"Caminar, a través de los encuentros del camino, es una invitación a la filosofía primera. Incansablemente, el viajero se ve incitado a responder a una serie de cuestiones fundamentales, que desde siempre han perseguido a la condición humana: ¿De dónde viene? ¿Adónde va? ¿Quién es? Esas preguntas eternas del viajero que el sedentario apenas se hace..."
David Le Breton.
"Elogio del caminar"
Nosotros no hacemos el camino, el camino nos hace. Tras el recorrido, algo se nos dispensa, una etapa más de nuestra vida, una etapa que nos rellena, nos recarga de energía y sentimientos que creíamos haber perdido. Somos al camino como las flores al campo. A él le debemos el hecho de despojarnos de lastres y de zozobras.
Sin caminar perdemos instantes de nuestras azarosas o perdidas vidas. Iniciémonos pues en el noble arte de pasear.
Hoy les traigo un camino difícil, con la cualidad de hacerte perder el trazado a menudo. Al que tuve que enfrentarme hasta en cinco ocasiones distintas, al que en un ir y venir incansable, retrocediendo más que avanzando, me tuvo tiempo en juego, un auténtico jaque y mate. Pudo más el deseo de conocerlo que el abandono de esta empresa. Un camino histórico que algunos opinan conectaba la antigua Mairena con Montiel, un probable camino romano. Recordemos que Montiel fue cabeza de partido mucho antes que ese puesto se lo arrebatara la floreciente Villanueva de los Infantes. Y recordemos también que Puebla del Príncipe antes llevó el apelativo de Montiel, pues fue aldea suya. Como Santa Cruz.
Lo iniciaremos justo al lado del parque, a su izquierda. Vamos en dirección hacia la silueta del desaparecido castillo de San Polo.
Pero no siempre fue así, ahora en los mapas del sigpac, mi referente siempre al caminar, vemos que el trazado va por aquí pero, repito, antes no. Justo cuando ahora cortamos la carretera a Montiel, este camino era en sí esta pista y entraría como lo hace ahora.
En este blog, en el apartado de rutas, podrán leer la "Circular al castillo de San Polo". Les recomiendo encarecidamente esta preciosa ruta señalizada.
Será darle la vuelta, a la derecha, pero hoy nos iremos hacia la izquierda.
Deténganse a leer los paneles, por favor. Montiel lo merece.
Son las 8 de la mañana la tierra roja, siempre admirable, absorbe las primeras luces del sol.
Esta mañana apetece caminar, calculo que estaremos a cero grados.
Primer arroyo que paso y lleva agua. Su nombre: Arroyo del Salobral.
Recuerden que la toponimia es otro de nuestros acompañantes en cada camino.
Nos desviamos hacia la izquierda. Caminamos por el paraje de El Socorro. En algún punto se encuentra el manantial que lleva su nombre.
Unas primeras ruinas de las que no encuentro su nombre.
Es un recorrido lineal pero miremos a veces hacia atrás. Vean los montículos que corresponden a ambos castillos, hacia la derecha.
Aunque el frío hiere me asomo a la planicie para admirar las tonalidades naranjas propias de este Campo de Montiel.
Estas peñas se llaman Las Minas.
Un nuevo cruce, nos iremos hacia la izquierda.
Y llegamos a la carretera que une Almedina con Montiel.
Aquí no iremos rectos, nuestro trazado continúa unos metros hacia la derecha. No hay tráfico apenas.
Vamos bien, un cartel nos lo indica, con cifras del coste del arreglo de este camino tradicional.
Es sin duda, para el caminante, la parte más monótona del trayecto, las llanuras de cereales se extienden hasta lontananza.
Te llamas Romanzal. A la izquierda, Los Cerrillos, de escasa altura. A la derecha el monte Cartisánchez (1000 m.) es el único faro que nos podría adelantar hacia dónde vamos o de dónde venimos.
Por suerte siempre hay un aliciente, la sorpresa. Justo cuando trataba de vislumbrar por dónde estarían las ruinas de la histórica casa de Matillas, veo una bandada de avutardas. Maravilloso.
Tu serás el primer paso difícil que haga. Al final te cruzaré descalzándome, no me importa el frío, hay que seguir adelante.
Confieso que no siempre me oriento, quizás en la pérdida esté la casualidad, porque inicias un camino y luego encuentras otro, me ha ocurrido en infinidad de veces. Aquí, por orientación lógica, iremos hacia la derecha.
Idéntica dirección.
A nuestra izquierda me encuentro con una enorme charca de la que imagino partirían las avutardas. Me resulta imposible acercarme a ver los restos de muros que se adivinan.
Ya en casa cuando tratando de investigar lo visto me daré cuenta de que lleváis el nombre de Los Torrejones, lo que me indica vuestra probable antigüedad. Pero no sois a los que se refieren autores como Corchado Soriano o Hervás. Los Torrejones de Santa Cruz de los Cáñamos se sitúan en el Monte Santo, cerca del cementerio de la localidad.
Nuestro siguiente y último cruce de carreteras. Esta vez es la que une Almedina con Santa Cruz de los Cáñamos. Observaremos que aquí sí que mantiene la línea.
Anteriormente he pasado, no los he citado, creo que por dos construcciones nuevas, a partir de ahora veré con más frecuencia pequeños cortijos, como les decimos en mi Jaén.
Tiremos de los topónimos, pasaremos a partir de ahora por: Arenazos, El Cañuelo y La Jeroma (barranco)
Disfruto viendo cómo la siembra mejora a pesar de la escasez de lluvia. Al fondo mi admirada Almedina.
Es en este entramado donde me lío. Camino un rato por la izquierda para comprobar a dónde me llevaría y caigo, en lógica, que solo puede ser por el estrecho y empinado trazado de la derecha.
Si hago caso de la tradición oral, acostumbro a hacerlo, estoy transitando por un camino romano. Cuesta creerlo porque se nos explica que rehuían de las pendientes pero, entonces ¿cómo salvaban los desniveles? No todo es llanura en La Mancha. También solemos creer que estos caminos tenían grandes losas en su superficie, se trata de un error, aunque si ustedes visitan el tramo que pasa de Venta del Ojuelo (Puebla del Príncipe) hacia nuestra Andalucía las podrán observar. Caminos reales que lógicamente iban bien arropados por vías secundarias, ¿cómo si no se conectarían unos con otros?
Me sigue seduciendo la idea de que este camino ha sido transitado desde la antigüedad sea cierto o no.
Seguiremos entre olivos.
Más adelante a la vera de almendros.
¿Qué me hace saber que voy por buen camino? Los montes del fondo que conozco bien, a ellos he subido en varias ocasiones.
Me escapo hacia la derecha para ver ese montículo, creo que es una cantera. Y además creo que ando por Los lanchares.
Cierto, Los Lanchares. Siguiente desnivel, esta vez más pronunciado. Este camino es antiguo, no por lo que veo, sí por lo que intuyo.
Desde otra perspectiva. Estoy en las inmediaciones del Barranco del Sapo.
Desde abajo.
Almedina. A nuestra derecha, también, hallaríamos el precioso Puntal de las Ánimas. Desde aquí no sabría guiaros, cierto, pero lo haría desde el pueblo.
Llaneamos ahora.
Otro cruce. Sigamos al frente.
Les comentaba al principio que hasta en cinco ocasiones había acometido este camino. He hecho otros cuantos, estos caminos viejos que fueron transitados por nuestros mayores antaño, entre pueblos, y que solo por eso deberían estar señalizados y ninguno de ellos me había costado tanto esfuerzo como este.
Si pensaban que todo seguiría siendo línea recta y sin pendiente, se equivocan.
Y aquí les presento a La Peñuela y al conocido arroyo de la Zarza, precursor del río Guadalén.
No olvidemos mirar hacia atrás, gracias.
Sin duda por esto y lo que sigue, el tramo más difícil de nuestro camino de hoy.
Estamos en febrero y no ha llovido y sin embargo aquí lo tuve muy complicado, ni se imaginan hasta dónde se hundía mi bastón. No era cuestión de volverse atrás, tampoco existe otro paso, así que con la táctica aprendida por tantos años de senderismo acabé pasando por tus aguas, arroyo de la Zarza. Nos conocemos bien, admiré tu nacimiento en esa fuente de Santa Cruz donde caes continuamente.
A la derecha de nuestro paso queda este cortijo.
Es curioso que navegando en este sigpac, compañero fiel de mis andanzas, no coincidan las minutas cartográficas con las actuales. Verán donde pone arroyo de la Zarza, en el antiguo mapa aparece río Guadalén. No es raro porque siempre se ha creído que es el origen nuestro arroyo del río.
A esta maravillosa aventura no le quedan más espacios para la dificultad, eso sí, perderme, les confieso, volverá a ocurrir.
Ascendamos.
Intentando no aburrirles contándoles estas modestas hazañas a tiempo real les diré que aquí me volví a liar y me fui hacia la derecha. La casualidad quiso que diera con un paraje hermoso y recóndito y que, tras dejarme caer por sus rincones, me diese cuenta que para ser un camino transitado estaba algo apartado. Que conseguí salir y di con
el verdadero, creí entonces y llegué, tras 19,2 km, a Puebla del Príncipe. Aquel día pensé que lo había conseguido, craso error.
Quédense con esta imagen, el sol no nos permite ver bien que a nuestra derecha hay una construcción blanca de rasilla, al frente una vereda y a la izquierda el que tomé entonces.
Vayamos al frente, no lo olviden.
Es temprano, es otro día, vengo caminando desde Puebla, imaginen los kilómetros que le estoy dedicando a este camino, se los merece de sobra.
Un escaramujo rezuma el agua de la noche anterior.
Ahora sí que me he hecho contigo, no te me escaparás, pienso entonces.
Algo hay aquí que no consigo dar con ello. De hecho hasta el pasado sábado no dí con el camino correcto. Estaba en la convicción de que lo había conseguido hacía dos semanas y sin embargo había errado de nuevo.
Aquella mañana te vi y aún no sé tu nombre, eres diminuta y creces solo aquí, en el barranco.
Las razones por las que transito son siempre las mismas: conseguir catalogar flores, mariposas, trazados...una suerte de elementos mágicos que componen la totalidad de un camino, no se trata solo de andar, hay que admirar, maravillarse, hacerse preguntas y luego obtener respuestas.
Y a partir de aquí he de retirar las fotografías y colocar las del sábado. Comprobarán que el día era espectacular, no me gustan las fotografías con sol pleno. Un paisaje nublado me permitió sacar detalles que antes no percibí.
Es el momento de vagabundear por estos pagos, la hierba sigue muy crecida.
Me rindo antes las florecitas que me salen al paso, una madrugadora saxifraga.
Remonto las peñas que conforman este paraje y las veo como una pequeña atalaya. ¡Lo que alcanza la vista!
Una gagea.
Y en la umbría, un feliz hallazgo, unos narcisos, narcissus bulbocodium.
En ligero ascenso el camino aparece alfombrado por los pétalos de las flores de los almendros que aquí acaban su vuelo.
De nuevo llaneando.
No quiero perderme esta imagen desde la altura. Este paraje fue la razón por la que insistí en enmendar mi error. En un par de ocasiones, hará un año, intenté hacer este camino pero sin pasar por él. Hasta que hablando con un amable lugareño me indicó este paraje.
Los almendros son los protagonistas de estos meses: febrero y marzo.
Fíjense en este inapreciable cruce, aquí también me lié. Al seguir recto acabas encontrando el camino pero dando vueltas innecesarias. El nuestro se vislumbra a la derecha, giremos.
Observen cómo cuesta definir este paso.
Otra madrugadora eruca vesicaria o rúcula.
Curioso que ya la usaran los romanos para acompañar en sus ensaladas.
La pendiente sigue siendo suave, además será la última vez. A partir de ahora llanearemos al frente.
Ya no habrá más pendientes. Aquí hay una red amplia de veredas.Al fondo el Campo Mojado.
Seguimos de frente, este camino que nos sale a la izquierda nos llevaría nada más y nada menos que a Santa Cruz de los Cáñamos.
Es ancho, se ve la roca madre, algo común en esta planicie.
Ya se nos va completando el horizonte con históricos montes, algunos continúan sin ser reconocidos.
Las Cabezas, Los Pollos, La Sonera y La Cabeza del Mijo.
Y más a la izquierda: El Nido de Cigüeñas, las Dos Hermanas y Los Robreos (tú si que estás estudiado)
No será hasta unos días después de haber, pensado, que el camino hecho era el cierto, que leo en un interesante artículo de la revista "El nuevo miliario" sobre un tramo que estudian del Camino de Granada a Cuenca. Recordemos que los asuntos de chancillería se trataban en Granada.
Así pues, admirable, este camino es histórico y renacentista, nada más y nada menos. Y se preguntarán ustedes, ¿alguien le ha dado el valor que debería? Sin contar a los historiadores, nuestra base de conocimientos. En fin.
Para que veamos el alcance, por aquí transitaron personajes influyentes de la corte, un único ejemplo, pero para el caso, para lo que me interesa, fue recorrido por gañanes, pastores, gentes humildes...Y lo que es más, si fue un camino del medievo antes lo fue romano, no digo que todo lo que he recorrido lo fuera. No puedo saberlo.
A mi izquierda carrizo, es decir, agua.
Vías de intenso tránsito, de carros, pero también de bestias de carga.
¿En qué me baso para dejar caer que pudiera ser romano?
Un solo elemento, veo muchos.
Llegamos a mi admirado Charco del Gitano.
Hasta tí me acerco a veces porque de tus aguas beben diversas aves, de algunas aún no sé su nombre.
Hablamos de caminos, de veredas. De animales de carga, de rebaños, de humanos...todos precisaban el agua.
Difícilmente alcanzo con una fotografía para que vean esa red de caminos que parten o llegan, según lo deseen, hasta el Charco del Gitano. Regresaré por la de abajo, es el trazado que hoy tomamos. A la derecha, te diriges hacia La Sonera, de ahí una senda a la izquierda te llevará hasta la Vereda de los Serranos.
En la parte superior, a la derecha, el camino que traemos. En el centro, el de la Casa del Cura, ruinas romanas. El de la izquierda, el del Charco del Gitano, que nos llevará directo a Almedina.
Nos vamos a Puebla. A la izquierda, un manantial, aún se adivina.
Al fondo a la derecha, la Cabeza de Juan Idáñez, otro monte con antecedentes en la Prehistoria. A la izquierda, otro más, Las Cabezas.
"La ruta en solitario tiene sus adeptos, desde Rousseau hasta Stevenson o Thoreau. Es una búsqueda de la contemplación, del abandono, del vagabundeo, que se rompería con la presencia de un acompañante obligando al habla, al deber de comunicar. El silencio es el fondo del que debe nutrirse quien camina a solas..."
David Le Breton.
En febrero y marzo del 2025 y algunas veces más. Siempre en solitario.