sábado, 13 de febrero de 2021

EN RECUERDO DE MIGUEL ROMERO





"El cuento es muy sencillo

usted nace

contempla atribulado

el rojo azul del cielo

el pájaro que emigra

el torpe escarabajo

que su zapato aplastará

valiente


usted sufre

reclama por comida

y por costumbre

por obligación

llora limpio de culpas

extenuado

hasta que el sueño lo descalifica


usted ama

se transfigura y ama

por una eternidad tan provisoria

que hasta el orgullo se le vuelve tierno

y el corazón profético

se convierte en escombros


usted aprende

y usa lo aprendido

para volverse lentamente sabio

para saber que al fin el mundo es esto

en su mejor momento una nostalgia

en su peor momento un desamparo

y siempre siempre

un lío


entonces

usted muere"

Benedetti.





Pero no es un cuento, en la vida real, cuando un amigo se desvanece, tomo la idea, la reconstruyo, de borrar los recuerdos, los nombres, las imágenes y una vez conseguido, no debería sentir pena por alguien a quien no conocí, pero eso no funciona así,  porque cada fotografía que veis la veo yo también y con tanta frecuencia, que son de hecho las imágenes las que empiezan a contar historias y me devuelven lo perdido en base a los hechos rememorados, porque no se puede negar el pasado.
Quedé con Miguel en que iría anotando los recursos de su propia creación, porque para mí era un maestro, en el noble arte de la horticultura y en los diálogos sabios de un hombre que había aprendido todo de la vida, porque sabía escuchar a la gente y a la tierra y por eso y porque siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás, tenía muchos amigos. Así andábamos entre semillas, esquejes, flores....lo mismo hablábamos de poda que de su cualidad, extraordinaria, de hacer de un simple objeto un receptáculo para flores. Labor que extremaba y cuidaba con mimo cuando sabía que sus hijas y nieta vendrían a visitarle. 
Su huerto situado estratégicamente en la confluencia de los caminos que llevan a la ermita de Mairena, rebosaba de vida. Su huerto era, y es,  un precioso escaparate donde el dependiente ajeno a los espectadores trajinaba su labor y convertía la tierra en un jardín del Edén. No faltaban lechugas de todos los tipos, judías, hasta le crecieron las que le traje de los Oscos, cebollas, ajos, regaliz, fresas, frambuesas, el granado enano, su noguera amparada aún en maceta, toda clase de aromáticas y qué decir de sus elegantes flores, espuelas de caballero, rosales, claveles, violetas...
Los semilleros rebosantes, escapando los frágiles tallos de su guarida.
Chispas, su perra, amiga, obediente, compañera inseparable.
Hoy la tierra está muda cuando paso, no hay tintineo, ni tan siquiera me ladra su perra, los árboles tristes, languidecen las ramas como tratando de escapar para ir en busca del hortelano fiel.
Miro pero no le veo y pongo oído porque me parece que en un momento, si digo Miguel, el asomará por detrás del cortijo, o levantará la figura con el azadón en la mano para decir buenas tardes. Pensé, hasta hace unos días, que los surcos se irían  llenando de niebla verde, que las ortigas parirían entre las freseras, que se llenaría de un vacío imposible el vacío que dejabas.
No será así, Miguel, porque una persona excepcional a quien tú tanto querías seguirá tu labor de reconocerse cada día en la tierra y hacerla que rebose de frutos que harán que sigas viviendo entre ellos.

Miguel Romero se fue de su huerto un 1 de febrero del 2021, aparentemente. La tierra que él tanto quería, acogerá siempre su recuerdo.





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