En cuestiones de montañas no puedo, ni sé, especificar a qué pueblo pertenecen, más bien prefiero dejarlo sin citar porque creo que aunque los parajes sí respondan a ese orden, los montes no deberían pertenecer a nadie, tal y como se ven desde la lejanía, luego muchos de ellos tienen sus laderas cultivadas por olivos, almendros y en la vaguada, el cereal, pero pensemos que la altitud de estas modestas cimas no entienden de propiedades, son sencillamente lo que vemos, vigías hacia el horizonte.
Aún así dejo constancia de que la ruta transcurre por el término de Puebla del Príncipe, rozando el de Montiel.
Esta imagen va para una amiga a la que tanto le gustan las flores de los cactus y lo entiendo.
Esta ruta, a medias circular, (otro término que puede resultar contradictorio), la iniciaremos en la Puebla a la salida hacia el cementerio, carretera a Terrinches, junto a ese cartel que ignoro el porqué cita la Vía de Aníbal donde no está, desviémonos a la derecha.
La tarde es ideal, al fondo deberían verse las elevaciones de Jaén y Albacete pero la tormenta está regando sus siluetas.
Es una buena tarde para pasear, el verano se ha adelantado a su fecha y el campo va agostando el colorido primaveral.
Pasado el cementerio el primer desvío a la izquierda será mi camino, el del Collado.
La altiplanicie de Las Cabezas casi ocupa todo el horizonte, el pico que asoma puede responder a La Sonera.
En los caminos y durante un par de meses más podremos ver al matagallo o yerba del cólico, sus hojas impregnadas en aceite servían como mecha para el candil o como astringente para combatir las hemorroides.
Pero la que motiva la salida de hoy, aparte de la tormenta, es la retama en flor, por su colorido flamígero y ese maravilloso olor que aún no despega, el protagonismo se lo lleva la flor del olivo. Esperemos unos días más.
Aunque voy sin rumbo fijo, solo en busca de olores y agua de lluvia, ahí es nada, me acuerdo de que nunca he ascendido al Collado de Las Cabezas (a la derecha) y es justo aquí donde tomo la decisión de que sea el protagonista de este paseo.
Si me desviara a la derecha también llegaría a él pero prefiero seguir subiendo por el camino del Collado en dirección a La Sonera, la primera de una suerte de montes que en buen número nos acercan a Terrinches.
La pendiente es suave con muros que detienen las fuertes raíces de los olivos.
Una primera bifurcación a la izquierda nos llevaría directamente a Las Cabezas, quizás el acceso más sencillo a este imponente monte de larga espina dorsal.
Ya han hecho su aparición las elegantes escobas, de gran utilidad antaño.
Eres la escobera o pan de pastor.
Tras sobrepasar un llano con recios almendros, a la derecha, nuestra senda nos conduce al Collado.
Me voy en busca de la sombra de un gran pino, justo enfrente Las Cabezas imponen desde cualquier lugar.
En ese sobrevuelo que conlleva siempre tratar de alcanzar una cima voy escalando puestos de honor, hablo de miradores. Ahora, frente a mí, Almedina.
Justo enfrente quien haya subido quedará admirado hasta donde crecen los olivares. Aquí, sin embargo, la pendiente es muy suave y entre olivos y carrascas veo de nuevo la Puebla.
Contemplemos la exuberante vegetación.
Los Robreos, enfrente.
La Sonera y la Cabeza del Mijo, para mí son palabras mayores y nunca las había visto tan hermosas como desde este Collado.
En La Sonera, hasta en la misma cima, el olivo se mantiene. En la Cabeza del Mijo podéis admirar como en brechas crecen los olivos junto a las retamas, su cima sin embargo está más pelada, pero sí que hay restos de muros de alargada antigüedad.
A menudo subo a las cimas por el paisaje, por aventurarme en cada una de ellas y descubrir qué esconden.
Ver a lo lejos, al fin y al cabo, es como viajar a través del tiempo, cuando no hay otra forma y cuando se añoran esos hechos que hicimos. Aunque de baja altitud, te revelan que aún puedes completar ese ciclo que un día, lejano, iniciaste.
La Torre de Juan Abad, se deja ver.
Y aquí en la distancia, Almedina solitaria entre los Campos de Montiel.
Otra forma de soñar.
La vereda de los Serranos bordea la silueta de fortaleza recia que plantea la Cabeza del Mijo. Su ascensión es fácil.
También justo donde comienza la retama es el mejor punto de acceso a La Sonera, su menor desnivel.
Llegados a este primer plano solo puedo deciros que he subido a casi todas, que cada una es especial y que la de la derecha, es conocida como las Dos Hermanas.
Como en la Cabeza de Juan Idáñez aquí también hay almendros y muy bien cuidados.
Me pregunto a menudo cómo decidieron plantar olivos aquí arriba, un arte sin duda.
Citemos parajes, Los Tagarrales.
Un toque de atención para la botánica.
¿Alguna fragancia más deliciosa que la de la retama?
Sois otra de las razones por las que llego hasta aquí, sigo con mi catálogo de flores del Campo de Montiel, ya sobrepasé las 325 y ahora vosotras, desconozco vuestro nombre, aumentáis este número.
La cima se quiebra en honda y continúa, sé que si sigo adelante llegaré hasta la Vereda de los Serranos. Pero la tormenta comienza a desatarse.
Restos de un posible refugio.
He de volver al pueblo y encuentro esta senda.
Los cielos arrebatados se ciernen sobre la Puebla.
Eras la única oportunidad que se me presentaba para detener la preciosa gama de colores que preceden al verano.
Y aunque la flor del olivo gana el pulso a la de la retama, es solo cuestión de unos días, el aire revuelto, audaz, esparce el dilema.
Y ahí está mi camino de inicio, el que da nombre al monte o ¿será al revés?
Deberíamos navegar más a menudo por los topónimos de cada lugar.
Es lo único que nos queda de esa memoria-tradición de nuestros mayores.
Y estos muros subrayando la tierra.
Y los campos de cereal y los olivos y los caminos infinitos que te obligan a seguir buscando.
Al fondo los relámpagos ensayan un interrogante.
¿Lloverá?
Y llegados a este punto dejaré escrito que es una ruta fácil, de escaso desnivel y que un par de horas serían insuficientes para captar la belleza de lo que no es fugaz.
5 de junio del 2021.
Dedicado a Juan José y Pablo que, naturales de este Campo de Montiel, hoy cumplen 8 años.
Para que sigan desarrollando en sus sueños los caminos que otros antes recorrieron por ellos.
Entre tanta llanura, es un placer observar desde tus altozanos y oler a tierra mojada. Abrazo!!!
ResponderEliminarSon las únicas oportunidades que nos quedan de atrapar el tiempo soñado. Gracias.
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