ALCUBILLAS.
RINCONES E HISTORIA
"A ochenta y
dos kilómetros de Ciudad Real, capital de la provincia, y a once de Villanueva
de los Infantes, cabeza del partido judicial; junto a la margen derecha del río
Jabalón, se encuentra Alcubillas, pequeña localidad que conoció tiempos mejores,
pues en los años cincuenta del siglo pasado superaba los 2.100 habitantes, pero
actualmente no llega a 500.
Aunque está documentado que Alcubillas se encontraba históricamente en la
red de comunicaciones que unían el centro de la península y Andalucía, incluso
que existió un proyecto, ejecutado en parte, en el que quedaba enlazado con la
red ferroviaria que unía Valdepeñas con Levante, actualmente la única vía de
comunicación la constituye la carretera autonómica CM 415, que une Ciudad Real
con Levante. Esta carretera permite enlazar, en Valdepeñas, con la Autovía de
Andalucía.
Está situada en la altiplanicie del Campo de Montiel, en su extremo
occidental y su término municipal tiene una extensión de 4.748 hectáreas; dedicadas,
principalmente, a cereales, viña y olivar.
Desde 1213 pertenece a la jurisdicción de la Orden de Santiago, figurando
como villa en todos los documentos históricos posteriores a 1575; fecha que,
por otra parte, está grabada en una de las piedras de la fachada sur de la
iglesia, en la ventana del coro, que podemos situar en la siguiente fotografía.
Si nos adentramos en la historia, podemos constatar que ya en el año 1243
Alcubillas aparece documentada como torre de defensa y parroquia propia, lo que
sigue siendo así hasta más allá de 1515, aunque la iglesia fue reconstruida en
distintas fechas, antes y después de esta época.
En 1539 Alcubillas se independiza funcional y jurisdiccionalmente de
Montiel, convirtiéndose en villa por la compra de derechos, aunque mucho antes,
en 1275, ya se le reconoce como aldea con motivo del Fuero de Límites a Montiel.
La iglesia podemos fecharla con certeza en los primeros años del siglo
XIII, estando bajo la advocación de Santa María Magdalena, aunque la patrona
local es la Virgen del Rosario. Es un edificio de piedra granítica y arenisca,
sólida, como correspondía a los templos-fortaleza de la época, reconstruido
posteriormente entre 1468 y 1493, así como entre 1571 y 1577. Es de una sola
nave, con arcos transversales apuntados y refuerzos exteriores, a la que se le
adosan, en la fachada Sur, dos capillas: el baptisterio y la sacristía, a la
vez que una puerta lateral, simétrica a otra que se encontraba en la cara
Norte, y que en un tiempo se utilizó de acceso principal, con soportal
interior, convertida ahora en ventanal. La puerta principal, que posiblemente
es de finales del siglo XV o principios del XVI, se encuentra a los pies de la
nave. Próxima a ésta, en el interior de la iglesia, hay una pequeña puerta que
da acceso al coro, campanario y torre, a través de una escalera de caracol. La
torre actual está coronada por la imagen de un Sagrado Corazón, conteniendo
también, en su cara Norte, un reloj. La cubierta de la iglesia es de teja
árabe, siendo de pizarra el recubrimiento de la torre.
Aunque existe constancia histórica de otros edificios religiosos, actualmente
solo permanecen como tales tres, todos construidos en el siglo XX: el Calvario,
San Antón y San Isidro. Las dos primeras ermitas están dentro del casco urbano
y la última en el “Cerro del Pozo”, al Este del pueblo.
La de S. Antón es la más monumental, con soportal incluido, y fue
construida en 1931 en un pequeño cerro con el mismo nombre, en el extremo Norte
del pueblo. Se alza en la plazoleta del barrio conocido como “Cerrillo de San
Antón” y allí es donde, cada 17 de enero, se celebra la festividad de este
santo con una hoguera y ceremonia religiosa.
Hace años, cuando había muchas mulas, burros y caballos en el pueblo, pues
se utilizaban para el trabajo, les engalanaban ese día con las mejores mantas y
arreos, después de haberles hecho labores en el pelo, y les subían para
presentarse ante el santo. Ahora suele ser a los perros y pájaros a los que llevan
para recibir la bendición y amparo.
Dentro de esta fiesta se celebraban distintos actos, carreras, concursos,
etcétera, que contribuían a que todos se lo pasasen bien y participaran del “puñao”
y el vaso de sangría que se preparaba en las casas del entorno. También esto ha
cambiado en el presente y se concreta en una comida de hermandad.
La de San Isidro es de una sola nave, a la que posteriormente se le han adosado distintos elementos. El primero, un soportal que protege la puerta de entrada y que está dotado de campanil. Se terminó en 1956 y ese mismo año se inauguró. En ella se guarda el santo durante todo el año y cada 15 de mayo, se celebra una romería.
Aunque a lo largo de la historia ha variado la forma de celebrarlo, lo
fundamental permanece en el tiempo. Unos días antes del quince de mayo se
traslada la imagen desde la ermita hasta la iglesia parroquial, donde permanece
para que se celebren en su honor rezos y misas. Llegada la fecha de la fiesta,
se hace una procesión, más o menos solemne, en la que los romeros acompañan al
santo desde el pueblo hasta su ermita. Tras la
celebración religiosa y realizado el pregón, si lo hay, la hermandad invita a todos
a una limoná, cervezas y bocadillos. Durante el
resto del día la gente se queda en el cerro comiendo, bebiendo y disfrutando.
Las caballerías y carros que se utilizaban en años pasados para desplazarse
y tener un sitio en donde guarecerse las horas de más calor, han sido
sustituidas por tractores, remolques, toldos y algo más.
Hubo años en los que se
programaron diversos concursos típicos del mundo rural: campeonato de hoyos,
corte de la tierra con los arados, etcétera.
Con todos estos elementos, la romería se convierte en una ocasión para
el encuentro, con un componente lúdico y otro religioso;
pues a la vez que se da culto a San Isidro, se aprovecha para convivir con los
amigos y familia, sin olvidarse de que, por estas tierras, no se entiende la
fiesta sin una “sartén” delante.
Pero volvamos al pueblo, al
centro; ese que, desde la lejanía, queda señalado con una referencia
inconfundible: la torre de la iglesia, que en más de una ocasión sirvió para
trazar las carreteras que unían las distintas poblaciones. La nuestra tiene su
estilo propio, con campanas, reloj, balconcillo -que no siempre tuvo “bufanda”-,
y un Sagrado Corazón que da abrigo al nido de las cigüeñas.
Y, junto a ella, la plaza, en la que el visitante podrá obtener los primeros datos necesarios hasta tomar reposo. Es el lugar privilegiado donde se dan cita los pilares que marcan el pulso de las gentes del lugar: Ayuntamiento e Iglesia. Las moradas de las familias que algo tenían que decir en el lugar se agrupaban alrededor de esos puntos referenciales.
Pero la plaza es algo más que toda esa realidad
arquitectónica. Es el testigo del tiempo y de esa comunidad de hombres y
mujeres que luchan, sufren, trabajan y sueñan. Es el lugar de encuentro,
celebración y fiesta. La que va marcando el pulso del pueblo.
Y allí, en la plaza, todos juntos, comparten inquietudes,
conjuran miedos y empujan añoranzas hasta un presente real, tan cierto, como
esas paredes que les contemplaban en silencio.
Y en este entramado de reseñas y
recuerdos, de presencias intuidas, he de nombrar al Jabalón, esa quimera
de agua que lucha permanentemente por mantenerse viva entre juncales, broza y
tablas que frenan su lento discurrir por tierras manchegas atravesando el Campo
de Montiel, donde nace. Es el río de mi infancia"
Creo que cada pueblo tiene un autor, un trovador, un pintor de palabras o un escritor de imágenes. Un niño que creció al amparo de callejas delineadas por artífices de pueblos, un niño que captó la esencia de objetos y el alma de sus gentes y que se hizo escritor para soltar las impresiones de lo vivido.
Aquí agradezco enormemente la colaboración de Esteban porque yo iba buscado alguien que me mostrase Alcubillas tal y como es. Y pensé en él, por la amabilidad que le caracteriza y porque sus escritos son siempre un regalo para el lector.
Muchas gracias.
Fotografías de Miguel Felguera.
El lirismo imprimido por Esteban a sus dos últimos párrafos convierte su texto en entrañable. Enhorabuena también por las fotografías. Agustín Blanco.
ResponderEliminarGracias de parte de los autores de esta entrada, un saludo.
EliminarAlcubillas un pueblo pequeño pero muy bonito con su historia como todos los pueblos la tiene, he pasado muchas veces por ahí al estar la carretera por el pueblo, pero en una ocasión fui aposta, si estuve parada en la iglesia que me llamó la atención el chapitel tiene su encanto, muchas gracias a los autores, al fotógrafo porque gracias a vosotros conocemos un poquito más de Alcubillas muchas gracias.
ResponderEliminarGracias a Esteban y a Miguel ahora conocemos mucho mejor Alcubillas. Un saludo.
EliminarNo he visitado todavía Alcubillas, pese a haber pasado muy cerca de él. La información que nos da esta entrada elaborada por Esteban Rodriguez Ruíz, acompañada de las fotografías de Miguel Felguera, me animan a visitarlo. Todo pueblo tiene su encanto, y Alcubillas merece una visita. Un abrazo.
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