domingo, 30 de mayo de 2021

"INVITANDO A ESCRIBIR" DE BIENVENIDO TORIJA CAMPOS.

 





"Antes de nada, agradecer a Rosa la invitación para participar con esta entrada en su blog -DESDE EL CAMPO DE MONTIEL-. 

Dado que hoy toca el turno a la poesía, a modo de presentación y en vez de hablar de mi historia personal, quiero hacer una invitación para escribir y como argumento, voy solamente a decir que para mí, escribir..."


Viene a ser de algún modo un compromiso, 

como un tomar conciencia de lo andado. 

Guisar con lo vivido un concentrado, 

sirviendo el plato de un modo conciso. 


Es autoconcederme ese permiso

 para decir las veces que he dudado 

y aprender, que así queda bien grabado, 

y al futuro le sirve como aviso.


Escribir como remedio ante el olvido. 

Escribir de la alegría y de la pena. 

Escribir de lo divino y de lo humano. 


Escribir en el lenguaje más cercano 

porque así es como el alma se serena. 

Escribir le da a los días otro sentido.





SOÑÉ QUE ERA NIÑO.


Estaba volviendo a casa, de jugar,

 y sin ningún porqué me he despertado, 

siendo ya de madrugada no he dudado.. 

- si me duermo, no lo voy a recordar - :

 

No era de noche ni de día, 

(de esas cosas que pasan al soñar) 

las aceras de las calles, de empedrado, 

las calles con su barro, y el pilar, 

dos caños desiguales y colgado, 

un cubo que se mece, de metal.

 

Saltos sobre el pilón de uno a otro lado, 

con los brazos en cruz sobre su canto, 

dándole varias vueltas y entretanto, 

las mulas que se acercan a abrevar. 


A lo lejos se escuchan campanillas, 

las ovejas y las cabras del “Común”,

 pasa un hombre mayor que va cargando 

con las rejas que acaba de abuzar. 


Con sus cubos veo venir una chiquilla… 

A ver… ¿Por qué tendré que despertar?.





LOS NIÑOS DEL RÍO ÓRBIGO.


Era un día de primavera 

de ilusiones jóvenes repleto, 

un día de sol lleno de espera, 

para unos niños ya siempre de regreso. 


Fue el último día y el primero 

para unos pobres niños inocentes 

volvían a casa, al encuentro, 

y el encuentro se vio aplazado eternamente. 


No volverán ya las calles de este pueblo 

a oír a esos niños jugar alegremente 

un grito de auxilio rompió el silencio 

y después, nuestros niños 

se fueron para siempre.


Pasaran muchos años y el recuerdo

de estos niños, quizá llegue a borrarse

 mientras tanto, sus padres, en el pueblo, 

dejarán la mesa puesta, el plato lleno, 

esperando que algún día, 

vuelvan a sentarse.






NOCHE EN LA SIERRA.


El cielo se derrama lentamente, 

será la noche oscura, larga y fría. 

La calma, la quietud, la melodía 

del pinar en otoño, nuevamente, 


activan los recuerdos y mi mente, 

recurre por inercia a la poesía, 

(que vistiendo realidad de fantasía, 

las horas pasan más rápidamente). 


No es frecuente, me imagino, componer 

y hacerlo sin tener un objetivo, 

tan solo para el tiempo entretener, 


y metido de lleno en el “quehacer” 

de corregirme todo cuanto escribo, 

es el punto en el que empieza a amanecer.





EVITANDO JUZGAR.


Ese empeño mío de hablar con propiedad 

me lleva a no excederme en alabanzas 

ni reproches, a la gente y sus andanzas. 

A indagar si es que cabe, en la verdad 

del porqué de cada uno en el obrar, 

que si bien lo que acontece ha de importar, 

más me importa el aliento que lo empuja. 


No resulta ser oro todo, lo que lo parece, 

ni mala hierba todo, lo que vigoroso crece. 

Que hay buenas obras que esconden vanidad. 

Que algunas malas obras, 

resultan de una herida, 

y llegado el caso, va mejor hilo y aguja, 

y ayudar en la cura, que juzgar.




ES POR AQUEL CABALLERO.


Es por aquel caballero, 

que en los Campos de Montiel, 

ya casi, en Sierra Morena, 

rellenamos el tintero, 

y sobre el blanco papel, 

limpio como la patena, 

derramamos otra vez 

poemas de pregonero. 


De pregonero han de ser, 

pues aun no siendo el fin, 

el tiempo hace coincidir 

su lectura con las fiestas 

en honor a San miguel.

 


Y así, con ese pretexto 

como tantos otros hay 

para pompa y ornamento, 

desmenuzamos sus coplas, 

paramos de nuevo el tiempo 

y nos crecemos con él. 

Coplas que suena en plural, 

como si es que de la misa 

supiéramos la mitad,


más.......... 

todos pensamos una: 


Esa en que cuenta el final 

de quien le puso en la cuna, 

de aquel de buenos, abrigo, 

amado por virtuoso de la gente. 

Del maestro de soldados y valientes. 

De aquel del que se dijera, 

“gran señor para criados y parientes”. 


De todo ello y de más 

deja constancia su pluma, 

que no hay que dejar pasar 

el instante en que la musa, 

haciendo hueco en su agenda 

nos decide visitar.


Y así, juntó en un poema, 

sus pesares por el luto, y añoranzas. 

Su pensar sobre esta vida, y venideras. 

Su visión de la nobleza, y de sus luchas. 

Del vivir del pueblo llano, 

y sus miserias. 

Y junto a su fe, sus dudas. 

Y su saber de conquistas 

y de historia.


Dejemos a los troyanos 

escribió Jorge Manrique. 

Dejemos, propongo yo, 

atrás tiempos medievales, 

que para saber tristezas 

no es preciso retornar, 

a aquellos lares. 


Y pues que de lo ocurrido 

tenemos constancia ya, 

en la historia que nos cuentan,

 sírvanos para evitar aquello tan repetido, 

del tropezón en la piedra. 


¿Qué tanto apego al pasado?. 

¿Qué tanto pensar esclavo 

de lo que pensó otra gente?. 

Del mismo modo de hacer, 

¿Porque habremos de esperar 

Resultado diferente?.


Lamentose el caballero 

como nos trata la muerte 

cual pastores de ganado

y hoy nos tratamos los vivos, 

cual ganado propiamente: 


Según familia de origen 

Se es de unos o se es de otros. 

Y una vez etiquetados. 

lo más noble es apoyar 

y noblemente apoyamos 

y apoyamos sin pensar, 

que pensar ya piensan otros. 


Que porque su abuelo fue, 

que porque mi abuelo era, 

él me mira de reojo 

y yo a él de igual manera. 

Y mientras dura la afrenta, 

-y alguien velara que dure-, 

no aviva el seso y despierta, 

y se pasara la vida, 

contemplando, 

y se llegara la muerte, 

tan callando.


 Y pues callando es el modo 

en el que ha de estar la gente, 

porque así es como interesa


a los que piensan, 

para mantenerlo así, 

lo que sea preciso hacer 

se hace, 

y si hubiera que inventar 

se inventa. 

Que dicen que repetidas 

las mentiras, 

se transforman en verdades. 


Y estipulan: 


La cosa que no es verdad, 

si es mil veces repetida 

se convertirá en verdad. 


¡ Malas cuentas...! 


Soy yo más de calcular, 

que repetida mil veces, 

la cosa que no es verdad, 

será mil veces mentira.


Y tocando ya al final

de este verso que no fue concebido,

"Como un lujo cultural

para neutrales",

no se muere en su final,

ni lo busca,porque viee,

como un arma cargda

de futuros despertares

a otras miras.


Buscando juicios certeros

me despido en este lance,

que si yo llegue a este trance,

fue por aquel caballero.






TIEMPOS DE PANDEMIA.


Se quitaran las cintas de los parques. 

Las puertas se abrirán de par en par. 

El sol saldrá por donde siempre. 

Sentiremos sin embargo, brilla más. 


Volveremos a llamar en otras puertas. 

Volverán nuestros timbres a sonar. 

Y un abrazo, y dos besos, como siempre. 


Quizá se abrace entonces como nunca, 

con algo de más fuerza y por más tiempo. 

Los besos dejaran con gana al aire, 

e irán a la mejilla, de verdad. 


En los bancos de los parques, 

los mayores, que nos queden, 

mirarán aliviados a sus nietos, 

o a los nietos de otros, 

como llenan de risas el lugar.



Fotografías de Miguel Felguera.




viernes, 28 de mayo de 2021

LA BANDA DE MÚSICA DE VILLAMANRIQUE EN LOS AÑOS 70. POR JUAN ANTONIO VALLE.

 




"Bueno, voy a hablar un poquito de la banda de música de Villamanrique, de mis tiempos, no de la banda que hay ahora

En el año 1971 más o menos empezó la banda con Don Manuel el párroco, que había aquí por entonces, que fue el que propuso de hacer una banda en Villamanrique, entonces estaba el hermano Dámaso, porque así lo llamábamos, que había sido músico en su juventud y fue el que formó la banda, que ya estaba jubilado.
Yo comencé unos 2 años después, con la edad de 13 o 14 años. Cuando salí de la escuela aprendí a tocar el trombón pero no de varas sino el de pistones que había entonces. En el año 1974 fuimos a tocar a Montiel para el Cristo de la Expiración que eran sus fiestas patronales el 14 de septiembre, por cierto muy bonitas, estábamos tres días de fiesta y la víspera. Luego dormíamos allí, nos repartían en las casas, yo como mi padre era de allí, de Montiel, dormía en casa de mi tía y no nos faltaba comida, nos daban de comer y todo.
Allí nos tomaron las medidas en Montiel en el teleclub que le llamaban, que era como un bar, para confeccionarnos el traje de músico con la gorra de plato, que ya lo estrenamos aquí en Villamanrique en nuestras fiestas en la procesión de San Miguel, recorrimos los pueblos de todos estos alrededores, Castellar de Santiago, Montiel, Almedina, Cózar, Albaladejo, Santa Cruz de los Cáñamos, Carrizosa, Puebla del Príncipe, Terrinches, Aldeaquemada que es de Jaén, también recuerdo que estuvimos en Infantes tocando en la ermita de la Antigua en la plaza de toros, que por cierto los toros eran de don José Tomás Frías.
En todos los pueblos por la mañana tocábamos Diana, luego se tocaba en las procesiones y por la tarde tocábamos en los toros y si en algún pueblo no había toros, por la tarde tocábamos en la plaza unos pasodobles para que bailaran la gente.
Tengo que decir que el hermano Dámaso nos enseñó, a todos los críos que éramos, desinteresadamente sin cobrar.
Con los estudios que él tenía pues tengo que reconocer que el hombre tocaba muy bien, nos enseñaba lo que el sabía en su casa, no me puedo olvidar de que había también gente mayor en la banda que por cierto ya están muertos por lo menos 8 o 10 o más.
La banda se compuso con los siguientes instrumentos: un bombo, dos cajas, para quién no lo entienda son dos tambores, los platillos, un bajo, dos bombardinos, dos trombones ,tres trompetas, cuatro saxofones, uno era tenor, y tres saxofones altos, una trompa, dos fliscornos, y 6 clarinetes, luego unos salían de la banda y otros entraban, pero ya cuando falleció el hermano Dámaso, la banda se vino abajo.
 En el verano del 1990 vino el señor Antonio Vaquero que era director y compositor de música de Madrid, por cierto muy profesional, a Villamanrique con su esposa, por ella ser de aquí. Retomó y formó otra vez la banda de música. Entramos de los que habíamos estado antes de pequeños, que ya estábamos casados y los mayores que había antes también entraron, tocamos para San Miguel en la procesión que, por cierto Antonio Vaquero compuso el himno de San Miguel que todavía está y siguen tocando, por eso escribo todo esto en homenaje al señor don Dámaso Jiménez ya fallecido.
Y a Antonio Vaquero que vive en Madrid, va por ellos, ¡viva la banda de Villamanrique! ojalá que sea para siempre"


Juan Antonio Valle.



 

viernes, 21 de mayo de 2021

MONTIEL VISTO POR ENCARNI GUERRA.

 



"Montiel forma parte de la Comarca del Campo de Montiel a quien da su nombre. Está situado en el margen izquierdo del río Jabalón, en el interior del valle que forman las laderas de los cerros de San Polo, las Camarillas y el Castillo de la Estrella, en el extremo sudoriental de la provincia de Ciudad Real,

Según los datos publicados por el INE a 1 de enero de 2020 es un municipio de 1294 habitantes.

Montiel, como la mayoría de los municipios de la comarca del Campo de Montiel, se ha visto muy afectado por la crisis económica que venimos arrastrando desde hace varios años. Con el cierre de la mayor parte de las fábricas de confección que dieron trabajo no sólo a los habitantes de Montiel, sino a una gran parte de poblaciones vecinas durante los años 70 hasta pasado el año 2000, ha hecho de la agricultura y los Planes de empleo gestionados por el Ayuntamiento las únicas fuentes de ingresos para muchas familias.


El hallazgo de numerosos restos del Medievo en el Castillo de la Estrella, construido por los árabes en el siglo IX y que resistió como baluarte musulmán hasta su conquista por los cristianos en el siglo XIII, ha facilitado la catalogación de Bien de Interés Cultural pasando a formar parte de uno de los mayores yacimientos de Europa y en cuya excavación arqueológica y conservación preventiva se trabaja desde el año 2012 aproximadamente.

Fue este castillo el que albergó a las tropas de Pedro I el Cruel antes del enfrentamiento con su hermanastro Enrique de Trastámara y que tras la muerte de Pedro I cambió el rumbo de la historia de Castilla y de España con la entrada de la dinastía Trastámara que culminaría luego dinásticamente con Isabel y Fernando.



La recreación de la Batalla de Montiel se celebra todos los años el fin de semana más próximo al 23 de marzo, fecha de la muerte de Pedro I y está reconocida como fiesta de interés turístico regional.


En cuanto a interés religioso, Montiel cuenta con la imagen del Santísimo Cristo de la Expiración, que aunque pertenece a Montiel, Santa Cruz de los Cáñamos y Villahermosa, son muchos los habitantes de los pueblos vecinos quienes le rinden absoluta devoción.

El Stmo Cristo de la Expiración sólo sale de su ermita en épocas de grandes catástrofes (casi siempre sequías) y con el acuerdo de representantes de los 3 pueblos mencionados.



San Sebastián Mártir da nombre a la Parroquia, ya que es el patrón de la localidad y celebra su festividad el 20 de enero. San Sebastián es intercesor contra las plagas y enfermedades contagiosas, por lo que durante la reciente pandemia se le ha pedido con devoción que nos proteja del mal.


Comparte patronazgo con Ntra Sra la Virgen de los Mártires cuya fiesta se celebra el segundo fin de semana del mes de mayo, intentando hacer coincidir la fiesta con su día que es el 8 de mayo, pero es el 15 de agosto, que se celebra su romería, cuando más devotos aglutina para festejarla.

Montiel tiene mucho que mostrar y recibe a sus visitantes con gran hospitalidad"


Encarni Guerra.


jueves, 20 de mayo de 2021

"MICROHISTORIAS DE LAS CALLES DE LA PUEBLA DEL PRÍNCIPE DEL SIGLO XVIII" (POR MIGUEL ÁNGEL DÍAZ NARANJO)

 



"Os proponemos un breve viaje al pasado de la Puebla del Príncipe, a través de algunas pequeñas historias sobre microrrelatos relacionados con algunas de sus calles. Y es que es un paisaje fácil de reconocer si paseas por esta villa, ya que parte del pequeño centro histórico conserva buena parte de trama urbana de siglos y sin grandes cambios.

Puede que sus protagonistas, poblatas y poblatos de 1752, nos resulten algo lejanos. Es natural. Pero si nos acercamos un poco a su día a día, veremos que son mucho más cercanos de lo que nos podría parecer. Vivían en casas que hoy en día son los solares y seguramente en algunos casos los cimientos de edificios de la actual Puebla. Suelos en los que han vivido generaciones de personas durante siglos.

En aquel entonces, la villa vivió un momento especial. A mediados del siglo XVIII en la Corona de Castilla se realizaba, una detallada averiguación de sus habitantes, propiedades territoriales, edificios, ganados, oficios, rentas, geografía a fin de realizar una reforma fiscal para mejorar los ingresos de la Corona. Fue ordenada por el rey Fernando VI a propuesta de su ministro el marqués de la Ensenada, de ahí su nombre actual, el catastro de Ensenada.



La calle del Aire.

En los siglos XVIII y XIX, la calle del Aire era uno de los viales que limitaban el casco urbano de la Villa por el lado que daba a la Sierra. Hoy todavía hay calles del Aire en muchos núcleos de la península, incluido en Villanueva de la Fuente, en Terrinches, Villamanrique.... En la Puebla del 1752 la calle del Aire (ya se llamaba así) contaba con casas como la de Antonia y su hermano Pedro, ella de 18 años y él de 28 años. Vivían con su madre, Luisa Pérez de 62 años, una edad avanzada, en una época en la que la esperanza de vida era mucho más baja que la actual. Luisa era viuda de Juan de Ballesteros. La casa de los Ballesteros Pérez lindaba con la de Bartolomé de Lillo y con el callejón que va al Calvario.



La Plaza (hoy Plaza de Castilla la Mancha).

La Plaza, siempre ha sido el centro de la vida civil de la Puebla. En 1752 contaba con siete casas, incluida el Ayuntamiento que presidía como ahora este espacio público. Aquella edificación, más reducida que el actual edificio municipal, constaba de cuarto bajo que servía de cárcel y en lo alto la sala capitular, con un techo de bovedilla, espacio donde se realizaban las reuniones y las sesiones del Concejo de la Villa y donde también se guardaban los documentos del Concejo. No era, ni mucho menos, el edificio más grande de la Puebla, con sus casi 77 metros cuadrados. Pero no todos los pueblos de aquel momento disponían de un edificio propio, muchos tenían que hacer las sesiones al salir de misa, en la propia parroquia o en alguna casa particular.

Lindando con las Casas del Ayuntamiento estaba la de Alfonso Rubio, con casi 42 metros cuadrados que había arrendado a Antonio Murciano, de 39 años, peraire, es decir cardador de pieles, pagándole 22 reales al año. Antonio vivía con su mujer Isabel de Mena, de 33 años y sus pequeños, Josefa, Andrés y Pedro Antonio. El arrendamiento era una práctica bastante común en aquella época. La casa con más superficie de la Plaza era la que habitaban Antonio, Vicente y Joaquina Fernández, de unos 234,7 metros cuadrados.



La Plazuela (hoy plaza) de la Iglesia.

En la Plazuela de la Iglesia (así se llamaba en 1752), residía Juan García Macaio, de 61 años, viudo de Quiteria González. De oficio labrador, tenía tres hijos: Juan, Antonia y Francisca. Juan era un labrador con un nivel de renta importante. Contaba con otra casa en la calle del Toledillo, una parte de otra casa en la Plaza, y parte de un pajar situado en la calle de la Virgen, así como tierras de diferentes calidades para el cultivo, incluidas viñas, una era empedrada y colmenas en el término de Villamanrique. Poseía también un molino harinero, el conocido por Molino Macayo, que tenía en el rio Guadalmena, ya en término de Montiel y donde la gente de la Puebla, hasta no hace mucho molía la harina, hasta que se construyó la fábrica de harinas, en el casco urbano de Puebla del Príncipe.



La calle del Toledillo.

Cereales, pan, molino, hornos...palabras que forman parte del ADN de la Puebla del Príncipe desde tiempos remotos…Toledillo es un topónimo presente en muchos pueblos. Aunque no hay consenso sobre su origen, es frecuente que se refieran a lugares que ocupan sitios altos como en Puebla del Príncipe.

En el siglo XVIIII en la calle del Toledillo había un horno de cocer pan, propiedad de la encomienda santiaguista de Segura de la Sierra, cuyo titular en 1752 era el Infante Luis Antonio de Borbón y Farnesio, hijo de Felipe V y hermano de Carlos III. La construcción era un cuarto de unos 39 metros cuadrados, con un corredizo y a sola teja, es decir de una sola planta. En 1752 la encomienda lo arrendaba por 70 reales. Años antes, en 1725 se alquilaba como morada ya que se había dejado de usar como horno porque al parecer la Encomienda y el Concejo de la Villa habían tenido pleito sobre si tenía que arder este o bien otro horno propiedad del Concejo y que estaba ubicado muy cerca, en la plazuela de la Iglesia. De hecho, años antes, en 1716 se decía que el horno de la calle del Toledillo no se utilizaba como horno desde tiempo inmemorial. Tengamos presente que los hornos eran una importante fuente de ingresos de las limitadas rentas de los pequeños ayuntamientos del Antiguo Régimen, ya que no se horneaba en las casas. No es de extrañar la competencia entre el concejo y la encomienda santiaguista por disponer de su monopolio en la villa. Estos hornos de cocer pan eran llamados de poya, debido a que por su uso se pagaba, en dinero o en especie el impuesto del mismo nombre. Esta remuneración al hornero se llamaba poyar"


Para cualquier consulta, información: diazmiquelangel@gmail.com

Fuentes:

Archivo Regional de Murcia con el código de digitalización: FR, AHN,R-8/47 / Descripción de la encomienda de Segura, realizada por orden de su comendador Manuel de Moncada Portocarrero, conde de Baños y administrador de dicha encomienda.

Archivo Regional de Murcia con el código de digitalización: FR, AHN,R-8/48 / Copia de la descripción de la encomienda de Segura, realizada a nombre de su comendador Luis, infante de España, por su administrador Vicente de Cuadros.

Archivo histórico Provincial de Ciudad Real: Catastro de Ensenada de Puebla del Príncipe; https://familysearch.org


sábado, 15 de mayo de 2021

DE LA ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE LA VEGA A LA ERMITA DE SAN PEDRO Y LOS MOLINOS DE LA VEGA DE SANTA MARÍA. (TORRE DE JUAN ABAD)

 

Autores: Lourdes Vélez y Javier González.

Textos, fotografías y caminata.


"Proponemos una ruta que discurre por tierras del término municipal de Torre de Juan Abad en la provincia de Ciudad Real. Se trata de una ruta circular que parte de la Ermita de Nuestra Señora de la Vega situada a unos 4 kilómetros de la localidad a donde se accede por una carretera asfaltada que comunica el núcleo urbano con el santuario. La ruta es circular, cubre una distancia de alrededor de 15 km, y tiene una dificultad media baja siendo accesible para la mayor parte de los senderistas de cualquier edad. Se puede realizar en unas cinco horas, pero es necesario tomarse más tiempo para detenerse y disfrutar del paisaje y las estructuras arquitectónicas por las que discurre la ruta.


Una vez situados en la Ermita de Nuestra Señora de la Vega debemos visitar esta singular construcción donde podremos ver la imagen de la Virgen de la Vega, advocación mariana que se remonta a los tiempos de los Manrique (padre e hijo) y a la que tenía gran devoción Don Francisco de Quevedo, poeta y Señor de la villa de Torre de Juan Abad. Al edificio se le atribuye un origen templario debido a la inscripción existente en la cúpula, pero estudios recientes ponen en duda dicho origen. Es notable la existencia de una lápida de alabastro con inscripciones árabes que podría ser de origen romano.



Punto de partida, entrada de le Ermita de la Virgen de la Vega.

Partiendo de la ermita, tomamos el camino que cruza el Arroyo de la Vega de Santa María dejando a la derecha la entrada a la arboleda de plátanos de sombra aledaña a la ermita y los seguimos hacia la derecha en dirección oeste.


Arroyo de la Vega de Santa María, debemos cruzarlo y seguir el camino hacia la derecha.

A nuestra derecha queda el paisaje típico de vega con sus huertas y vegetación de ribera y a la izquierda tenemos la ladera del valle con vegetación arbustiva de aliagas, retamas, espinos y encinas.


La ruta deja a la derecha la vega, con sus huertas y alamedas, y a la izquierda la ladera del valle con retamas y aliagas.


Por este camino podemos llegar hasta el primero de los molinos hidráulicos harineros que existieron a lo largo del arroyo (en las Relaciones Topográficas de Felipe II se mencionan hasta ocho molinos en este arroyo entre los términos municipales de Torre de Juan Abad y Villamanrique), el Molino del Ronchín, hoy en día transformado en casa de campo. Del antiguo molino harinero solo conserva la salida del cárcavo.



Al fondo, a la derecha, el Molino del Rochín, nuestra ruta se desvía a la izquierda por el camino que asciende por la vaguada.

Antes de llegar al molino debemos tomar un caminillo que asciende por la ladera siguiendo una vaguada y que es poco más que una senda perdiéndose al llegar a la parte alta, pero no tenemos más que seguir la vaguada hasta alcanzar un camino perpendicular a la vaguada en dirección norte-sur aproximadamente, lo tomaremos hacia el sur, hacia la izquierda.


El camino asciende por la izquierda de la vaguada y pronto se convierte en sendero.


El sendero se pierde al llegar a la parte alta, solo hay que seguir la vaguada.


El camino está bien trazado discurriendo entre almendros y olivos de un pie.


El camino discurre entre almendros y olivas. Tomaremos el primer camino que parte hacia la derecha, pronto saldremos de los olivos y marcharemos entre cultivos de cereales y manchas de monte. Sobrepasamos un pozo con abrevadero para el ganado. A la izquierda, al fondo, tenemos la pequeña sierra cuarcítica de Peñalá cubierta de los restos del bosque mediterráneo autóctono.


El primer camino a la derecha nos saca de los almendros y nos interna entre manchas de monte.


Sobrepasamos un pozo con abrevadero sin desviarnos del camino que llevamos.


A nuestra derecha queda la sierra de Peñalá.


Seguiremos este camino, que nos va acercando al monte hasta discurrir prácticamente por sus faldas entre encinas, cantueso y jaras, durante unos tres kilómetros. Estamos en este punto a la sombra del Cerro de San Pedro que queda a nuestra izquierda.



Seguimos siempre el camino principal que nos lleva hacia el oeste.



Entre cantuesos y encinas.


Siempre hacia el oeste.


Podemos ver hacia el oeste uno de los cortijos típicos del campo manchego llamado La Borreguilla y al fondo la sierra de Cabeza del Buey. Aquí el camino está cerrado para vehículos, sobrepasamos la barrera y, a los pocos metros, un camino asciende hasta alcanzar el collado existente entre el Cerro de San Pedro y el Cerro Montoso (Si seguimos el mapa del IGN 1:25000, debemos tener cuidado porque los nombres de estos montes están intercambiados). Mirando al sur tendremos la cima del Cerro de San Pedro a la derecha, para ascender hasta ella no hay camino o sendero por lo que tendremos que subir campo a través.


Al fondo el cortijo de La Borreguilla y la sierra de Cabeza del Buey.


Debemos pasar la barrera y un poco más adelante coger el camino de la izquierda.


Ascendemos hacia el collado del Cerro San Pedro.


Ahora toca subir campo a través.


En lo alto del cerro se encuentran los restos de la Ermita de San Pedro, apenas unas piedras amontonadas y un poco muro. La vista desde aquí es impresionante. Hacia el sur tenemos las estribaciones de Sierra Morena y más al fondo las Sierras de Cazorla y Segura. Hacia el este la meseta del Campo de Montiel donde se distinguen algunos de sus pueblos como Torre de Juan Abad, Villamanrique, al pie de su sierra, Puebla del Príncipe, Almedina, Santa Cruz de los Cáñamos, Cózar y Villanueva de los Infantes y, en el horizonte, la Sierra de Alcaraz. Hacia el norte tenemos la llanura manchega y hacia el oeste, Castellar de Santiago y los cerros cuarcíticos que adelantan el Campo de Calatrava. Merece la pena tomarse un respiro y disfrutar de las vistas y del paisaje.


De la ermita de San Pedro solo quedan unas pocas piedras…


…pero las vistas merecen la pena. Vista hacia el oeste, el Cerro de Las Dos Hermanas.


Vista hacia el este.

Para volver, debemos descender hasta el mismo camino por donde llegamos, si no nos gustó la ruta de ascenso podemos utilizar otra. Y, desde allí, volver por el mismo camino hasta el pozo desde donde parte un camino a la derecha que nos llevará hasta otro de los grandes cortijos, hoy prácticamente en ruinas, que da nombre a la sierra de Peñalá (En el mapa del IGN en topónimo de Peña Helada, pero el nombre local es Peñalá).


Toca descender.


Tomamos el camino de la derecha al llegar al pozo.


Al borde del camino podemos encontrar algunos manjanos, montones de piedra para facilitar la cría del conejo de monte dentro del programa de protección del águila imperial ibérica.


El otrora impresionante cortijo de Peñalá, hoy prácticamente en ruinas como tantos otros.


Desde el cortijo debemos coger el camino hacia la izquierda (hacia la derecha nos lleva a la carretera que une Torre de Juan Abad con Castellar de Santiago).

Andaremos entre olivos de un pie casi recién plantados, unos cientos de metros más adelante cogeremos el segundo camino hacia la derecha. Entre olivos centenarios abordaremos el descenso por la ladera del valle del Arroyo de Santa María, pronto podremos ver a la izquierda el edificio de la ermita desde donde empezamos la ruta.


Tomamos el camino de la derecha.


Andamos entre olivos centenarios.


Según bajamos al valle, podemos ver la Ermita de Nuestra Señora de la Vega a la izquierda, hacia el oeste.


Al alcanzar el fondo del valle estaremos junto al segundo molino hidráulico harinero, el Molino de Frías. Este fue un edificio de gran porte, que conservaba toda su maquinaria hasta 2014 en que se hundió parte del techo. Hoy está prácticamente derruido pero se pueden apreciar aún algunos de los elementos característicos de estas construcciones fundamentales en la economía de la comarca desde la Edad Media. Cogemos el camino hacia la derecha para dirigirnos al tercer molino, el Molino de Perea. Volvemos a andar entre huertos, nogales, chopos, y otros cultivos típicos de la vega. Dejaremos a la derecha el cortijo de Ropinche y llegaremos hasta la carretera que une Torre de Juan Abad con Castellar de Santiago.


El Molino de Frías en el fondo del valle, aquí debemos coger el camino hacia la derecha.


La vega del Arroyo de Santa María, al fondo la Torre de la Higuera de origen medieval.


La carretera de Torre de Juan Abad a Castellar de Santiago, debemos seguirla a la izquierda unos pocos metros.

Andaremos por ella, con las debidas precauciones, unos pocos cientos de metros hasta cruzar el cauce del Arroyo de Santa María y desviarnos por el camino que sale a la izquierda nada más pasar el caz del Molino de Polo (canal para llevar el agua desde el arroyo hasta el molino), este es el cuarto molino que se encuentra unos cientos de metros más adelante siguiendo la carretera.


Dejamos la carretera pasado el caz del molino a la izquierda.


El camino que hemos tomado termina en el Molino de Perea un poco más adelante. Las ruinas del mismo están invadidas por la vegetación entre la que destacan los olmos, que fueron un elemento dominante en el paisaje de ribera y que hoy casi han desaparecido debido a la grafiosis. Del molino solo quedan unos cuantos muros, pero se puede apreciar el cubo (pozo por el que se conseguía la presión para mover las piedras de moler donde desemboca el caz) al lado justo del camino y el caz.


El molino de Perea es el tercer molino hidráulico harinero del arroyo que se nombra en las Relaciones Topográficas de Felipe II.


Cubo del molino, hoy está cegado.


Continuaremos la ruta siguiendo el caz del molino aguas arriba hasta alcanzar un camino que cogeremos a la derecha hasta otro que viene desde la carretera denominado Carril de los Membrillares, aquí giraremos hacia la izquierda. Volvemos hacia la ermita siguiendo la otra orilla del arroyo que discurre entre alamedas.


Campo de amapolas y al fondo el caz del molino de Perea, que debemos seguir hasta encontrar el camino.


Carril de los Membrillares. Entre nogales y olivos.


Si tenemos tiempo podemos apartarnos por un camino unos metros para beber agua en la Fuente Grande (que también se menciona en las Relaciones Topográficas de Felipe II). Volveremos al camino que nos lleva hasta la carretera que comunica el Santuario de la Virgen de la Vega con Torre de Juan Abad. Justo en la intersección de ambos se encuentra, sobre un pedestal de cemento, la Piedra Rodá, un fragmento redondeado de roca caliza descolgado desde la parte alta de la ladera del valle. Unos pocos metros por la carretera nos llevarán al punto de partida.


La Fuente Grande.


La Piedra Rodá.


El fin de la ruta"


7 de mayo del 2021.


"Dedicado a todos los caminantes que descubren la hermosa tierra en que tenemos la suerte de vivir"