sábado, 30 de octubre de 2021

LA TUMBA DEL HOMBRE QUE QUISO SER QUÍMICO (PUEBLA DEL PRÍNCIPE)

 


El cielo me engaña, no parece junio. No miro hacia abajo, no me importa tropezar, es como si un hilo invisible enredado en la "muñeca de Ariadna" me llevara en dirección a una tumba de espaldas a Puebla, a su castillo. Tras ella, un muro enjalbegado limita la vida de la muerte, o quizás no valga definirlo así, lo vivo de lo imperecedero.

Un manuscrito de memoria, navegante en mares vacíos, se pierde como tantas otras cosas en el trasiego diario. No nos hacemos preguntas, todo está hecho ya. Sin embargo el lento pasear, el silencio que subyace en los cementerios te aboca a detenerte ante cada tumba preguntándote por la vida de cada uno. 

Las tumbas, piezas oscuras, donde reposan conocimientos, vivencias, inquietudes, son hoy acicaladas en recuerdo de los que en ellas descansan eternamente. 

Pero mi visita en junio, lejana, transmitía igualmente el uso de las mismas preguntas.


La vida aquí es el recuerdo de alegrías y penas. Azarosa nostalgia que con suspiros va llenando vacíos.


La vida contemplada bajo la mirada de ángeles y cruces, porque dejamos a nuestros muertos bajo el excelso cuidado de estos protectores que hemos presagiado desde pequeños.


La cruz que alguna vez llevamos al pecho, o que apretamos entre las manos para pedir un imposible, la cruz heredada de nuestros ancestros.



Cruces que amamantan cruces, desiguales, enseres de cementerios,contiguas y sencillas, alumbradas por la luz de un sol que nace cada día.


En los cementerios se abrazan las bienvenidas con las despedidas.


En las sucesivas visitas que te he hecho, ese "hilo de Ariadna" siempre me ha llevado hasta un rincón donde el castillo, rey o reina del enjambre de Puebla, parece señalar tu posición.


Porque un día me hice la pregunta de porqué en este pueblo iba creciendo el número de jóvenes que estudiaban química. Con una población tan reducida no era normal que esa cantera de científicos se expandiera. Así que quise saber hasta dónde se remontan los sueños. Y di con la tumba de Hipólito. Cuántas veces oí citar tu nombre, querías ser químico y allá en la bodega tenías tu sencillo laboratorio. "Lo veías subido a la borrica con un libro siempre entre las manos" me dicen. 

El cielo no corresponde a junio, es universal, es de otro tiempo, lleva la connotación "recordar".



Las letras descolocadas de tu lápida parecen mostrarnos un enigma, una fórmula que sale de las entrañas de una tierra donde canteras de yeso, minas, arenisca de las Quebradas, agua que mana de las venas de los calares... llevan todas esa mezcla de minerales, de sustancias que evaporadas en este aire limpio hacen crecer la idea que prenderá en la mente de algún joven.
Precisos afloramientos de moléculas en busca de autor.



Hay caminos que son de no retorno, que encierran entre lágrimas espejos donde antes se miraban ver crecer, hay estancias que nos permiten dejar a buen recaudo lo que tanto amamos.
Hay lugares donde se olvida el odio, donde el rencor se diluye, donde la memoria se escribe con nombres y apellidos. 
Dejemos que descansen en paz.



"Deberíamos tratar de ser los padres de nuestro futuro en lugar de los descendientes de nuestro pasado"
Unamuno.

Junio 2020.




viernes, 22 de octubre de 2021

CIRCULAR POR LAS CABRICERÍAS (ALMEDINA)

 



Sí que parece algo irreal, como un sueño, pero la tarde se presentó con esta gama de colores y Almedina, su territorio, hizo el resto.
Y esto me lleva a plantearos que me acompañéis por una ruta circular, de dificultad media, quizás con algo más de dos horas de duración, con posibilidades varias de poder alargar o acortarla según las inquietudes de cada uno.

El inicio y el final en el mismo punto, recordar que es circular, en el descansadero de la ruta del Quijote que hay cerca de la gasolinera, a la entrada del pueblo, cruce de carreteras hacia Puebla y Torre de Juan Abad. 

Aparquemos a la sombra de los pinos y crucemos la vía en dirección a Torre, enseguida, a mano derecha está nuestro sendero, pasaremos por las "chinas del pastor" y nos haremos pequeños gracias a ellas y a un muro que parece introducirnos en un tiempo remoto, no obstante es hora de recordar que estamos en un paso importante romano. Veremos más adelante restos de calzada en su pequeño y bien tratado puente. A nuestra izquierda, enorme, las Cabricerías, un laberinto de rocas gigantes dispuesto a la aventura.



Ya metida en detalles, aquí tenéis las famosas "chinas del pastor"



Es una paseo delicioso que entre piedra y vegetación nos conduce al corazón de la Almedina romana.







Nos encontraremos con señalizaciones de sendero, en este caso es el PR-CR 52, Campo del Quijote, que nos llevaría a Torre de Juan Abad.
Pero lo que aquí os trazo escapa a marcas, es el resultado de un paseo que intenta entrelazar una serie de hitos.



Llegamos al centro, una noria con sus canales...











Y este precioso puente.
Hay algo de inmemorial en él.












Nos va acompañando el arroyo de la Salceda.







Vemos los huertos árabes que vencidos por el oleaje de la pandemia, se ven venidos a menos, transitoriamente, opino, el relevo en algún momento, con algún cruce de proyectos, se producirá.







Avanzamos en dirección al depósito de agua que es visible desde cualquier lugar.



Lo inmemorial con ese matiz de querer ser eterno se adivina bajo los cimientos de Almedina y allá donde se blanquean los muros de defensa que aún señalan los lugares donde las civilizaciones dejaron su impronta.



Para buscar un paso solo hemos de trasponer el límite de los canales, las junqueras nos dicen que por todas partes hay agua.



Y seguiremos viendo huertos donde crecen álamos, almendros, higueras, frutales...



Alcanzamos su altura y desde aquí resulta más fácil seguir los trazos de calzada.
Este camino viene desde el Teatino, antes por Triviño...



Estamos ahora ante una cantera de origen romano, con mucha precaución, por peligro de derrumbes, podemos observar los engranajes que la hicieron fábrica de sillares, pretiles de puentes.



Por mostraros cómo es desde abajo,os dejo esta imagen.



Una vez más, la última, vuelvo la mirada hacia esos huertos árabes que fueron miriada de alimentos.
Escondidos entre la vegetación hay útiles del agua, muros, canales...



Nos vamos hacia la carretera que comunica nuestra Almedina con Cózar.



Torciendo a la izquierda, en busca de las eras, vamos ya visualizando el vértice geodésico de Las Cabricerías, nuestro siguiente hito.



Creo que fuiste tejera, solo hay que rebuscar en libros antiguos y encontrar que aquí compraban las mejores tejas.






Entre cúmulos de arenisca roja, montes ondulados moldeables, es fácil encontrar nuestro sendero que asciende sin apenas dificultad.



Y es este uno de los mejores miradores del Campo de Montiel.
Una lista interminable de caminos que enlazan pueblos y parajes, que se pierden en llanuras cortadas por montes de bellísimos colores.



Que te ofrecen las posibilidades de soñar en ascender por laderas que se quiebran al paso del caminante.









Sigamos la senda.



A 910 m. te alzas, tras de ti sigue brillando Almedina.



Avancemos ahora buscando nuevos límites, con miras hacia Puebla del Príncipe, Barranco Hondo, el trazado perdido de esa vía romana que a veces se solapa con la carretera.



El Camino Viejo a Villamanrique, hoy arreglado, que entre pizorros nos deja ver un Guadalén ahora seco, antes río de grandes avenidas.



Pizorros de nombre tan evocador como el del Comendador.
 


Ahora solo queda encontrar un paso fácil para acceder a las enormes piedras que conforman las Cabricerías.



Desde aquí dejo de nuevo paso a las imágenes, porque el tránsito entre las rocas no necesita palabras, necesita hechos, avanzadilla y parada. Magnífico paraje.















Para descender desde aquí, a la derecha, llegaríamos justo donde el puente duerme.



Prefiero verlo desde distintos ángulos.



Desciendo a través de almendros, una nota evidente de que la agricultura sigue bien su curso.






Volveríamos al inicio de la partida. Promentiéndonos regresar.


Septiembre 2021.