La mañana del sábado 19 de abril mientras se cruzaba mi camino, el del molino de Felguera, con la Vereda de los Serranos, me pareció ver a lo lejos, allá donde las líneas se pierden en las tupidas encinas del Teatino, a un pastor, aunque quizás fuera un ingeniero industrial retirado de los entresijos de las medidas, o un pacificador, o tal vez un escritor andante, porque los surcos que iba dejando su estela se amontonaban como cerros rojizos de esa arenisca que luego más tarde dispersará el tiempo. Di con la vereda, un afluente más que va a parar a la Cañada, sin acaso buscarla, surgió de un horizonte limpio más allá de Triviño para, a mi izquierda, remontar en la lejanía los límites de Jaén. El pastor no se iba, regresaba, porque hay personas que no dejan a los suyos, se esconden entre los pliegues de las mañanas, entre los alcores del mediodía y revuelven los cajones que la noche cierra. No se van porque dejan sus escritos, sus huellas tras Santa Teresa y San Juan de la Cruz, sus sucesivas veredas donde pasan de ser aprendiz a pastor, sus remozados puentes, las agendas completas para colaborar con los urólogos en el Sáhara...y al amparo del velo de su familia, de su inseparable Amalia, cierra los ojos con el sueño reparador de quien conoce que todo lo que ha intentado lo ha hecho bien.
Podría mencionar un extenso catálogo de esas inquietudes que hicieron de Miguel una persona extraordinaria, pero hoy, Día del Libro, quisiera atrapar al escritor que nunca quiso reconocer, pues la modestia se lo impedía, sin embargo su penúltimo trabajo:"Tras las huellas del pintor Francisco Cerezo en la Sierra de Segura", lo reafirma en ello. Miguel era un hombre de "empeños", ahí nos queda la restauración del puente Mocho en Beas de Segura, reconducir el aura de trascendencia que tiene la trashumancia, los lavaderos que salpican el territorio de la sierra de Segura, los molinos condenados al ostracismo, como las centrales hidroeléctricas en ruinas a las que hacía funcionar con sus concienzudos cálculos, sendas, caminos, veredas...a todos les levantaba el polvo al extraerles los pasos históricos que lo mismo diera una santa que un admirable pastor.
Tendrán un momento, seguro, para dejarse llevar por las páginas de su blog "El Chilanco Elías" donde fue archivando cada historia, cada semblanza, cada cariño a la tierra, al patrimonio olvidado, a los pueblos y a sus gentes. Hoy le lloran lo mismo el Cristo de José el Lanero en su hornacina, como el mastín que le mira con devoción , como la espiga de trigo que ve pasar su figura perderse allá donde la vida se mece en un sueño eterno.
A los que tuvimos la inmensa suerte de conocerle, privilegiados en los jardines de la amistad, nunca dejaremos de alabar su cosecha de pastos y ovejas en aquella conferencia que nos regaló en Torre de Juan Abad o si nos perdemos a la sombra de los estribos del puente de Vandelvira en Albaladejo o, tras las seccionadas columnas de Jamila, acabaremos agradeciendo, al verlas dorarse con el sol naciente,
que la historia no solo la escriben los grandes, mecenas de un tiempo pasado, la hacen aquellos que tras formular preguntas no cejan en el empeño de hallar respuestas.
Si se cruzan a un pastor solitario en la estrecha calzada del puente de Almedina, deténganse y pregunten por su oficio, escúchenlo, no corran contra el tiempo.
Miguel escritor, Miguel amigo. No te olvidaremos.