sábado, 31 de julio de 2021

"CAÑAMARES" DE ESTEBAN RODRÍGUEZ RUIZ.

 




"Fueron noches de insomnio y pesadillas las que precedieron al día en que se vino abajo su estructura mental y se mezclaron en un mismo nivel el presente y el pasado, la realidad y lo imaginado, por lo que nada pudo hacerse para reconstruir una de las principales fuentes de información, por no decir la única, que hubiera permitido saber qué es lo que ocurrió en aquella funesta época de las inundaciones.

Cañamares siempre había sido un pueblo pequeño, aun en los momentos en que su condición de encrucijada entre los dos valles y cruce de caminos hizo que su actividad comercial floreciese más allá de lo conocido en las ferias de ganado, que se celebraban al final de cada estación, y las más abiertas, que tenían lugar todos los jueves del año; nunca llegó a tener más de doscientos habitantes de manera estable, aunque sí había una población flotante que pasaba allí algunas temporadas y que se establecía en las chozas y cabañas que existían desde tiempos inmemoriales, o en las que se fueron construyendo a lo largo de los años.

Hubo un momento de espejismo, aquel en que la Orden de los Franciscanos decidió construir allí un nuevo convento a fin de estar más próximos a la naturaleza y en donde poder retirarse cuando los agobios de la ciudad, que creció junto a la casa principal, se hiciese insoportable. Mas no pasó de ser, como decía, un espejismo, pues los religiosos, para evitar que ocurriera lo mismo, optaron por alejarse aún más de toda posible influencia y desecharon aquella primera idea. Con esta decisión se frustraron las expectativas de los “mandamases” del lugar que ya habían empezado a “vender las aceitunas antes de plantar los olivos” y calibraron lo que suponían las renuncias y desmentidos que ahora tendrían que comunicar a todos aquellos a los que les habían prometido prebendas que ahora no podrían cumplir. Mas pronto descubrirían que esas preocupaciones serían desplazadas por otras que tendrían realmente importancia y para las que no estaban preparados, si es que se puede estar para vivir y asimilar los acontecimientos que desbordaban toda posibilidad de cálculo. Y las inundaciones lo fueron.

Todos sabían que Cañamares había surgido a partir de un cortijo, convertido posteriormente en caserío, en el cauce de lo que en tiempos fue una cañada, aunque nadie, ni los más viejos del lugar, recordaban haber visto correr una sola gota de agua, ni siquiera en los momentos de grandes tormentas, o en los veranos lluviosos de otras épocas, pero sí sabían, porque se había ido transmitiendo de padres a hijos, que esa hondonada que poco a poco fue desapareciendo con el efecto de las labores y los escombros y rellenos que allí se fueron depositando, había sido la salida natural cuando rebosaba la Laguna Alta, también seca ahora desde que empezaron a hacer norias en las tierras cercanas para poder regar los cultivos y abastecer las granjas que allí se instalaron.

Él siempre había oído hablar a sus mayores, cuando se hacían comentarios de estos temas, que la naturaleza no miente ni discute y cuando es necesario, o de vez en cuando, “saca las escrituras y señala las lindes de sus pertenencias”, y eso es lo que ocurrió entonces, que ya todos se habían olvidado de la fuerza de lo que permanece callado.

Tras el temporal, que había apuntado al final del otoño y se extendió por gran parte de los días del invierno, empezaron a llegar noticias de que la laguna se estaba llenando de agua y a manar por los chorros que hacía varias generaciones estaban secos. Pero nadie se inquietó, tal vez porque la ignorancia es atrevida, y no hay peor ignorancia que la inducida por la ilustración de los tontos. Llegó la primavera y fue realmente explosiva, pues germinó todo lo germinable y se llenaron de hierba todos los campos y ribazos. La cosecha fue un regalo y ya estaban todos los campos, y algunas eras, llenas de haces con la mies rendida que había sido segada por cuadrillas que fue necesario aumentar con gentes venidas de otros pueblos, como antaño decían que pasaba.

Fue entonces, en las primeras horas de la tarde del día de San Juan, cuando empezaron a formarse negros nubarrones que no anunciaban nada bueno. Tras un trueno que dejó sobrecogidos a todos y llenó de nerviosismo a los animales, empezó a descargar la tormenta. Estuvo lloviendo toda la tarde, la noche y hasta bien entrada la madrugada, por lo que tuvieron que subir lo posible a las cámaras y pajares a fin de preservarlo de esa humedad que inundaba los sótanos y plantas bajas y que no era sino el anuncio de lo que estaba por llegar, pues unos días después, cuando parecía volver la normalidad, se repitieron las lluvias y esta vez ya no pudieron prevenir ni tomar nuevas medidas, pues el agua se hizo dueña de lo suyo y parecía que se quería cobrar los incumplimientos de aquellos años pasados. Poco a poco tomaron conciencia plena de la situación y lo que ello significaba, mas no fueron capaces de adoptar las decisiones necesarias y cuando quisieron hacerlo ya era demasiado tarde y sólo cabía intentar ponerse a salvo, si eso hubiera resultado posible. Algunos lo consiguieron, aunque en estado lamentable y, de ellos, sólo lograron sobrevivir unos cuantos, pero el único que parecía inmune era Luis, el que fuera el alcalde, aunque nunca llegó a recobrar el pleno conocimiento de lo acontecido.

La inundación de Cañamares pasó a formar parte de la leyenda que intentaba explicar el por qué de aquellos muros, aquellas ruinas en medio de un secarral que a duras penas se mantenían en pie junto a las nuevas construcciones que luego se hicieron en la parte alta de la loma.

Algún que otro legajo puede encontrarse en Uclés, en los que se da cuenta de aquellos acontecimientos, mas no hacen sino recoger comentarios y narraciones que han ido pasando de unos a otros, siempre como tradición oral, y que, finalmente, alguno se decidió a darle forma y fijarlo como documento escrito. No tiene más valor que eso: dejar constancia de que ocurrió"


Esteban Rodríguez Ruiz.



domingo, 18 de julio de 2021

DE CAÑAMARES A SANTA MARÍA.

 

Cuando citas Cañamares o Santa María hay gente que directamente te dicen que no saben localizarlos.

Así que el motivo de esta entrada es informar, si es posible, de que existen, de que no duermen en el olvido, que quizás ahora mientras escribo esto, mientras luego más tarde lo leáis, hay bullicio en sus calles, algunas puertas habrán descorchado el aprieto de candados, las cerrajas libres junto a ventanas dejarán que el sol pincele sobre cada rendija hebras de luz. Abramos los ojos sobre estas dos aldeas que se abrazan gracias a un paseo de álamos y plátanos de sombra. Gracias a la historia que comparten, al vecindario que nunca se ha ido del todo.




Sería demasiado extensivo explicar qué era una encomienda, para ello tendríamos que comenzar por saber sobre la Orden de Santiago y su importancia, clave, en la Edad Media. 
Solo puntualizar que cada pueblo, que cada aldea tiene su historia, y que conocerla es la base para poder apreciar lo que vemos.



“Este pueblo se nomina villa de Cañamares. Con un alcalde y dos Regidores añales, sin vecinos algunos, pues los que allí asisten a labrar son vecinos de Villahermosa, que lo hacen en sus tierras. habiendo algunas casas, cuartos, pajares y quinterías. Que hay trece distintos dueños y le titulan la villa despoblada. Desde dicha a esta capital de Infantes hay cuatro leguas y viniendo a ella se encuentra la de Villahermosa y siguiendo adelante la de Fuenllana. Su término es que por saliente, medio día y poniente, no llega a medio cuarto de legua, y por el norte que es hasta la “paderilla” (¿?) un cuarto de legua, lo circunda todo alrededor el término de Villahermosa. Hay en su término, al mediodía, un arroyo llamado Fuensomera de donde sale el río que se nomina Cañamares , va a la citada villa por saliente y baja hasta que entra en el termino de Villahermosa. Los lugares circunvecinos son: la villa del Bonillo a saliente, Villanueva de la Fuente, ambos realengos. la expresada de Villahermosa y la de la Ossa”.

"Descripción de los pueblos del Campo de Montiel en 1773"
Carlos Villar Esparza.



Solo hay que dejarse convencer por los recursos de un Campo de Montiel que ponen a prueba la memoria de los que visitamos el lugar.
Un horno.



Una ventana encalada hasta la misma reja.




Se advierte al pasear por su mapa-territorio que hay cuidados que no se pierden, la añoranza.
Sigamos al encuentro de su río.




A una le asombra el saúco por su porte y elegancia, buscador innegable de humedales.




Un destino de hojas que versionan parajes semejantes en otros plácidos rincones de nuestro Campo.




Cañamares es también una filigrana de alamedas que besan las orillas de su río.




Y es la otra orilla donde el olvido calza su estrado.




Cuando te visité solo dos personas descargaban su energía sobre tus calles.



Tu iglesia, privada de esa fascinación de lo que queda, surge como una ruina desconocida.




Y cada puerta aguarda el hermoso momento en que se deslice la llave para abrirse a un mundo de habitaciones dormidas.



Arrullos de palomas sobrevuelan los tejados.



Para entenderte me voy a buscar un impecable libro: "De la fortaleza al templo"de Pilar Molina.
"La historia de la iglesia parroquial de Santa María de Cañamares estuvo, desde el principio, condenada a su destrucción. Si se pobló  este enclave en el siglo XIII fue con intención de que, al igual que ocurría con las villas cercanas, sus vecinos prosperasen aumentando su vecindad, construyendo nuevas casas, edificios civiles, ermita, etc. Pero sus pocos habitantes no podrían resistir los avatares de los tiempos: las penurias económicas, las epidemias, las plagas, todo factor negativo incidiría poderosamente sobre ellos dado su escaso número, provocando su muerte o emigración hacia Villahermosa..."





"...Poco queda hoy en día de la antigua estructura de esta primitiva parroquia. En el siglo XIX todavía se mantenía en pie, aunque bajo una nueva advocación de San Urbano Papa en sustitución de la antigua de Nuestra Señora de los Mártires. Debió hundirse en los años de la contienda civil, siendo levantado en su lugar un nuevo templo cuya planta nada tiene que ver con el original..."
Pilar Molina.




Y nada tiene que ver con lo que ya no hay, ni niños ni escuela.


 


Es esta ermita la que hace la función de templo para los dos núcleos de población.




Te imagino ahora callada, apagada sin focos de fiestas que se celebraban junto a ti, sin baile, sin música que retumbara más allá de un campo de álamos que nunca dejarán de acompañar a tu río.




Y es aquí donde intervalo mi relato, qué mejor que un banco para descansar, para prepararse para la siguiente etapa, Santa María.



La historia de Cañamares y Santa María siempre ha estado unida como este paseo, este camino, esta línea que nada romperá.



Conforme camino trato de comparar la enorme diferencia que hay entre lo que veo y lo que aquí existió.
Retrocedan en la historia, no se puede entender el Campo de Montiel sin la Orden de Santiago. Un territorio muy extenso y para gobernarlo se dividía en encomiendas, unas más poderosas que otras; la que nos ocuparía aquí llevaba el nombre de Encomienda de Torres y Cañamares.
Para los que no conozcan Torres, vaya, otro lugar fantástico, sepan que está cerca de Montiel, que una ruta de senderismo acerca los don núcleos. No queda cerca entonces de Cañamares.
En el siglo XIII las tres aldeas tenían iglesia abierta (año de 1243)

Les dejo una joya de las muchas que componen el imprescindible libro de Carlos Javier Rubio "El Campo de Montiel en la Edad Media"



El Campo de Montiel en el siglo XIII.




Tratando de alargar este camino, por aquel entonces, cuando lo visité, poco frecuentado, me voy acercando a Santa María.



También me encontraré con una familia que lo habita.



Sus calles amplias, sus fachadas encaladas, acogen al sol al abrigo de los primeros fríos invernales.



Me iré en busca de sus eras y de nuevo rebuscaré en la historia, hundiendo la vista en esa encomienda cuya riqueza eran estos campos de tierra fértil.



¿Veis cómo permanecen inalterables los hornos, las eras, la simiente que germina cada año, llueva lo que llueva...? porque los caminos siempre llevarán idéntico trazado que antaño.



Oí, no sé dónde, ni en qué circunstancias, que aquí estuvo la ermita de Nuestra Señora de los Monasterios. Será el viento que a veces nos trae retazos de memorias colectivas.



Nunca contaron estas dos aldeas con gran población.
Se podría revertir el destino y por qué no, quedarse a vivir en un lugar apartado, tranquilo y cercano a poblaciones como Villanueva de la Fuente o Villahermosa, a donde pertenecen.



Si mal no recuerdo me dijeron que fuiste una fábrica de harinas.



Dejemos espacio a la lectura, un bellísimo poema de León Felipe, nos abrirá el camino de vuelta.

"Por la machega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar..."




"Y ahora ociosa y abollada
va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero,
sin peto y sin espaldar..."



Entre soledades al descubierto, entre soledades que abrigan esperanza.



Eres el camino que lleva a Pozo Leña, cuántas veces he querido ir a verte. Y desde allí encontrar a Turra y así quedarme a habitar en las páginas que aún no ha terminado de escribir la historia.







Un merendero huérfano de sombras.



Cañamares lleno de sueños posibles.



Y una última vuelta me lleva a buscar tu cementerio, común a las dos aldeas.



"...va cargado de amargura...
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar..."
Leó Felipe.


Diciembre 2018.



sábado, 10 de julio de 2021

POSTRES TRADICIONALES DE LOS PRODUCTOS DE LA TIERRA Y SUS MANJARES EN LA MESA: MIEL- ALOJA -ARROPE Y MOSTILLO (POR PACA JIMÉNEZ MUÑOZ).

 




"Trataré de describir cómo se elaboraban estos postres tan deliciosos, pero al mismo tiempo desearía transmitir la procedencia, usos y costumbres, pero antes que nada un reconocimiento: recuerdo que Don Quijote en sus sabios consejos a su escudero le decía:"No hay mayor pecado, Sancho, que el ser desagradecido". Por esta razón mi primera intervención es el agradecimiento no solo a las personas , a quienes además debemos el respeto, sino también a la Naturaleza y a nuestra amada Tierra, y como no, gracias a Dios por cuanto ha creado y ha puesto a nuestra disposición para nuestra subsistencia.

Ya desde la creación en el Génesis el segundo día Dios creó la Tierra y la llenó de hierba verde, simientes y plantas fructíferas, y vio Dios que la cosa era buena. Al sexto día tras la creación del hombre y la mujer los bendijo y les dijo “Ved que os he dado todas las hierbas que producen simiente sobre la tierra y todos los árboles… para que os sirvan de alimento a vosotros”. La humanidad ha sobrevivido gracias a los alimentos que produce la tierra, el sustento humano es agrícola, por todo ello gracias a la madre Naturaleza y a las manos que la promueven, en ella habitan además todos los seres vivos, aves y demás animales y todos contribuimos a la formación de la cadena alimenticia.

Y al hilo de todo esto, os preguntaréis qué tiene que ver esto con los postres, pues yo os digo como hilo conductor de dónde proceden estos postres: la miel que es un producto ganadero (rebaño de abejas) y la uva que es de producción agrícola y ambas se nutren de la tierra, por esto mi agradecimiento por todo ello. 




Ahora quiero explicaros las cosas que hacíamos (yo sigo haciendo) con la MIEL, y por qué procedimiento se obtenía, porque antes se hacía para matar el hambre. En mi pueblo siempre ha habido colmenas. A algunas familias se les conocía como fulano el de los colmeneros y se hacía por afición, no por negocio, las familias ponían cuatro o cinco colmenas obteniendo así la miel para el gasto familiar.  Hoy en día hay empresas que lo hacen en régimen de explotación.

En mi casa, la casa de mis padres,  debido a la familiaridad con el guarda de la finca Los Cohujates, propiedad entonces de doña Genoveva, el conocido guarda "hermano Quicarra" y su esposa Enriqueta, muy amigos de mis padres, le insistían constantemente a mi padre que comprara unas colmenas, que el estaría a su cuidado. Ni que decir tiene que mi padre era invalido por una poliomielitis desde niño y él no podía hacerse cargo, bastante trabajo era andar con muletas y por tal circunstancia precisaba los cuidados para vestirlo y calzarlo, y allí estábamos mi madre y mis siete hermanos para cualquier menester, y para mantener una familia había que administrarse y buscar un poco de aquí y otro poco de allá. Total que cada año aproximadamente para la festividad de Santiago, mi padre organizaba la cata de las colmenas  y en una borriquilla, que teníamos para transportar a mi padre, le echábamos unas aguaderas y unas orzas y con la ayuda de alguno de mis hermanos y mi madre nos dirigíamos a Los Cohujates andando.

La faena de extraer la miel la cuento como nos lo explicaba el hermano Quicarra. Se equipaban con un mono, unos guantes de cuero y una careta, todo el cuerpo bien cerrado solo dejando visión a través de la careta. Además llevaban un ahumador que consistía en un fuelle fijado a un bote de chapa. El fuelle sopla aire a la parte baja del bote donde combustiona el pasto, hojas secas y demás produciendo la salida de humo por la parte superior, que acaba en forma de tubo para dirigir la dirección del humo. También llevaba un cepillo suave que lo utilizaba para desabejar, o quitar las abejas de ambos lados de los panales, cuando es necesario, porque el panal se va a retirar de la colmena, y un cuchillo bien afilado y templado para facilitar el corte de la cera. El se encargaba de quitar los panales y de dejar lo que fuera menester.

A la llegada empezaba la faena y mi madre y yo con un lebrillo grande y un harnero de cerner el trigo bien limpio vaciábamos la miel con los panales y la miel caía limpia y hermosa. Como los panales eran los que tenían la cera no se podía desperdiciar nada, de manera que tras envasar la miel y guardarla, procedíamos a limpiar los panales para aprovechar todo lavándolos con agua templada muchas veces hasta que no quedaba ni un gotazo de miel, de manera que aprovechábamos la cera limpia dándole forma de un pez y dejándola secar, porque luego con el tiempo venía gente que compraba la cera y la pagaban bien.




Sobra decir que la miel la producen las abejas del néctar de las flores, que además contiene minerales y antioxidantes, y es medicina para los nervios, la fatiga y dolor de garganta, da energía y mejora el acné , por todos estos beneficios es un alimento casi necesario, y se empleaba en las cochuras familiares, por ejemplo en los nuégados.

Ahora nos toca la descripción de la ALOJA. Para ello teníamos una olla a la que se añadía el agua de lavar los panales, se ponía a hervir y mientras preparábamos una calabaza grande, limpia y cortada a rebanadas y estas se iban cortando en trozos de unos 2 centímetros. En un lebrillo echábamos unos terrones de cal viva y cuando estaba desecha se echaban los trozos de calabaza y se dejaban unas tres o cuatro horas para que la calabaza se encalara bien y estuviese dura. Después se lavaba hasta dejarla limpia y de aquí se echaba a la olla del agua de miel que teníamos puesta a hervir, se dejaba el tiempo suficiente para que la calabaza estuviera bien cocida, a la vez que se le añadía bastante cáscara de naranja y un puñado de matalaúva y, si no estaba muy dulce, se le añadía un poco de miel.

A continuación se envasa en botes o tarros y ya tenemos el postre de aloja.

Era un postre que se sacaba de vez en cuando, en las meriendas mojando sopas de pan en el caldo, también en las cenas se empleaban los picatostes con miel o un pepino con miel y no digamos ya los nuégados de Semana Santa.

Hasta aquí la miel y sus derivados, no sin antes decir que de la miel también se extraía la jalea real, pero esa es otra historia. 

 Para deleitaros finalmente os dejo el poema de Samaniego relacionado con la miel, que cada uno saque sus propias conclusiones.

"A un panal de rica miel

 dos mil moscas acudieron,

 que por golosas murieron

 presas de patas en él.

 Otra, dentro de un pastel

 enterró su golosina.

 Así, si bien se examina,

 los humanos corazones

 perecen en las prisiones

 del vicio que los domina."


Vamos ahora con los productos de la uva. Villamanrique es un pueblo agrícola y por las características de los terrenos, se produce de todo, trigo, olivas y viñedo, razón por la cual se elaboran productos derivados de estas especies.

La historia de la vid o de la viña se remonta de muy antiguo. Ya en el Antiguo Testamento se hacía una referencia más o menos que decía: “Noé empezó a labrar la tierra y plantó una viña, bebió del vino, y se embriagó". Conocidos fueron los monasterios y abadías cuyos monjes se dedicaron a la elaboración de vinos y el Sacramento de la Eucaristía solo se puede llevar a cabo con vino de la vid, instituido por Jesucristo. Y otra referencia más la constituyen los relatos en lo que se buscaba era el "estar calientes, por fuera (con la lana) y por dentro con el vino”.  La vid, por tanto, tiene una importancia extraordinaria en el desarrollo y comercio de los pueblos.

En Villamanrique hubo tres bodegas que yo conocí, la de los Fremios, la del "hermano Atanasio" y otra más pequeña que hizo mi padre, Bernardino. Ya os he comentado anteriormente que la economía había que buscarla, un poco de aquí y otro de allá. De aquí que los postres con los derivados de la uva los tenía bien aprendidos y no se cumplía aquello de "en casa del herrero…", porque teníamos el mosto de la mano. Como la trasformación de la uva era de forma manual, solo había la trituradora de uva, la prensa y un motor eléctrico para el trasiego. El encargado de todo ello era un buen hombre, trabajador infatigable, muy querido,  Manuel "el de Lastimicas", que conjuntamente con mis hermanos mayores sacaban adelante la elaboración. 



Vamos, pues, con el ARROPE que se obtenía del mosto que salía de la prensa. Se solía envasar en botellas de cristal de una arroba, después había que colarlo con un colador y unas gasas varias veces porque soltaba mucha suciedad. Hoy en día ya se saca con mucha limpieza y no es necesario colarlo, cómo cambian las cosas. Acto seguido había que ponerlo a hervir para evitar la fermentación, se echaba en una olla y a la lumbre a hervir y espumar. Si el mosto se va a gastar pronto, se hierve de tres partes uno y, si es para guardar, mitad por mitad. Y ¿cómo sabíamos cuándo había que apartarlo? Pues el ingenio era una varilla que, cuando lo echábamos en la olla, le hacíamos una señal, se medía en centímetros y sabíamos cuando era la mitad o la tercera parte. Este mosto había que dejarlo reposar tres o cuatro días, para que asuele y volver a colar y con esto ya disponíamos del mosto. Ahora corresponde la misma operación que con la aloja. Preparábamos una calabaza grande, limpia y cortada a rebanadas y estas se iban cortando en trozos…. La diferencia de la aloja con el arrope es que la primera es con miel y el segundo es con mosto. En definitiva el arrope es una especie de conserva parecida a la mermelada, pero sin azúcar y teniendo al mosto como elemento catalizador. Aprovecho para deciros que el mosto bien hervido es una bebida sabrosa, parecida a la mistela, de manera que podéis envasarla en botella.

Y vamos con el MOSTILLO. Os cuento qué medidas más curiosas teníamos para hacerlo.  Se hacía en una caldera de cobre porque así salía con un color más hermoso, la medida era un cántaro de mosto,  un celemín de harina que se deshacía con un poco de mosto para no dejar grumos. Se colaba y se echaba a la caldera sin parar de darle vuelta con una pala de madera que teníamos para estos menesteres. Se deja cocer para que la harina no sepa a cruda y, cuando se calcula que ya casi está para apartarlo, se le añade un poco de canela y ralladura de limón. Se dan unas vueltas y procedemos a echarlo en platos y dejar enfriar.

Sintetizando, el mostillo de nuestra tierra es un manjar cuyo principal ingrediente es el mosto de uva reducido, es jugo de uva fresca obtenido por estrujado,  prensado y que no haya comenzado su fermentación, y aderezado con trozos de calabaza.

Os cuento que con estos postres ya teníamos para casi todo el año, eran otros tiempos,  ya había algunas golosinas y chucherías, el azúcar era un lujo y el bolsillo había que tenerlo cerrado para otras necesidades. También por aquellos tiempos venían arrieros que vendían o mejor dicho cambiaban el género y ofrecían así, por un celemín de trigo a cambio un celemín de nueces o almendrucos o avellanas. De esta forma teníamos un poco de cada cosa y esta tarea era labor de los abuelos que eran los patriarcas y manejaban esta cosas.




Os voy a decir las cantidades, como lo hago yo en la actualidad, de una forma más pequeña: dos litros de mosto, un cuarto de kilo de harina, canela y raspadura de limón. Si veis que sale un poco duro,  podéis añadir un chorro de vino blanco, según la fuerza de la harina. Con todo este trabajo y sacrificio las mujeres siempre enredando y no parábamos de hacer cosas para juntar "la pata con la oreja", y como no teníamos vacaciones ni excursiones, pues no había que gastar, pero sí que había que aplicarse para poder tener la despensa en orden.

¡Y qué madres más habilidosas, trabajadoras e inteligentes y cuánta sabiduría!

Espero que os haya gustado esta dulce historia, que tantos recuerdos me trae de mis padres, de mi pueblo y de todas las personas mayores"


Un abrazo de Paca Jiménez Muñoz


sábado, 3 de julio de 2021

ALHAMBRA ( AÑO DE 1773)

 





“Esta población se titula la villa de Alhambra, se gobierna por dos alcaldes del Estado general y Regidores añales, aunque hay algunos en propiedad. Dista dicha villa de esta capital de Infantes como tres leguas, de las cuales dos son de su jurisdicción, en ellas hay tres ríos y dos puentes, y se nominan Vicente de Cantos, el Salido y Tortillo; distante el primero una legua de la citada villa, y de este a el segundo un cuarto, y al otro media legua que es donde concluye el término y linda con el de Montiel mirando al sur; y nacen los dos primeros en el término de Villahermosa y el otro en el de Fuenllana, y baja el primero por la villa de Carrizosa y se juntan todos tres en el sitio de Los Palacios, nominándose desde allí el Río Azuer. 





Distante a la derecha del camino que va a la expresada villa de Infantes, media legua mirando a poniente hacia donde corre y a la derecha del notado camino como media legua de Alhambra, se hallan las quinterías y casas que llaman del Olmo; a distancia de dos tiros de bala las de Jaraba; continuo al referido camino y como a doscientos pasos de la referida casa, mirando al sur principia el Monte de la Dehesa de Palacios hasta finalizar la jurisdicción de Alhambra; y en el comedio del monte hay dos casas llamadas de los Palacios y un oratorio; y a la izquierda de dicho camino desde la citada villa se hallan las Casas de Antonio que está a un cuarto de legua la de la Vieja; y mirando al levante como a un tiro de bala de la antecedente está la Casa del Oidor, y prosiguiendo mirando al sur en el primer río contiguo al camino se halla un molino harinero con una alameda, inmediato a él una casa quintería; otro molino un cuarto de legua del precedente situado en el segundo río, y desde él mirando a levante como a un cuarto de legua se halla la Casa de Chaparro, y a levante la villa de la Ossa de Montiel, distante de la de Alhambra cinco leguas de las que tres y media del consabido término se encuentran los caseríos, laguna y montes siguientes: 
A media legua de distancia de dicha villa principia el monte alto y prosigue hasta dos y media y al final está la Vega y sitio de Ruidera en la que hay cuatro molinos juntos, tres batanes y dos casas para la habitación de los arrendadores, que la una llaman del Rey y la otra la Venta, inmediato a dichos molinos una huerta de alameda y frutales; otro molino llamado la Cubeta con su casa inmediata él”






"La descripción de los pueblos del Campo de Montiel en 1773"
Carlos Villar Esparza.