El cielo me engaña, no parece junio. No miro hacia abajo, no me importa tropezar, es como si un hilo invisible enredado en la "muñeca de Ariadna" me llevara en dirección a una tumba de espaldas a Puebla, a su castillo. Tras ella, un muro enjalbegado limita la vida de la muerte, o quizás no valga definirlo así, lo vivo de lo imperecedero.
Un manuscrito de memoria, navegante en mares vacíos, se pierde como tantas otras cosas en el trasiego diario. No nos hacemos preguntas, todo está hecho ya. Sin embargo el lento pasear, el silencio que subyace en los cementerios te aboca a detenerte ante cada tumba preguntándote por la vida de cada uno.
Las tumbas, piezas oscuras, donde reposan conocimientos, vivencias, inquietudes, son hoy acicaladas en recuerdo de los que en ellas descansan eternamente.
Pero mi visita en junio, lejana, transmitía igualmente el uso de las mismas preguntas.
La vida aquí es el recuerdo de alegrías y penas. Azarosa nostalgia que con suspiros va llenando vacíos.
La vida contemplada bajo la mirada de ángeles y cruces, porque dejamos a nuestros muertos bajo el excelso cuidado de estos protectores que hemos presagiado desde pequeños.
La cruz que alguna vez llevamos al pecho, o que apretamos entre las manos para pedir un imposible, la cruz heredada de nuestros ancestros.
Cruces que amamantan cruces, desiguales, enseres de cementerios,contiguas y sencillas, alumbradas por la luz de un sol que nace cada día.
En los cementerios se abrazan las bienvenidas con las despedidas.
En las sucesivas visitas que te he hecho, ese "hilo de Ariadna" siempre me ha llevado hasta un rincón donde el castillo, rey o reina del enjambre de Puebla, parece señalar tu posición.
Porque un día me hice la pregunta de porqué en este pueblo iba creciendo el número de jóvenes que estudiaban química. Con una población tan reducida no era normal que esa cantera de científicos se expandiera. Así que quise saber hasta dónde se remontan los sueños. Y di con la tumba de Hipólito. Cuántas veces oí citar tu nombre, querías ser químico y allá en la bodega tenías tu sencillo laboratorio. "Lo veías subido a la borrica con un libro siempre entre las manos" me dicen.
El cielo no corresponde a junio, es universal, es de otro tiempo, lleva la connotación "recordar".