelo, se restregaba y se enjuagaban con agua y quedaban tan limpios que parecían de plata, este detalle era muy apreciado por las lavanderas de verdad, y otro detalle era llevar el mandil bonito y planchado durante el trayecto a los pozos y una vez allí se cambiaba el mandil por otro de pana, dejando a buen recaudo el primero con mucho decoro y esmero, junto a la merienda, o bien en un árbol u oliva colgado para evitar que las hormigas no se metieran en la comida. La comida se decidía con mucha armonía y respeto a las mayores que lo decidían a la voz de “Venga muchachas vamos a comer”, formándonos en corro, sacábamos la merienda y nos disponíamos a comer que por lo general casi todas llevábamos lo mismo, unos pimientos fritos, un huevo y una sardina salada y el postre no se estilaba porque solo había un puñado de aceitunas de las que endulzábamos, o un hilo de uvas el que tenía viña, o un melón.

Poca cosa verdad, pero sabía a gloria bendita y qué felicidad, cómo lo pasábamos de bien, había una gran unión y cantábamos romances, que por cierto de vez en cuando venía un hombre que le decíamos "el romancero" y se ponía en las esquinas  y cantaba el romance que se trataba de hechos sucedidos  por el mundo, tras cantarlos sacaba las copias de los romances en papeles de color, cada color una historia y los vendía a perra gorda cuyo valor eran 10 céntimos de antes. Nosotras nos los llevábamos y cantando repetíamos una y otra vez estos romances hasta que terminábamos por aprenderlos de memoria. Al final os pondré uno de estos romances, que por cierto conservo escritos porque la edad no perdona y ya la memoria no es como antes, de manera que teniéndolos escritos siempre se pueden recordar.

  Y ahora voy con el último pozo, este está en la carretera de Andalucía antes de llegar a los baños de Perete, a la derecha y se le conocía como El pozo de las Canteras. En este pozo no se pagaba nada, era un abrevadero para los animales, era un pozo hermoso y grande, también sin brocal y llevaba cruzada una viga grande de madera. Por cierto, un buen día estábamos lavando tres mozas, ellas dos eran mayores que yo, y yo tendría 15 ò 16 años, una de ellas que se llamaba Salud, cayó al pozo y la otra sin pensárselo se  metió en el pozo, se espatarró en la viga y la salvó, la que cayó era "la Salu de Gabriel" y la que la salvó, "la Ramona de Colas", ya fallecidas y Dios las tenga en la gloria bendita, y una servidora me llevé un susto de muerte, hice lo que pude y rezar que era lo único que sabía.

Ahora me voy a lo de los arroyos que os decía anteriormente, uno era el “Arroyo de las Eras” que baja del cortijillo de las Chispas, otro  el arroyo de las Entresierras  y el arroyo del Pozo de los Rojos. En estos cuando había temporales de pleno invierno y llovía tanto, bajaban plenos de agua, en ellos hacíamos unas charcas ahondando en el arroyo y lo empedrábamos con piedras pequeñas para que el agua no se removiera con la tierra, poníamos  unas losas de las que por allí había, una enfrente de la otra y al final de la charca la cortábamos con piedras más gordas, de esta manera se sujetaba el agua y con la ropa el agua quedaba estancada aunque corriese, pero había agua suficiente, esto se hacía cada cinco a seis metros de arriba abajo, y claro para poder hacer estar charcas había que madrugar para acotarlas y había veces que cuando llegabas con tu ropa, las charcas ya estaban ocupadas, por eso nos levantábamos antes de ser de día, llevábamos un trapo, lo ponías en la piedra y con otra piedra lo sujetabas y se respetaba el turno .

Finalmente rematamos con el denominado El Abrevadero que se encontraba ubicado al final del pueblo, en el quiñón del hermano Quico, en el arroyo de los Perros, junto a la huerta del hermano José García, y frente a la hoy Guardería Infantil. Tenía un pilón muy grande y manaba mucha agua de manera que abastecía igualmente como abrevadero para los animales, por la circunstancia de proximidad estaba siempre muy concurrido, carecía de piedras  por lo que cada lavandera llevaba su tabla de madera y nos buscábamos las mañas para coger buen sitio, dejando algún señuelo o la tabla y otra de las ventajas que tenía era que no había que echar merienda, al mediodía a comer a la casa.

Hasta aquí es cuanto recuerdo de modo generalizado sobre los lavaderos y el modo de vida de las lavanderas, solo me queda agradecer con mucho cariño y respeto a las que fueron mis compañeras en la adolescencia y a cuantas ya nos dejaron para pasar a mejor vida, agradecerles su enseñanza y sabiduría para tales menesteres y por todo lo compartido con ellas, su ayuda entrañable en estas tareas, su bondad y buen trato que nunca olvidaré, y a quienes rindo un merecido homenaje con estas historias. Y a vosotros queridos lectores, pediros disculpas si la narración no es lo más correcta,  he mantenido el léxico que se utilizaba  entonces y las palabras a veces desconocidas o raras pero  fácil de entender, espero que sabréis disculpar. Gracias






miércoles, 10 de marzo de 2021

TORRENUEVA SEGÚN MADOZ.

 



"Villa con ayuntamiento en la provincia de Ciudad Real (9 leg.), partido judicial de Valdepeñas (2), aud. terr. de Albacete (37), diócesis de Toledo (24), ciudad g. de Castilla la Nueva (Madrid 34). Sit. en una loma ó altura muy cercana al río Jabalón, y rodeada de huertas, alamedas, olivares y muchas viñas, es de Clima templado y atmósfera despejada; reinan los vientos E. y O., y se padecen pocas enfermedades. 










Tiene 280 Casas, la del ayuntamiento, cárcel, escuela de niños dotada por los fondos públicos; otra de niñas sostenida por retribución;









iglesia parroquial (Santiago el Mayor); curato de primer ascenso y provisión de S.M. á propuesta del tribunal especial de las Ordenes Militares, como perteneciente á la de Santiago en su vicaria de Infantes; 3 ermitas en la villa



y una en las afueras dedicada á Ntra. Sra. de la Cabeza, patrona de la misma. Rodea al pueblo por el E. la Rambla, que aunque sin agua en el estío, causa en el invierno algunas veces grandes daños en las muchas huertas situadas en sus márgenes; al S,. la circundan varios cerros llamados las Cumbres, los cuales tienen un piso suave, y por las muchas yerbas aromáticas que producen y punto de vista que presentan, ofrecen en verano y aun en los días claros de invierno un paseo ameno y delicioso, y por O. se estiende la campiña, que en veranos lluviosos da abundantes cosechas de cereales. 


Confina el término por N. con el de Valdepeñas; E. Cózar; S. Castellar de Santiago, y O. Sta. Cruz de Mudela, estendiéndose 4/2 leg. en todas direcciones, y comprende 2 encinares, uno del común y otro de propiedad particular; 3 quinterías de labor y unos baños minerales de agua delgada, saturada de hierro, que por su virtud tónica producen muy buenos efectos. Le baña el río Jabalón, que pasa a 800 varas de la villa, y fertiliza las vegas inmediatas.




Los Caminos son vecinales. El Correo se recibe en Santa Cruz de Mudela por un encargado. Prod.: trigo candeal, cebada, centeno, vino, aceite y legumbres, todo en abundancia; se mantiene ganado lanar, cabrío, vacuno y mular de labor, y se cría caza menuda.


Ind. y Comercio: telares de h?, paños, estameñas y otros tejidos, manejados por las mujeres; una fábrica de teja y ladrillo, otra de arcaduces..., algunas de cal, y una tahona. Se esportan el vino, aceite y granos, y se importan telas de seda y algodón.

Pobl.: 278 vecinos. 4,390 almas. Cap.Imp.: 806,900 rs. 

Contr.: 44,868 rs, 15 maravedises.


 

Es población moderna posterior á la época en que se posesionó la orden de Santiago, del Campo de Montiel. El infante D. Enrique de Aragón, gran maestre de esta orden, le concedió considerables privilegios, y á su favor se acrecentó la villla. Es patria de los venerables Fr. Sebastián de San Antonio, trinitario descalzo, y Fr. Juan de la Encarnación, de la misma orden"

Madoz.


martes, 9 de marzo de 2021

ALBALADEJO SEGÚN MADOZ.

 



"Villa con ayuntamiento de la provincia de Ciudad Real (18 leg.), partido judicial y adm. de rent. de Villanueva de los Infantes, diócesis de Toledo (35), audiencia terr. de Albacete (18), ciudad g. de Madrid (38) Situado en terreno desigual y algo elevado; 






de Clima sano, bien ventilada, con 235 Casas de piso bajo, propias para labradores, calles bastante rectas pero mal empedradas, 


plaza de 67 varas de long. y 47 de lat., escuela de primeras letras con 5 reales diarios de asignación, pósito, posada pública, 


iglesia parr. de poco mérito, de una sola nave (de 55 varas de long. y 15 1/2 de lat.), dedicada á Santiago y Sta. Ana, y servida por un cura perpetuo que se provee por oposición en el tribunal especial de las Órdenes; cementerio que nada vale, 



y una fuente de agua muy buena que surte regularmente al vecindario. 


Confina su corto término por N. con el de Montiel, E. con el de Villanueva de la Fuente, S. con el río Guadarmena, y por el O. con el término de Terrinches. Es muy escaso de leña y tiene algunos pastos pertenecientes al común. El Terreno es llano y desigual con tierras roturadas de 1ª, 2ª y 3ª calidad y alguna huerta; á 1/2 legua de la población hacia el S. pasa el arroyo de Villanueva de la Fuente (llamado así porque proviene de la abundante fuente de esta villa), que marchando de N. á O. como 2 leguas escasas, si bien se seca así que se empieza á regar las huertas, se introduce en el río Guadarmena, que divide á distancia de otras dos leguas los términos de esta provincia y la de Jaén: 


á 1 legua escasa, pero en el término de Villanueva de la Fuente, se hallan los baños llamados de Albaladejo ó Agua Dulce, de los que hace aquí mérito, á pesar de hallarse en el término, de otro pueblo, ya por su proximidad a Albaladejo, ya también porque llevan su mismo nombre (V.). Los Caminos á los pueblos circunvecinos, son útiles para ruedas, y hacia el S. se halla la subida del camino real que dirige á la poblaciones de Sierra Morena. 


La Correspondencia se lleva de Infantes dos veces á la semana. Prod.: trigo, cebada, centeno, mucho vino y patatas, poco aceite. Hay mucha cría de ganado lanar, cabrío y vacuno, bastante caza de liebres, conejos y perdices, y en la parte del Guadarmena algún venado, corzos, jabalíes y lobos. La principal prod. de los naturales consiste en la agricultura, ganadería, arriería con burros y esportación de maderas de pino de las sierras de Segura y Alcaráz, con mas de 100 carretas á todas partes del lado meridional del Guadiana. Hay varios telares servidos por mujeres, en los que se teje paño común, llamado pañete, y lienzos ordinarios, y una fábrica de curtidos establecida hace pocos años. Pobl.: 339 vecinos, 1695 almas. 


Cap. Imp. 225,000 reales. Contr.: 22,166. Presupuesto Municipal: 3,500 reales, se cubre con el prod. de la taberna, posada y algunos pastos. Esta v. corresponde á lo que se llama el Campo de Montiel: era aldea dependiente de Villanueva de la Fuente, hasta el año 1213 en que el Sto. Rey D. Fernando III por su resolución dada en Valladolid á 18 de febrero, y á consecuencia de cierta contienda entre la ciudad de Alcaráz y los caballeros de la orden de Santiago, declaró pertenecer á estos, dando a los de Alcaráz otros términos en indemnización: tuvo algún tiempo el nombre de Albaladejo de los Freíles, y esto fue sin duda con motivo de la real determinación que acaba de citarse, pero en el día ha perdido esta segunda denominación, aunque siempre ha pertenecido á aquella orden"

Madoz.