"A las jaras nos gustan los vientos porque nos acarician y refrescan. El soplo del ábrego es el más impactante, anuncia la lluvia en nuestro ecosistema. Las jaras sentimos un ligero azote con su llegada..."
Antonio Maldonado Muñoz.
Dentro de las diversas acepciones de la palabra azote encontramos: Aflicción, calamidad, castigo grande.
La culpa y la pérdida van de la mano en esta intensa obra. Belmontejo de la Sierra y sus gentes son los protagonistas de ella. El pueblo con su extensa serranía abraza cada vida que se pierde. La ficción de esta novela se vuelve realidad tras la lectura. Aunque solo nos parezca reconocible la figura entrañable, que entra y sale de los escenarios, de Gregorio, el padre de Antonio, cada personaje se nos entrega de tal manera que se vuelve real como la jara que los recibe tras la muerte.
En "Azote" hay tristeza, por las pérdidas, por un algo que nunca se cumplió, porque los sueños se quedan en eso, en un fracaso a pesar del intento. Solo Amalia parece escapar a esa "muerte" que lacera cada alma y sin embargo el dolor de tantas pérdidas la hace sentirse muerta en vida, ¿merece la pena sufrir?
Quizás lo que más me ha llamado la atención de este libro sean las voces de quienes caminan por sus páginas, cada protagonista dicta su propio capítulo. Eso lo hace particular a mi vista, porque precisan de narrarnos su historia. Es como si Antonio les abriera la puerta para expresarse, como si antes nadie lo hubiera hecho, porque al fin y al cabo el azote que nos golpea, que nos da la vida, nos hiere en menor medida si podemos expresar nuestros sentimientos. No hay vacío en estas vidas, hay regalos y hay penurias, hay amor, pasión desenfrenada pero también desazón y culpa. Y se establece entre ellos una interacción, porque al fin y al cabo en un pueblo todos se conocen. O creen conocerse.
He escrito estas palabras con la intención de expresar lo que he sentido al leer "Azote" porque el viernes, a las 18:30 h., nuestro Antonio, amigo y creador de versos e historias, presentará en la biblioteca de Torre de Juan Abad su obra. No hay mejor lugar para él que allí donde miles de libros, compañeros en la senda donde habitan las palabras escritas, le esperan con los brazos abiertos. Y tras entre encuentro le seguirán otros en los que el autor irá desgranando a los lectores los entresijos de un pueblo que precisa del reconocimiento que se merece.
Les entrego un fragmento de cada capítulo con una imagen que he ido buscando por este Villamanrique o Belmontejo de la Sierra que tanto amo. A cada pasaje le he intentado ofrecer su lugar.
BAJO LAS PERSEIDAS.
"...Llegué al pozo. Era el momento de caer al otro lado del espejo. No bastaba con saltar, aunque no supiese nadar. Don Marino nos había hablado de las masas y las fuerzas. Busqué la piedra más grande de los alrededores. Me tranquilizó comprobar que ya había desaparecido todo mi mal..."
ANIMALES.
LA MEMORIA DE ALBERTO.
"Cada día cruzaba el estrecho puente sobre el Arroyo de los Perros para ir al tajo. A la vuelta aumentaba su tamaño como si los viandantes alimentásemos al viejo viaducto con nuestra energía. El nombre del arroyo se debe a que, desde que el pueblo es pueblo, la gente arroja por ambas orillas los cuerpos inertes de sus cánidos..."
VÍCTIMAS Y VERDUGOS.
"...Doña Amalia nos ofreció un cuartucho con dos poyos, uno a cada lado de la chimenea. No había nada más, ni siquiera un simple ventanuco. Aquella habitación tan parecida a una cueva rozaba el corral de las ovejas y olía a su basura, mojada durante aquellos días en los que el agua jugaba a ser suelo..."
HISTORIA DE UN LIBRO.
LA VIRGEN.
CONSTRUCCIÓN.
AMALIA.
"He superado los cien años, pero no de soledad. Desde siempre he despertado el querer a mi alrededor. El cariño recibido por la gente del pueblo ha constituido un algodón permanente sobre mis profundas llagas. Lo he intentado devolver, nunca me han temblado los pulsos a la hora de ayudar o dar limosnas a quienes las hayan necesitado..."
LÁDANO.
...mi savia también es la sangre de la sierra y se seca si dejo de sentir el primitivo pulso de la roca madre...
Por fuera me impregna una sustancia pegajosa, el ládano. Se trata de un aceite muy oloroso que me proporciona un aspecto brillante, casi resplandeciente cuando aprietan los calores del verano. Parezco una humilde diosa en el Olimpo de la sierra...
...allí, entre los olores de las jaras y los cantuesos las almas acaban liberándose de los azotes que han recibido..."
LA MUJER CIERVO.
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