miércoles, 12 de noviembre de 2025

CAMINANDO HACIA EL CEMENTERIO DE VILLANUEVA DE LA FUENTE.

 




"El propósito de la vida no es simplemente ser feliz. Se trata de ser útil, honorable y compasivo, también de contribuir de alguna manera a hacer el mundo mejor. Es dejar un legado que demuestre que viviste y viviste bien. Ya sea cuidando a un niño, cultivando un jardín o mejorando las condiciones sociales. El verdadero éxito radica en saber que, gracias a tu existencia, al menos una vida ha respirado más tranquila. Eso, efectivamente, es haber alcanzado la esencia de la vida"


Ralph Waldo Emerson.






Cuando hablo sobre Villanueva de la Fuente siempre saco a colación su manantial, su joya, el nacimiento del río Villanueva, paraje natural y de origen romano que se encuentra dentro de la localidad.
 
Hoy les pido continuar por el camino que surge tras estas fuentes para admirar los molinos y saltos de agua, todo enmarcado por un paisaje excepcional.

Villanueva es el reino del agua en el Campo de Montiel. Quien busque este elemento solo tiene que comenzar aquí y dejarse sorprender por las diversas surgencias que alimentan el río.



Así que nos detendremos, dejemos el tiempo correr, para contemplar estas aguas tan cristalinas.




Hoy les aconsejo, por ser noviembre, este paseo, delimitado a su derecha por enormes álamos, que se dirige al cementerio. Nace justo a la izquierda del parque.

Los árboles son también parte esencial del pueblo, en el Camino de los Molinos también verán ejemplares magníficos.




El otoño alimenta el colorido, le da esa pincelada inigualable. Aquí se alcanza, precisamente en noviembre, cuando los amarillos son de una limitada bondad. Duren lo que duren, atraparán el momento.



Van a penetrar en un camposanto que sobrecoge ya desde su entrada.




A mi derecha los escasos nichos que podrán ver.




"En un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.

Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.



Aunque bajo la tierra

mi amante cuerpo esté,

escríbeme a la tierra,

que yo te escribiré"


Miguel Hernández.





Hay días que se señalan por ese toque mágico que regalan las nubes algodonosas, porque saben resaltar cada elemento que surge de la tierra. Hoy es el día señalado.




















Sobrecoge este cementerio por la perfecta alineación de sus numerosas lápidas y por las bellísimas y grandes esculturas que jalonan rincones. Aquí todo es armonioso.





Para mí, no hay poema más desgarrador, más sublime, sobre la muerte de un ser querido, que éste de Miguel Hernández:


Elegía a Ramón Sijé.

"Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.






No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.






En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.



Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales cierres y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.



A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero"

Miguel Hernández.
















"¿Quién, en fin,
al otro día,
cuando el sol
vuelva a brillar,
de que pasé por el 
mundo,
quién se acordará?"

Bécquer.










"La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida como la conoces termina"

Joan Didion.









Algo singular también descuella en este cementerio, el hecho de que hasta las tumbas antiguas, casi todas, tengan algún ornamento, aunque se hallen huérfanas de nombres, alguien se acuerda de ellas.






"...Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.
Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelante, humano,
sin ojos que puedan serlo..."

Miguel Hernández.































Ya afuera, el árbol añoso, un álamo, muestra las cicatrices de las podas. Nuestros difuntos, nuestro permanente duelo, son también cicatrices en el alma para quienes no podemos olvidarlos.






Nuestro paseo de hoy se nos hace corto. Pienso, como el poeta Manrique, que nuestras vidas son los ríos, como el Villanueva, que no se detiene. Así son los momentos que día a día van discurriendo por los caminos, angostos o estrechos, limpios o con la maleza de las inoportunidades, nuestro cauce no siempre se presenta claro, hay inconvenientes que nos frenan, que nos detienen y sin embargo tenemos que seguir nuestro caminar, no detenernos, intentar ser mejores, colaborar, ayudar a los demás para cuando lleguemos a ese mar inmenso que es la muerte seamos recordados por lo que hicimos bien, no por nuestros defectos.




Agradezco que el día me hubiera deparado este camino. Al fondo, Villanueva, en su perfecta altura, guarda, recuerden, otro cementerio, el viejo. Así que cuando vengan no olviden callejear para encontrarlo.

8 de noviembre del 2025.